De unos años a esta parte se evidencia un movimiento masificado de mujeres feministas, con una serie de reivindicaciones en torno a la libertad individual con relación a los cuerpos (el aborto, la libertad sexual, el deseo materno, etcétera). Una parte importante de estas reivindicaciones tienen un significante necesario, siendo otra de las partes vacua, vacía y poco reflexiva.
El hecho de que esta nueva Ola del movimiento feminista sea un movimiento de masas y de corte institucionalista, no debe sorprendernos y tampoco preocuparnos demasiado, mas es evidente que los movimientos de masas siempre están sujetos a homogeneizar y suelen tener características reformista. Aquí, en este resurgir del feminismo, se intuyen un movimiento con tintes punitivos y conservadores que lo configuran como único e inmejorable. El perfil medio de este resurgir lo encabeza la mujer blanca de clase acomodada y bien pensante. Lo que inevitablemente le lleva a enmarcar su lucha por la igualdad como la opción más viable y extensa a todas las mujeres y los feminismos.
Pero esto, no es tan cierto como de buenas a primeras pueda parecer, y la ruptura se hace evidente cuando escándalos como el #MeToo, “encabezado” por Oprah vs Las Francesas “encabezado” por Catherine Deneuve, se mediatizan a niveles extravagantes. Poniendo en evidencia que no hay un feminismo sólido, unificado y noble, y que la tolerancia a todos los feminismo es tan solo una pericia para aplacar a aquellas que no se adaptan del todo bien al movimiento.
Esta misma situación es la que ha llevado a una mayoría de mujeres a decantarse por uno de los bandos, y en términos de mayoría hay un claro ganador: el bando de Oprah.
La avalancha de artículos detractores contra las francesas no se hizo espera, rulando desde todos los puntos cardinales, y, siendo en el mejor de los casos sus plataformas los periódicos más progresistas, muchas mujeres, chicas y compañeras no dudaron en compartir, enlazar y virilizar las opiniones de unas periodistas a bien con ese feminismo de la igualdad.
Los artículos van desde la ironía inocua de apenas dos párrafos de reflexión a reflexiones más profundas en torno a la violación y la violencia sexual a mujeres y niñas, pasando incluso, en un caso concreto, a comparar casos con una evidente desigualdad, y cito literal: ¿Qué tienen en común una guineana que trabaja como camarera de piso en un hotel de Manhattan y la actriz Angelina Jolie? Que ambas son mujeres y por tanto están expuestas a que un señor poderoso las amenace con arruinarles la vida o hacerles perder el trabajo sino consienten a sus deseos, y que ambas se arriesgan a que si lo cuentan nadie les crea[1].
Postularnos desde la ironía nos aleja por completo de la posibilidad de pensarnos de manera seria y responsable; hablar de violencia y violación contra mujeres y niñas, es mantener un argumento alejado del original y por lo tanto desvirtuar el tema sin poder rebatir dada la gravedad de los hechos que centran el argumento; comparar una guineana camarera de piso sin nombre con Angelina Jolie, sencillamente es desvirtuar por completo la lucha de clases, la lucha contra la racialización de las personas y la lucha contra la explotación. Una falta de perspectiva en toda regla que no hace otra cosa que volver a los postulados hegemonizantes del discurso blanco y etnocentrista.
Esto es lo que muchas mujeres y compañeras están apoyando. Reforzando con ello esta idea hegemonizante de la lucha que enuncia el feminismo igualitario.
Y nadie ha pensado más allá del bien y del mal de estos postulados que se han creado. Aquellas que pertenecemos a grupos minoritarios, que nos mantenemos en el margen, cercanas a un feminismo más bien radical, autónomo, libertario, debemos pensar.
“Ha llegado el momento de pensar sobre el sexo. A algunos la sexualidad quizá sólo les parezca un tópico sin importancia, un escape frívolo de los problemas más críticos de la pobreza, la guerra, la enfermedad, el racismo, el hambre o la aniquilación nuclear. Pero es precisamente en épocas como ésta, en la que tenemos que convivir con la posibilidad de una destrucción inimaginable, cuando es más probable que la gente se vuelva peligrosamente desquiciada en lo referente a la sexualidad. Los actuales conflictos sobre los valores sexuales y la conducta erótica tienen mucho en común con las disputas religiosas de siglos pasados. (…) En consecuencia, la sexualidad debe tratarse con especial interés en épocas de fuerte tensión social.”
