155 giros de guión en Catalunya

La verdad es que las guionistas se han currado la última temporada de El Conflicto Catalán, esa serie que seguimos en la prensa, tele y Twitter que nos tiene a todas enganchadas. Cada vez que parece que nos vamos a empezar a aburrir, un nuevo e inesperado giro de guión nos devuelve la tensión que parecíamos perder unas horas antes.

Si no fuera porque está pasando, pensaríamos que se le ha ido la olla a quien nos contara esta historia: el barco de Piolín, las manis convocadas por Falange con miles de asistentes, los Jordis en la cárcel, la imputación de Trapero, la suspensión de la independencia catalana ocho segundos después de su proclamación, Puigdemont contestando tarde al requerimiento de Rajoy porque se le atascó el papel en el fax, los tuits de Assange contra Pérez Reverte, la detención del hermano de Marichalar por increpar a los Mossos… Interesante está siendo, pero algunos de los personajes no son muy creíbles. Y es que si el guión se escribió por quienes firmaron el de Fargo, la dirección corre a cargo de Berlanga.

Cortina de fum

Tanto interés, claro, tiene su precio. La misma semana del 23 de octubre en que Rajoy anunció las medidas de la aplicación del artículo 155 de la Constitución, la Fiscal del juicio de la Gürtel concluyó que el PP se había lucrado con una trama criminal de corrupción. Una noticia de este calibre habría desembocado inevitablemente en dimisiones y una crisis gubernamental en un país un poco más serio, pero aquí apenas apareció en el ciclo de noticias.

Y es que, como ya explicamos en nuestro artículo “Independencia de Catalunya, ¿cómo, por qué y para qué?” (octubre 2017), la crisis catalana está sirviendo como una gran cortina de humo para ocultar los escándalos de corrupción y fortalecer al PP en España y como una cortina de fum para tapar los del PDCat.

“Repressió sin precedents”

En el artículo mencionado sobre estas líneas recorrimos los acontecimientos que se dieron desde que el Constitucional anuló el Estatut de Catalunya en 2010 hasta la brutal represión policial vivida el pasado 1 de octubre de 2017. Desde entonces son muchas cosas las que han pasado: Puigdemont aceptó el mandato popular de proclamar una Catalunya independiente en forma de república para luego suspenderla ocho segundos después, Rajoy le preguntó que qué quiso decir y que si se había independizado y Puigdemont le contestó “¿que si quiero o que si tengo?” para luego aclararlo con un “sí pero no, más bien tirando a no”. Esto no le hizo demasiada gracia a Mariano, que decidió aplicar un 155 duro, sustituyendo al Govern por un Ministro con perfil técnico, tomando control de los Mossos, limitando el poder del Parlament y convocando elecciones en menos de seis meses.

Mientras tanto, en Madrid, la jueza de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela (la del caso de Straight Edge Madrid, el de Altsasu y el de Pandora 1 y 2) mandaba a prisión provisional a Jordi Cuixart y Jordi Sànchez (a solicitud de Fiscalía, dependiente del Gobierno), imputados por un delito sedición, un ilícito que se comete cuando de forma violenta y tumultuaria un grupo de personas se alzan para atacar al gobierno. En un delirante Auto en el les atribuye el delito por organizar una manifestación el 20 de septiembre que fue principalmente pacífica y en la que únicamente tres coches de guardias civiles resultaron dañados, la magistrada concluye que “aunque los llamamientos a las concentraciones iban acompañados de la solicitud de que la concentración fuera pacífica, no se remitió mensaje alguno ni se comunicó a la masa de ninguna forma que no se violentaran los vehículos oficiales”.

Curiosamente, los cargos que imputan a los Jordis son los mismos que el gobierno de Maduro atribuye a Leopoldo López, considerado un preso político y un mártir de la libertad por el Ejecutivo español.

El encarcelamiento de los Jordis ha escandalizado, con razón, a buena parte de la sociedad. Militantes y votantes del PDCat, más acostumbradas a impartir la represión que a impartirla, han denunciado este acto “sin precedentes”. A estas personas bienpensantes les diremos que aunque no se llevaran las manos a la cabeza cuando su partido ordenó las cargas policiales en la Plaça de Catalunya contra el 15-M, las detenciones a activistas que habían protestado frente al Parlament o cuando organizó los operativos de las Operaciones Pandora, no pasa nada: nos solidarizamos igualmente con los Jordis y exigimos su inmediata libertad, pues en eso consiste la solidaridad, en ponerse en la piel de otro sin esperar un quid pro quo.

Por si no fuera suficientemente grave, el 21 de octubre el Fiscal General del Estado, José Manuel Maza (que en un Auto de 2008, cuando Garzón investigaba al franquismo por sedición y rebelión, consideró que éste había prevaricado porque la Audiencia Nacional no era competente para investigar ese delito), anunció que estaba preparando una querella contra el Govern ante la Audiencia Nacional por si cometían una sedición y rebelión en el futuro.

Parémonos a pensar durante un segundo lo que supone esto: se está preparando una querella por un delito que todavía no se ha cometido. Directamente sacado de Minority Report. El colmo del excepcionalismo penal. Claro, cuando haga algo Puigdemont, lo que sea, ¿con qué perspectiva se va a mirar? ¿Se mirará de forma neutral, o se buscará que encaje dentro de la querellita que está preparando?

