Producida por Netflix. 6 capítulos. 60 mins cada uno
NI DIOS NI AMO NI GURÚ
Y sin duda nuestro tiempo… prefiere la imagen a la cosa, la copia al original, la representación a la realidad, la apariencia al ser… Lo que es sagrado para él no es sino la ilusión, pero aquello que es profano es la verdad. Más aún, lo sagrado se engrandece a sus ojos a medida que decrece la verdad y que la ilusión crece, tanto y tan bien que el colmo de la ilusión es también para él el colmo de lo sagrado.
Feuerbach (Prefacio a la segunda edición de La esencia del Cristianismo).
Wild wild country es el título de una serie documental estrenada en marzo y creo que no puede ser más acertado: un país, EEUU, dos mundos enfrentados, salvaje uno y salvaje otro. Cuenta la historia de cómo, desde la India a Oregón, se traslada una multitudinaria comunidad, bajo el liderazgo de un gurú llamado Osho, con unos valores y un modo de vida muy distintos a las sociedades de la que parten y a la que se trasladan, donde fundan una gran ciudad. Todo eso con el apoyo financiero de sus miembros, claro está. Hasta ahí no hay controversia, o al menos no mucha todavía.
Hace algunos años escribí parte de un libro por encargo sobre historia de las religiones. Investigando sobre budismo me tropecé con la figura de Osho, profesor de filosofía y gurú. Leyendo algunas cosas suyas me di cuenta de que en sus libros prácticamente lo único que hacía era fusilar las enseñanzas de Buda. Sabía que era multimillonario y famoso por su colección amplia de Rolls Royce y otras excentricidades propias de algunas “celebrities”. Pero nunca supe cómo había llegado a tener ese éxito. El documental lo explica muy bien.
En los primeros capítulos se cuenta cómo llegan a Oregón, tras comprar un gran terreno a escasos kilómetros de un pueblo muy poco habitado, y construir todo lo necesario para el autoabastecimiento de alimentos, energía, etc, y amparándonse en la constitución de los EEUU fundan una ciudad con su propio gobierno. Evidentemente este hecho supone un gran impacto en las vidas de sus vecinos, de talante conservador. La serie filma testimonios de los miembros de la nueva comunidad y testimonios de los lugareños, con una elegancia inusual, lejos de la parcialidad pero lejos también de la imparcialidad, aunque parezca imposible. Antes bien, al menos en un principio, plantea el debate de cuándo un grupo humano con valores diferentes a los hegemónicos es secta o no.
Lo extraordinario de la serie a mi parecer es que casi no te deja posicionarte clara y unívocamente hasta el final. Pues el conflicto, de alcance nacional, que se generó entre los habitantes de Oregón y la comunidad, se debía más a una condena moral de unos seres religiosos conservadores (Oregón) a esa especie de comuna hippie donde practicaban el amor libre.
Así empieza. Y la trama se va enmarañando hasta entrar en juego armas, ataques terroristas, etc, de un lado y del otro; wild wild country.
Lejos de la controversia mediática de su momento de la historia de esa comunidad, la lectura que hago de la serie es la siguiente: mientras los seres humanos necesiten un guía no habrá libertad. Y tampoco si ese guía les habla de libertad, de liberación sexual y de rechazo total a las religiones organizadas. En concreto Osho hace un cóctel imposible de eso y de valores capitalistas de acumulación y consumismo. Era un gurú muy excéntrico. Condenaba la pobreza espiritual de Occidente y la pobreza material de Oriente, en un intento que gustó a muchos de superar ambas pobrezas casando materialismo y espiritualidad. Así, llegó a acumular un gran capital y su comunidad creó un imperio económico que llega hasta hoy con la fundación (económica) que sigue haciendo caja tras su muerte.
Os invito a que la veáis y saquéis vuestras propias conclusiones. La mía es muy clara: ni dios, ni amo, ni gurú. El patrón se repite una vez más a lo largo de la Historia, solo que en este caso tenemos unos actores diferentes. Siempre que en un grupo humano irrumpe el culto al personalismo, la capacidad de decidir sobre las cuestiones que afectan a la propia existencia de los individuos se diluye lenta o abruptamente. El autoritarismo emerge como columna central que define la realidad. Lo que se es, se piensa, se hace o se quiere hacer acaba por convertirse en un acto de delegación. Que es contrario por definición a la vida liberada y que jamás acaba bien.