Así de contundente comienza el texto de Gayle Rubin de 1984 “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad[2]” Que escribió en relación a un encuentro de principios de los ´80, donde mujeres, lesbianas, putas y trans, entre otras indeseables, formarían lo que conoceremos como el feminismo pro-sex.[3]
Nuestra época no difiere mucho de la de Rubin de los ´80: el éxodo masivo producto de la guerra en medio oriente, la guerra en sí mismo, los flujos migratorios producto de persecución política y hambre del sur al norte, el feminicidio en México en particular y en el resto del mundo en general, el cambio climático producto de la sobre explotación capitalista de los recursos naturales, la explotación animal en escala industrial, etcétera. La fuerte tensión social que enuncia Rubin en la época de Reagan, se vuelve un símil en épocas de Trump. En el texto, Rubin, reflexiona sobre la represión sexual de su época en EEUU, concretamente sobre las disposiciones legales, actuaciones policiales, actitudes de la prensa y comportamientos de los políticos y de gran parte de los ciudadanos. La sexualidad, nos dice, es un producto humano como lo son las dietas, los medios de transporte, las formas de trabajo, el ocio, los procesos de producción y las formas de opresión. Una vez que se comprenda el sexo en términos de análisis social e histórico será posible una política sexual más realista. Necesitamos una crítica radical de las prácticas sexuales que posea la elegancia de Foucault y la pasión evocadora de Reich[4] de lo contrario corremos el riesgo de crear una corriente punitiva que puede sin lugar a dudas volcársenos en contra.
Señalar el acoso y los agravios de unos señores que ejercen su poder sobre las mujeres, es necesario y más aún en esta era donde vivimos la misoginia más violenta de los últimos tiempos. Sin embargo este intento llevado por las masas, que no colectivos organizados, con conciencia política y capacitación, de señalamiento y denuncia, puede desembocar en prácticas microfacistas so pretexto de vehiculizar las ideas del bien en un reclamo a el endurecimiento del marco legal, con mayor vigilancia y en consecuencia mayor credibilidad en su amparo, y, a la protección del estado sobre nuestros cuerpos. Permitiendo con ello aún más la intromisión de la violencia institucional en nuestras vidas, como cuando reclamamos en su día por el aborto [5]o el nuevo reclamo al deseo materno de quienes han de pasar por procesos de hormonación y/o algún otro tratamiento de fertilidad e incluso el derecho al matrimonio homosexual como una forma de ser parte de la heteronorma.
Siempre que exista un marco legal habrá un adentro, un margen y un afuera. En este gráfico, debería hace ya mucho tiempo, estar bien claro quiénes somos los que quedamos fuera y quienes disfrutan del privilegio de quedar dentro. Es una cuestión de clase, racialidad y relación sexo/género.
Gayle Rubin es una de las teóricas que permitió pensarnos desde esa marginalidad poniendo el énfasis en el sistema de valores que los grupos sociales atribuyen a las relaciones sexuales y de género (ya sea de izquierda o de derecha, feministas o patriarcal) y que definen algunos comportamientos considerados como bueno/natural y otros como malo/antinatural. Otras activistas y teóricas que han ayudado a elaborar líneas de fuga cercanas a la de Rubin pueden ser Shulamith Firestone[6] y/o Monique Wittig[7], pioneras del feminismo radical. Luego llegó Judith Butler[8], y reivindicó la teoría queer como una manera de subvertir los roles de género. En mi época de mayor activismo en la lucha del feminismo, apareció Virginia Despentes con su “Teoría King Kong”, y junto a ella rulaba con total desfachatez la nueva edición del SCUM de Valerie Solanas de la editorial Her-Story de Barcelona. Todas ellas, y otras tantas, evocaban la fuerza y las potencias de unas nuevas sexualidades, de autonomía, responsabilidad y resistencia. De una fuerza colectiva opositora de todo postulado político estatista, igualitario y liberal. No existía un movimiento de masas y ni si quiera se vislumbraba. Obvio los conflictos internos fueron miles. Las luchas y tensiones entre las feministas y los feminismos no es nada nuevo. Empezando por Emma Goldman y Voltairine de Cleyre contra las sufragistas en la primera Ola, las igualitarias contra las de la diferencia en la 2ª Ola, las abolicionistas contra las pro-sex a las puertas de la 3ª Ola, hasta nuestro días.
