Este grito resonaba con rabia por el centro de Madrid la noche del 12 de febrero en la concentración en protesta por la muerte seis días antes de quince personas al tratar de llegar a Ceuta nadando. Aún no se conocían los detalles que rodeaban a la muerte de los migrantes que provenían en su mayoría de Camerún, Guinea-Conakry y Mali, pero todos/as éramos conscientes de que, como se repetía en muchas de las pancartas, “las fronteras matan” y de que estas muertes habían sido causadas por un sistema económico que condena a la mayoría del planeta al hambre y a la miseria y pone todos los impedimentos posibles para no que no puedan escapar de ellas.
Pero lo que aún no sabíamos, aunque ya se podía intuir, era que en esta ocasión sí podíamos hablar de asesinato con todas sus letras, tal y como lo define el Código Penal. Según se han ido haciendo públicos vídeos y testimonios de los supervivientes hemos conocido la historia real: que guardias civiles han matado en nuestras fronteras a quince personas con alevosía, mediando recompensa y con ensañamiento, aumentando deliberada e inhumanamente el dolor del ofendido. Asesinato.
Los hechos
Como decíamos, a pesar de las labores de ocultación de pruebas y manipulación de lo sucedido por los responsables policiales con la ayuda del Ministro de Interior, lo ocurrido en la frontera de Ceuta el 6 de febrero se ha ido conociendo y no deja lugar a dudas. Hemos podido ver vídeos en los que guardias civiles, al grito de “¡vamos, cabrones!” disparaban pelotas de goma a las personas que intentaban acercarse a nado a la playa ceutí de El Tarajal y hemos tenido la oportunidad de conocer el relato de los/as que ese día escaparon a la muerte, pero regresaron a Marruecos, desde donde seguramente intentarán otra vez cruzar los muros.
Uno de los testimonios más clarificadores de qué pasó en la frontera, se encuentra en la denuncia ante la Fiscalía General del Estado presentada por varias asociaciones, entre otras SOS Racismo, basada en conversaciones con algunos/as supervivientes. De ella extraemos varios fragmentos:
“Este superviviente narra como él mismo fue golpeado por una bala en la espalda y por otra en la cabeza. Cuando salió del agua una mujer Guardia Civil – a la que podría reconocer si volviera a verla- le obligó a ponerse de rodillas golpeándole con las defensas de goma. Vio como llegaba el “barco español” en referencia al barco de la Guardia Civil. Algunos de sus compañeros que estaban en el agua se acercaron al barco para intentar subir, pero el barco español se fue. Cuando volvió el barco comenzaron a disparar desde él.
Narran los supervivientes que algunos de los muertos de haber recibido auxilio de esta embarcación habrían sobrevivido, pero la negativa a auxiliares propició que aturdidos por los gases lacrimógenos y heridos por los golpes, se hundieran. Dos de los testigos podrían reconocer al Guardia Civil que tras hacerles gestos con las manos que ellos interpretaron como “joderos”, subió a la torre y disparó hasta seis veces. Los testigos describen que “les disparaban como pollos”.
Los muertos que pudieron ser vistos en la morgue de Marruecos, estaban heridos viendo en los cadáveres un labio partido y una herida en la cabeza, otro con la cabeza totalmente vendada y herida en el pecho…”
Parece que ser que la denuncia y la labor de su difusión tuvieron un éxito inmediato, pues Arsenio Fernández de Mesa, director general de la Guardia Civil, amenazaba al día siguiente de su publicación con denunciar a todas las organizaciones que han “injuriado y calumniado” a la institución. El testigo lo recogía el partido fascista Democracia Nacional, que en la noche del 20 de febrero colgó una pancarta en la sede de SOS Racismo de Lavapiés en la que les acusaba de “denunciar a los que protegen nuestras fronteras” e introdujo bengalas encendidas en el local que pudieron ocasionar un incendio.
La(s) versión(es) oficial(es)
El mismo Fernández de Mesa contestaba así a la pregunta de una periodista que le interrogaba sobre si se habían utilizado pelotas de goma contra la gente que se encontraba en el agua:
”No creo que haya ni un solo guardia civil que utilice como blanco a un ciudadano que está tratando de subsistir, nadando como puede. Ni muchísimos menos trataría de echarle, por decirlo de una manera plástica, la mano al cuello para terminar de ahogarlo. No creo que haya ningún español que crea que la Guardia Civil, ningún guardia civil de España, fuera capaz de eso.”
Pues se equivoca, y no sólo porque se ha demostrado que se dispararon infinidad de pelotas de goma (cuatrocientas, según el periódico El pueblo de Ceuta). Se equivoca porque somos muchos/as los/as que estamos convencidos/as de que muchos/as guardias civiles son capaces de eso y de mucho más. Y de que reciben órdenes para hacerlo. Y lo sabemos porque a nosotros/as, ciudadanos/as españoles/as, nos han disparado mientras nos insultaban con mezcla de odio y satisfacción en sus caras, porque conocemos los casos de malos tratos en los CIE y las muertes de personas allí encerradas que se podrían haber evitado con un sencillo tratamiento médico, porque hemos visto la brutalidad de las redadas racistas en nuestros barrios…
Pocos días después de la primera negativa de la existencia de los disparos, Fernández de Mesa nos regalaba una nueva explicación distinta: sí se había disparado al agua, pero nunca contra los inmigrantes, sino con la intención de “delimitar una línea imaginaria con la que se delimitaba lo que era la zona marroquí de la zona española”.
Por si quedaba alguna duda de cómo es la actuación policial en la frontera, Juan José Imbroda, Presidente de Melilla, nos lo aclaraba “Lo que me extraña es que nos escandalicemos porque se usen con los inmigrantes que entran rompiendo una valla. Si no pueden utilizar medios antidisturbios, ¿qué pueden hacer?, ¿qué hacen entonces los guardias civiles en la frontera? Nada. ¿Los sustituimos por un comité de recibimiento con azafatas?”. Esas palabras, pronunciadas a los pocos días de la muerte de quince personas, nos permiten hacernos una idea de lo despreciables que son estos personajes.
No queríamos terminar sin hacer una breve referencia al papel de los medios de comunicación en el tema de la inmigración. El mejor ejemplo lo hemos visto en El País, que tras unos días denunciando la actuación de la Guardia Civil en las muertes de Ceuta, retomaba su función de vocero del poder y nos informaba en la noticia más destacada de la portada que “30.000 subsaharianos preparan el salto a Europa por Ceuta y Melilla” y que “los intentos de entrada crean alarma social”. Pues no, la alarma social la crean titulares como ese y no el hecho de que unas pocas decenas de miles de personas intenten llegar a una Europa-fortaleza en la que viven más de quinientos millones de habitantes.
Pocas horas antes de enviar este periódico a la imprenta, nos hemos enterado de la convocatoria de una manifestación convocada en Lavapiés por la agrupación de partidos fascistas “La España en marcha” con el lema de “Alto a la invasión. Protejamos nuestras fronteras”. Desde estas páginas hemos escrito en otras ocasiones que el auge del fascismo debía ser enfrentado desde su raíz, creando espacios y movimientos que dieran respuesta a las necesidades reales de la gente y difundiendo un discurso basado en la solidaridad entre iguales enfrentados a los poderes políticos y económicos. Pero a la vez, siempre hemos dicho que hay que plantarles cara directamente en la calle, que no hay que permitirles ni un respiro. Esta es una de esas ocasiones en la que la respuesta será hacerles frente en nuestros barrios.
Sábado 8 de marzo, 12 h. Lavapiés. ¡No pasarán!
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