Huida hacia adelante y movilizaciones populares

El 26 de octubre Carles Puigdemont nos mantuvo a todas en vilo, coqueteando con la idea de convocar elecciones autonómicas para evitar la aplicación del 155. Las movilizaciones masivas que tuvieron lugar en la Plaça de Sant Jaume y el centro de Barcelona sin duda influyeron en su decisión de recular y dejar en manos del Parlament la decisión de qué hacer a continuación. El hecho de que el Gobierno de Rajoy se negara a ordenar a la Fiscalía pedir la puesta en libertad de los Jordis y a dejar de aplicar el 155 también habrá tenido que ver.

Sobre esto, una matización: efectivamente, el Poder Judicial es formalmente independiente (¡ja!) y Rajoy no puede ordenarle a una jueza que archive un procedimiento. Queda feo. Eso fue lo que, parece ser, le explicó Mariano a Carles el jueves 26 a través de los canales de comunicación (¿eufemismo para referirse a grupo de whatsapp?) que mantenían abiertos. Pero también hay que tener en cuenta que la acusación y las peticiones de medidas cautelares (como la prisión provisional de los Jordis) la ejerce el Ministerio Fiscal, el cual es mucho menos independiente del gobierno. El Fiscal General (Maza) es nombrado por el Ministro de Justicia (irónicamente, Catalá) y el resto de fiscales sigue sus instrucciones. Si la Fiscalía de la Audiencia Nacional se adhiriera al recurso contra el Auto de prisión interpuesto por las defensas de los Jordis, éstos estarían fuera en unos días. Pero parece ser que el Gobierno central no quiso ceder en este aspecto.

El 27 de octubre el Senado aprobó el 155 mientras el Parlament votaba cómo responderle con las calles abarrotadas de personas. La Cámara finalmente se decantó por la declaración unilateral de independencia (sin la participación de los partidos españolistas), llegando mucho más lejos de lo que, sinceramente, esperábamos. La desbordante alegría del bloque independentista contrastó con la frialdad con la que Rajoy pidió la calma y aseguró que volvería a imponer el orden constitucional en Catalunya.

La República de Schrodinger

España se rompió. O eso nos han dicho. Algunas de nosotras brindamos con cava (català, és clar). No por un sentimiento nacionalista, sino por la oportunidad que se vislumbra para empezar a cambiar las cosas. En un artículo publicado en El Salto por Aitor Terradellas, un militante de la organización libertaria Embat, éste explicó lo siguiente: «Defendemos que, para que cambie algo en el conjunto del Estado español, debe haber un cambio importante y profundo que reordene el tablero de juego: una ruptura. Esta ruptura puede venir de muchas formas (el 15M, la irrupción de Podemos y las coaliciones) y ahora mismo, está cogiendo la forma de la independencia de Catalunya. […] A la capacidad de la población para incidir sobre esta etapa se le llama poder constituyente. Este poder debe hacerse valer y expresar su voluntad sin ataduras. Aquí hay la oportunidad de exigir todas esas reivindicaciones sociales que llevan años gritándose en nuestras calles y plazas: el fin de los desahucios, el incumplimiento de la deuda, la recuperación de los derechos laborales y de expresión, la derogación de las leyes de extranjería, el cierre de los CIEs, acabar con la brecha salarial entre hombres y mujeres… pero también sería el momento de apostar por todo aquello que nunca nos hemos atrevido a proponer. […] Todo este proceso no solo debe interesarnos para nuestro pequeño territorio a orillas del Mediterráneo. Una ruptura de estas características afectaría a otros puntos de la península ibérica«.

Otras de nosotras no brindamos. No pasa nada. Quienes tampoco brindaron fueron varias miembros del Govern, que tenían un careto de funeral mientras cantaban Els Segadors en la Plaça de Sant Jaume. Parecía que no se terminaban de creer que había nacido su república y confiaban más en la aplicación del 155.

Desde Madrid, Rajoy cesó a Puigdemont, a sus consellers, chapó el Govern, disolvió el Parlament y convocó elecciones para diciembre. Por su parte, Maza confirmó que interpondría su famosa querella por delitos de rebelión (con penas de hasta 30 años) o de sedición (con penas de hasta 15). Y en la Audiencia Nacional, claro está, a pesar de que hace unos años opinaba que este órgano no era competente para enjuiciar estos delitos. Eso sí, a la española: esperando al lunes 30 para presentarla, que el finde le pilla mal.

Tras la toma de las instituciones catalanas, realizada verbalmente desde Madrid, y tras la celebración en Barcelona, de poca intensidad, todo el mundo se fue para casa. Y ya está. Vaya desconcierto. ¿Entonces hay república? ¿No la hay? ¿Qué está pasando?

Al cierre de esta edición, no está claro en qué momento nos encontramos, institucionalmente hablando. Pero el sentimiento generalizado en la calle es de desafío, de desobediencia. Quizás quienes mejor lo resumen son las CUP en su comunicado “A nuestras amigas del Estado”, publicado el 18 de octubre: “Soñábamos con la independencia para cambiarlo todo, y nos equivocábamos. Todo está cambiando ya. Lo vivido estas últimas semanas ha hecho estallar los soportes que le quedaban al estado en Catalunya, ofreciéndonos una realidad en la que los sueños van cogiendo cuerpo, cuerpos. Cuerpos que defendieron la dignidad y sufrieron la violencia y el miedo; cuerpos que se articularon por encima de banderas, fronteras e identidades, construyendo un vínculo social, un pueblo. […] Una desobediencia destituyente que se ha enfrentado al poder, agujereándolo y diluyéndolo en una malla de complicidades y de solidaridades, en el que el poder popular se ha hecho real, concreto, constituido”.

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