El 8 de marzo de 2020 miles de mujeres salieron a las calles a protestar contra el machismo y la sociedad patriarcal. Este año la convocatoria cayó en domingo, por lo que no tenía sentido convocar una huelga general de mujeres como en años anteriores; tan solo se celebraron manifestaciones, las cuales fueron menos concurridas que en años anteriores, seguramente por temor al nuevo coronavirus. A pesar de ello, se podía ver el buen estado de salud del que goza el feminismo.
Ese mismo día, Vox celebró un concurrido mitin en Vistalegre y los equipos de fútbol llenaron estadios como si no pasara nada. Nadie llevaba mascarillas aún. Todas sabíamos que el virus se acercaba, ya nos llegaban noticias de su rápida expansión por Italia y China se encontraba confinada, pero la vida seguía funcionando con normalidad en nuestro rincón del mundo.
Unos días después, el número de casos explotó, se cerraron los colegios y, el 14 de marzo, entró en vigor el estado de alarma. El mundo ya no volvería a ser igual: confinamientos, geles hidroalcóholicos, mascarillas, toques de queda y límites a las reuniones pasarían a estar a la orden del día.
Pese a que el 8 de marzo todo el mundo seguía haciendo vida normal, la ultraderecha vio en el 8M una oportunidad de oro para culpabilizar al feminismo de todos nuestros males. Distintas organizaciones de derechas se querellaron contra el Delegado de Gobierno en Madrid, Jose Manuel Franco, e incluso lograron que el Juzgado de Instrucción nº 51 le imputara por haber permitido la celebración de la manifestación feminista. Fue la primera vez que Vox actuaba contra un Franco. La Guardia Civil, por su parte, se empleó a fondo contra el mandatario socialista, aportando noticias tergiversadas obtenidas de OK Diario y testimonios testificados en sus atestados.
Unos meses después, el juzgado archivó la causa, al concluir que ninguna autoridad sanitaria dio indicaciones a José Manuel Franco para limitar las concentraciones públicas y que, en opinión de todos los especialistas, la manifestación tuvo un efecto muy marginal en la extensión de la pandemia. Pero el daño ya estaba hecho: en el imaginario público ya se extendió la idea de que la culpa fue del 8M.
A lo largo del último año se han celebrado toda clase de actos públicos en Madrid: manifestaciones de cayetanos enfadados en barrios pijos, manifestaciones de Black Lives Matter, la manifestación antifascista del aniversario del asesinato de Carlos Palomino, un multitudinario concierto de Raphael, otro de El Drogas, la entrega de premios de El Español a los políticos más importantes del país sin mascarilla, macrobodas, actos nazis en el cementerio de La Almudena, etc. Por no hablar de la cotidianeidad del metro abarrotado y de los curros presenciales. El gobierno madrileño de Ayuso y Aguado es el gran paraíso neoliberal y se ha convertido en una de las regiones de Europa con las medidas más laxas para la apertura de comercios y de la hostelería. Mientras amigas de otras ciudades tenían todos los bares cerrados desde Madrid les mandábamos fotos tomando cervezas en nuestro garito de confianza.
En el último año los medios sólo han salido las manifestaciones de las que podían sacar rédito político éste o aquél partido. Nada se ha dicho de las muchas concentraciones y manifestaciones que se han producido y en las cuáles los colectivos organizadores se han encargado de cumplir con las exigencias y recomendaciones sanitarias, organizando a los asistentes en filas y columnas con su correspondiente distancia y solicitando la asistencia con mascarilla. Y de hecho en las únicas en las que no se respetaron esas medidas de manera estricta fue aquellas en las que la policía no lo permitió a través del hostigamiento y la amenaza de que «se mantuvieran todas juntas» en un perímetro fácilmente controlable para ellos.
Ahora, el planeta ha dado otra vuelta al sol, estamos en marzo de 2021 y de nuevo se acerca el 8M. En Madrid muchos colectivos se han organizado para hacer jornadas deslocalizadas con talleres, actividades, marchas en los barrios; para que haya muchas pequeñas acciones en vez de una inmensa y sea más fácil cuidar la seguridad sanitaria, muchas han buscado y propuesto acciones alternativas… Pero de eso nada se dice. Los medios solo se han centrado en las manifestaciones grandes de cariz feminista. ¿Cuántas personas se van a juntar? ¿Volverá a propagarse el virus?