Hoy, teóricas como Silvia Federici o Angela Davis están igual de presentes en nuestros entornos como lo estuvo Despentes hace más de diez años. Si realmente prestamos atención a los que nos enseñan podremos ver como en el caso de Federici nos inclina a pensarnos en una lucha no igualitaria y con fuerte resistencia desde la alegalidad. Mientras, Angela Davis ya nos empotro contra la pared con su discurso de la racialización derivando luego en una posible práctica del interseccionalismo y ejecutando en la actualidad y de manera contundente una lucha contra las prisiones y por ende el aparato represivo. Son ellas junto a las que quedaron atrás, las clásicas, Butler, Firestone, Wittig, Rubin, Solanas, Despentes quienes permiten sostener un discurso autónomo, radical y responsable con los postulados políticos que intenta atacar el sistema neoliberal. Y llegar a una comprensión íntegra, desde un análisis sensato con el paradigma de la sexualidad y los problemas que derivan de la misma: la violencia, la violación, el abuso, el acoso… Poner el énfasis en la necesidad de una fuerza colectiva que abandere la plena autonomía, desde una perspectiva radical e interseccional de clase, racialidad, género y un cuarto postulado que solemos dejar fuera, de liberación de la tierra, sus recursos y su entorno natural.
Pensemos, es hora de desarrollar con cierta calma un pensamiento contrahomogenizante y resistente al feminismo de masas igualitario, de contenido pro legalista, sostenido por lo general de premisas y consignas que mantienen un discurso chato para justificar acciones y enunciados que de otra forma no serían entendidos.
En el ansia de pertenecer a lo que claramente es la 4ª Ola del feminismo nos alejamos de postulados que hace tiempo hubiéramos defendido a capa y espada. Pareciera entonces que cualquiera que se atreva a cuestionarlo, está condenada a ser el verdadero enemigo, negándonos la posibilidad que da lugar al cuestionamiento, la crítica y por supuesto el inevitable paradigma de las contradicciones.
Artículo escrito por Deyanira Schurjin
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[1] http://www.huffingtonpost.com.mx/laura-lecuona/victimas-y-puritanas-cual-liberacion-sexual_a_23333262/
[2] El texto en su primera edición formó parte del compilado de Carole S.Vance “Placer y Peligro: Explorando la sexualidad femenina”. 1989. Ed: Revolución. Hablan las mujeres.
[3] Patrick Califa, Carol Queen, Cándida Royalle, Gayle Rubin, Nina Hartley, entre tantos otras formaron parte de esta corriente mientras que del otro lado se sitúan Catherine Mackinnon y Andrea Dworkin. Durante los años de Ronald Reagan en EEUU.
[4] “Reflexionando sobre el sexo: notas para una teoría radical de la sexualidad” Gayle Rubin
[5] https://www.todoporhacer.org/que-hablamos-y-que-no-hablamos-las-que-nos-oponemos-a-la-ley-del-aborto/
[6] “La Dialéctica del Sexo” 1970 Ed: Kairós
[7] “El pensamiento Heterosexual” 1980/ 2005 Ed: Egales al castellano
[8] “El Género en Disputa” 1989 Ed: Paidos
Estupendo. Lo voy a traducir al francés para Le Monde Libertaire de marzo. ¿Son libres de derechos las fotos de feminismo para qué El caso de diana Queer o nos los cedéis para nuestro periódico, ¿podrÍais incluso mandármelo en jpeg ? Como queráis. Gr(A)cias