«Où est Steve?» se preguntan las calles de Nantes, ciudad situada al oeste de Francia. Pintadas, carteles y hasta un mural le han dedicado a Steve Maia Caniço (un chaval de 24 años), que desapareció la noche del 21 al 22 de junio después de que la policía desalojara violentamente La Fiesta de la Música, a orillas del Loira. Steve cayó al río junto a otra decena personas pero, a diferencia del resto, él no sabía nadar. Su cuerpo se hundió y no volvió a reflotar.
Sabiendo que todo estaba perdido, comenzó en la ciudad una intensa campaña de movilizaciones contra la policía y su violencia que se ha extendido por el país. Lo primero que se destacó fue que la actuación policial de esa noche se asemejaba mucho a la que se emplea habitualmente contra los chalecos amarillos: cargas y gases lacrimógenos.
El cadáver de Steve apareció el 29 de julio, cinco semanas después.
Desde mayo de 1968 no habían tenido lugar dos muertes ligadas a operaciones de mantenimiento del orden en el marco de una represión social bajo un mismo gobierno de la República. Y es que según el recuento del medio Mediapart, el balance de la violencia policial, desde el inicio de la crisis de los chalecos amarillos, es chocante: 860 episodios documentados de agresiones, 315 heridas en la cabeza, 5 manos arrancadas, 24 tuertas y dos muertas.
Entre las muertas se incluye a Steve Maia Caniço y a Zineb Redouane, una mujer de 80 años que falleció el 1 de diciembre del año pasado al caer una granada de gas lacrimógeno en su apartamento en Marsella.