Es en este contexto de ataque mediático, promocionado por la derecha, que el Delegado de Gobierno ha decidido prohibir todas las concentraciones y manifestaciones del 8M en Madrid, amparándose en motivos de salud pública. «El último éxito de la campaña ultraderechista contra el feminismo es haber conseguido que el Gobierno prohíba las marchas del 8M. No por un tema de salud pública (se han celebrado cientos de manifestaciones ya), sino por evitarse una nueva campaña ultra por permitirlo«, decía el periodista Miquel Ramos. «El mensaje que lanza el Gobierno es tremendamente preocupante. Se pliega al chantaje de la ultraderecha y es incapaz de mantener su posición por mucho que ladren. Mostrar tal cobardía es regalar una victoria al fascismo sin que este ni siquiera se manche las manos«, proseguía.
Las abogadas de la Comisión del 8M recurrieron la prohibición ante el TSJ de Madrid el viernes 5 y celebraron una vista ante el tribunal el sábado 6, defendiendo el derecho de reunión y manifestación con uñas y dientes. Pero finalmente el TSJ decidió mantener la prohibición.
Pese a la prohibición, muchas mujeres han decidido salir a celebrar el 8M con originalidad y creatividad. Se han celebrado paseos por el campo, se han colocado elementos morados por la ciudad, se han pintado murales, etc. Prácticas aparentemente inocuas, pero no carentes de peligro, pues la policía identificó a mujeres que salían a la calle vistiendo prendas moradas.
Creemos que a nadie con dos dedos de frente se le escapa que después de ir en trenes abarrotados, de trabajar en espacios cerrados y mal delimitados y de permitir mítines y movilizaciones sin mascarillas, la culpa de todo no puede recaer sobre las feministas que se movilizan a cielo abierto y con mascarillas… Es obvio que el feminismo sigue siendo más necesario que nunca contra el patriarcado y el capital, que es la punta de lanza de la lucha.
Prohibir las manifestaciones es un error de cálculo importante del Gobierno y del poder judicial. Si se autorizaran algunas marchas, aunque fuera con un límite de aforo y la obligación de garantizar las distancias de seguridad, el movimiento feminista estaría ahora mismo volcado en lograr su cumplimiento. En vez de eso, si no se le permite manifestar su rabia e indignación ante el patriarcado dentro de los constreñidos márgenes de la ley, no le quedará más remedio que radicalizarse y actuar fuera de la misma. «Estesen atentos a la desobediencia creativa del 8M2021. Marcarán el camino de la protesta del futuro«, tuiteaba la abogada andaluza Pastora Filigrana.
Nos despedimos con un poema obtenido del blog «La Terca Realidad«:
No podemos celebrar el 8 de marzo.
Por supuesto que no.
¿Cómo os atrevéis
a sugerirlo?
Todo empezó un 8 de marzo.
Los pangolines se aparearon el 8 de marzo
dejando escamas picatostes
para sopa de murciélagos.
Un meteorito cayó el 8 de marzo
y de la polvoreda se enfermó
la Lombardía,
y por culpa del 8 de marzo
Vox se vio obligado a traer
a Raphael a un mitin en
el Palacio de Deportes.
Todas nuestras penas, y las de los iraníes
y los argentinos y los chinos
empezaron por el 8 de marzo.
Fue una repetición de Adán y Eva,
o más bien Eva y Eva
follando una manzana
y comiéndose las calles descaradas ese día,
(Adán sólo solidario,
sin tomar la dirección del movimiento),
y la caída del hombre fue el 8 de marzo, fecha fatídica.
Todas las comidas y las cenas desde entonces
son sólo una protesta silenciosa
contra la perfidia, el desprecio vuestro
hacia vuestras abuelas y las mías.
Cómo se os ocurre sugerir
que podéis salir a la calle
(no entrar a la tienda: ¡¡salir a la calle!!).
¡Cómo os atrevéis a decir que podéis salir
un 8 de marzo!
Queréis celebrar el 8 de marzo y sois unas brujas.
Os quemaremos en hogueras el 9 de marzo.
Os quemaremos. Os vamos a crucificar.
El 9 de marzo empieza nuestra Inquisición
y más aún en la Marca Hispánica.
Las brujas, a los bares.
NO SALGÁIS A LA CALLE EL 8 DE MARZO.
Más información en la web de la Comisión 8M de Madrid