Con la llegada de agosto todo el mundo esperaba el tradicional parón que las luchas sociales suelen sufrir en la capital durante el verano. En este frenazo confiaba Delegación de Gobierno cuando el 2 de agosto decidía echar un pulso los/as activistas del 15-M, desalojando con nocturnidad el campamento del Paseo del Prado y el puesto informativo de Sol. Este desalojo, que incluyó la provocación de eliminar la placa que con el lema “Dormíamos, despertamos” dejaba testimonio de las luchas que en los últimos meses habían tenido la plaza como epicentro, fue rápidamente contestado mediante múltiples movilizaciones, lo que provocó una huida hacia adelante del Gobierno que se encontró con que este año la respuesta popular no cerraba por vacaciones.
Durante este mes el Estado se ha retratado respondiendo a las movilizaciones con un estado de excepción de hecho que intentaba suprimir, con escaso éxito y gran torpeza, las libertades de expresión, de manifestación, de reunión, de información y de circulación.
La primera contestación al desalojo tuvo lugar esa misma tarde cuando se convocó una concentración en Sol con el objetivo de recuperar la plaza. Ante esto, comenzó la serie de despropósitos realizados por el Gobierno durante estos días: expulsión de turistas de la plaza, carteles propios de otras épocas que anunciaban que la estación de Metro y Cercanías de Sol “por orden gubernativa estaría cerrada hasta nuevo aviso”, helicópteros de la Policía patrullando día y noche y el despliegue de centenares de antidisturbios encargados de blindar e impedir la entrada al centro de Madrid.
Lejos de desmovilizar, la represión provocó que la primera tarde se improvisara una marcha de miles de personas que recorrió el centro de la ciudad para acabar nuevamente en los alrededores de la Puerta del Sol, que continuó cerrada hasta primeras horas de la mañana siguiente.
El día 3, se realizó otra manifestación que, tras interrumpir el tráfico de las vías más importantes, regresó a Sol con la intención de retomar la plaza. Allí, la marcha se encontró con un gran despliegue de antidisturbios tanto de la Policía Nacional como de la Municipal dispuestos a impedir la entrada, armada con escopetas de pelotas de goma. Su presencia, y algunos amagos de carga, no consiguió desalojar a los/as manifestantes, quienes retiraron las vallas que les separaban de la policía e iniciaron un forcejeo cuerpo a cuerpo que ponía de manifiesto que el camino realizado durante estos meses había hecho que mucha gente perdiera el miedo y, conscientemente o no, el respeto a la legalidad y a aquellos/as que pretenden imponerla a golpe de porra.
Tras horas de intentos frustrados de forzar el cordón policial, se convocó otra movilización para el mediodía del día siguiente para volver a intentar la entrada. El Gobierno, firme en su reto, decidió desalojar de turistas y vecinos/as la Puerta del Sol dando lugar a imágenes inolvidables: ancianas sin poder regresar a sus casas, turistas con maletas intentando llegar a su hotel, tiendas y bares desalojados por policías, decenas de encerrados/as en el Metro al proceder al cierre de la estación antes que a su desalojo… Mientras todo esto ocurría, centenares de personas volvía a cortar el centro de Madrid en plena hora punta.
Por la noche, cuando una nueva manifestación se acercaba al Ministerio de Interior, el Estado se encargó de recordar que posee el monopolio de la violencia y recurrió a las cargas policiales para parar las movilizaciones, provocando decenas de heridos/as y cuatro detenciones realizadas al azar. Durante las cargas, quedó en evidencia que el camino se hace al andar y que la teoría se suele ver sobrepasada por los acontecimientos cuando el supuesto consenso aprobado en una de las últimas asambleas de no insultar a la policía voló por los aires al iniciarse los primeros golpes y mostrar la mayoría de los/as manifestantes su odio hacia una policía que, en otras (vergonzosas) ocasiones, había sido tratada como compañera.
Una vez más, la violencia policial consiguió lo contrario a lo que pretendía; la manifestación convocada para el día siguiente fue la más masiva de todas y el desgaste sufrido por el Gobierno le obligó a dar su brazo a torcer dejando libre la entrada a Sol.
Dos semanas después, la historia se repite
Acontecimientos muy similares nos ha dejado la convocatoria contra la llegada del Papa a Madrid. Inicialmente la manifestación fue prohibida por Delegación de Gobierno, pero la amenaza realizada por los/as convocantes de llevar a cabo la movilización con permiso o sin él hizo que el Gobierno reculara y terminara autorizándola. Otra vez el Estado se encargaba de recordarnos que no regala nada, que, como tanto se ha gritado estos días, “la lucha es el único camino” y que respetar los límites marcados por la legalidad no es una opción si no se quiere caer en la inmovilidad.
Igual que en los días de la pelea por recuperar Sol, la policía volvió a atacar a los/as manifestantes y la respuesta de los/as apaleados/as fue la misma que los días anteriores: respuesta en las calles mediante cortes de tráfico que las cargas policiales no podían evitar.
La presión de la opinión pública y la multitud de pruebas gráficas que muestran a policías rabiosos/as apaleando a adolescentes, transeúntes y a todo/a el/la que pasara por su lado, obligó al Ministerio de Interior a abrir un expediente disciplinario a tres agentes por “extralimitarse en sus funciones”, tratando de hacer ver que la violencia policial es un hecho aislado y provocado por algunos/as policías que no siguen los protocolos de actuación correctos. Pese a que la cobertura mediática que han recibido las cargas vividas este último mes pueda llevar a la impresión de que la violencia policial es puntual, no hay nada más lejos de la realidad, para los movimientos sociales no tienen nada de novedoso. Echando la vista atrás, se puede ver que son el día a día para quienes han decido enfrentarse al sistema actual. En nuestra ciudad, en los últimos tiempos hemos visto cómo cuando el Estado quería parar cualquier movilización recurría las cargas policiales, las detenciones, las identificaciones… Así, podemos recordar las cargas policiales durante las manifestaciones a favor de una vivienda digna en las que nueve personas fueron detenidas, agredidas y acusadas de atentado a la autoridad y desórdenes públicos por lo que el próximo 3 de octubre se enfrentan a un juicio en el que se les pide cinco años y dos meses de cárcel a siete de ellas y seis años a las otras dos; en las movilizaciones antifascistas que dejaron 46 detenidos/as y varios heridos graves; en la manifestación en Montera en solidaridad con Alexis, joven asesinado por la policía griega, que llevó a siete manifestantes a prisión provisional y el mismo 15-M cuando veinticuatro personas fueron golpeadas, detenidas y posteriormente maltratadas en comisaría.
Seguir adelante, que de ota forma,no se entera la gente de lo que pasa en la calle (solo lo que sale en TV)
Gracias y adelane, que el pueblo sepa la realidad.
Lamentable el estado policial que estamos viviendo, peor que en la dictadura. Tenemos que evitarlo por todos los medios, no debemos conformarnos, la lucha sin violencia, hoy es necesaria.
Ánimo, juntos podemos.