Es difícil de explicar, o mejor dicho de entender, qué es exactamente la confrontación entre el feminismo de la igualdad vs el feminismo de la diferencia. Para las feministas que lo vivieron tiene una significancia muy reveladora; para quienes nacimos después, es más bien una trama complicada que oculta más que revela. Sin embargo, el ejercicio de comprender esta confrontación histórica, es más que necesario para concebir cuál es la pauta que está marcando la deriva de esta nueva Ola feminista. Es por tanto un deber hacer memoria.
Recordemos que, para los demócratas griegos, igualdad {isonomía} podía afirmarse sólo entre los miembros de derecho de la sociedad ateniense, es decir los ciudadanos, pues los esclavos, las mujeres y los extranjeros {metecos} quedaban excluidos. La reformulación de la igualdad decaerá en el derecho greco-romano y no reaparecerá hasta la modernidad con la manifestación del Derecho del Hombre, en plena revolución francesa.
El feminismo de la igualdad tiene sus raíces en las premisas de esta época, la ilustración. Aquellos filósofos políticos liberales, como John Locke y Jean Jacques Rousseau, que habían defendido la regla de la razón y la igualdad de todos, no incluyeron a las mujeres en su comprensión de los merecedores de la igualdad, en particular la igualdad política. Era la filosofía de la burguesía en ascenso.
Las primeras consideraciones de este feminismo igualitario están resueltas por Olympe de Gouges, perteneciente al grupo de los Girondinos[1] en la revolución francesa y quien escribiría “Los Derechos de la mujer y la ciudadanía” en 1791. Y más tarde por Mary Wollstonecraft, perteneciente a la sección radical de la aristocracia intelectual en Inglaterra, y quien escribiría la “Vindicación de los Derechos de la Mujer” en 1792. Luego llegaría la 1ª Ola con el Sufragismo y finalmente se inscribiría en la 2ª Ola. Aquí la principal de sus luchas era conseguir modificar las leyes que negaban la igualdad de las mujeres en el ámbito de la educación y el empleo, así como acceso a la vivienda, el divorcio, etc. Pero a medida que estas barreras legales y educativas comenzaron a caer, se hizo evidente que la estrategia, liberal, de cambiar las leyes dentro del sistema existente no era suficiente para lograr la justicia y la libertad de las mujeres.
En este escenario aparecen las primeras filósofas que plantean la idea de que el feminismo igualitario es un feminismo que se inscribe en la noción burguesa. Así, feministas como Luce Irigaray y Hélène Cixous plantean un feminismo de la diferencia. Desacreditan el feminismo de la igualdad al considerarlo reformista, liberal y oportunista, que asimila las mujeres a los varones sin lograr salir de la dominación masculina. Esta idea de la diferencia derivará en un feminismo disidente, segregacionista y esencialista.
En el Estado español el feminismo de la 2ª Ola participa muy activamente en las luchas autónomas -huelgas, antifranquismo, movimiento obrero, estudiantil- pero no consiguió hacer su lucha transversal a las demás luchas. Para las mujeres de la diferencia, el feminismo de la igualdad es lo que para los autónomos fueron los partidos y sindicatos: La Traición[2]. Este hecho provoca una ruptura definitiva que empieza tomando forma en el “I Encuentro Estatal de Mujeres”, durante las II Jornadas Feministas en Granada en 1979. Alrededor de 200 mujeres, de unas 3.000 que había en el encuentro, abandonaron las jornadas oponiéndose a la presencia de partidos de izquierda. “Enfrentamientos y abandonos en las II jornadas Feministas” Titulaba así el periódico “El País” que intentaba explicar lo inexplicable. «Nosotras, que nos consideramos mujeres independientes, queremos hacer pública nuestra decepción sobre el desarrollo de las jornadas […] Nos negamos a firmar un cheque en blanco a los partidos obreros y no nos sentimos representadas en estas jornadas[3].»
Hoy, esta nueva ola, tiene visos de ser un refinamiento de las luchas igualitarias de la 2ª Ola. Si antes se reivindicaba el acceso al mundo laboral, la visibilidad de la división sexual del trabajo y mayor libertad sexual, hoy, pedimos mayor cupo en los puestos de dirección empresarial, mayor presencia en la política burguesa tradicional y políticas de conciliación. Las soluciones a estos reclamos por parte del gobierno van a ser: mayor policía femenina, más dirigentes mujeres, servicios públicos de encierro infantil (guarderías) desde los 0 años y subida de sueldo a las cuatro que ya cobraban más de 24.000€ al año. El 70% de la población activa seguirá siendo «precaria», el 26% pobres y el resto conseguirán la igualdad que tanto anhela. Porque la lucha igualitaria es la del 4% restante. Muestra de ello es el nuevo gobierno de Sánchez con sus 11 ministras, y la disputa entre las dos figuras femeninas de mayor peso en el PP. Acordémonos sino en un futuro próximo, que el PP será el primer partido del país en tener una mujer a la cabeza.
El problema aquí reside en la ausencia de disidencia que aún mantiene esta nueva Ola. La sororidad del todas a una es partidista, clasista y racista. Y pocas son las voces que mantienen la memoria activa, para no dejar que se repita el triunfo de un feminismo igualitario.
Deyanira Schurjin
Es importante destacar que la lectura que hacemos de estos acontecimientos históricos se inscribe en el relato del feminismo oficial, y que, como tal, deja fuera las luchas de las mujeres pertenecientes a los procesos revolucionarios decolonizadores de los tres continentes: América latina, África y Asia, durante el periodo de los ´60-´70 así como las primeras elaboraciones teóricas de un feminismo postcolonial que señala la uniformidad hegemónica del concepto “mujer” obviando su racialidad o pertenencia de clase. Asimismo, queremos resaltar la necesidad de simplificar los acontecimientos expuestos para llegar a una conclusión concreta. Es importante mencionar, que las cosas ni fueron tan simples ni quedaron ahí. Muchas de las feministas socialistas pronto se vieron trabajando codo a codo con las liberales, lo que las llevó a una escisión. Y las feministas de la diferencia, donde por falta de espacio se sumaron todas las que no propugnaban por el reformismo partidista, pronto entendieron que muchas no tenían nada que ver con el binarismo y el esencialismo que caracterizó desde el principio esta tendencia. Así aparecieron nuevas doctrinas feministas como el feminismo radical, derivando el feminismo de la diferencia en el feminismo cultural.
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[1] Es el nombre dado a un grupo político moderado y federalista de la Asamblea Legislativa y de la convención nacional francesa, compuesto por varios diputados procedentes de Gironda. Pertenecían, en su mayoría, a la burguesía provincial de los grandes puertos costeros. Su violento enfrentamiento con el grupo de los jacobinos o montañeses dominó los primeros meses de la Convención Nacional.
[2] Los pactos de la Moncloa en 1978
[3] Extracto del comunicado redactado durante las jornadas por las 200 feministas que se inscribirían a posterior al feminismo de la diferencia.