El principio no es el género y el adiós a una imprescindible

Con 76 años de edad, María Lugones, nos dejaba el pasado 14 de julio. De procedencia Argentina mantuvo un compromiso casi visceral con las resistencias de los pueblos originarios. Dedicada a la filosofía pero también maestra, educadora y para muchas compañera, Lugones tiene ya un lugar en la historia. Fue, junto a otras inprescindibles del feminismo decolonial, pionera de las teorías en torno al poder colonial. Supuso un antes y un después en la concepción, casi más antropológica que filosófica en torno a el sistema moderno-colonial de género. Así lo expone, por ejemplo, en su artículo “Colonialidad y género”. Tanto sus reflexiones como sus teoría y propuesta de una práctica han supuesto grandes aportes ligados a las “opresiones múltiple” así como a lo que ella misma denominaría “el yo comunal” y quizás el que fuera más novedoso “la colonialidad del género”.

Sumamente comprometida con la resistencia, abordó la convergencia de las luchas de sexualidad, género, racialidad, clase, etnicindad, nacionalidad, etcétera, sin desligar una de otras y entendiendo y dando forma a las teorías para la praxis del feminismo interseccional. Retomando la teoría de Aníbal Quijano sobre la colonialidad del poder y con un marco que destaca el feminismo interseccional. Centró entonces parte de su trabajo en distintos ejemplos históricos pre-coloniales de tribus nativoamericanas ginocráticas (entendidas también como matriarcados), y nos demostró junto con las teoría de Oyèrónké Oyèwùmi, que el género funciona como un sistema de clasificación colonial que divide y subyuga a las personas de manera diferente dependiendo de factores múltiples e interseccionales así como la clase y la etnicidad. De ahí Lugones concluye que el género es una imposición colonial y para nada una división centrada en los sexo ahistórica y universal.

“Caracterizar este sistema de género colonial/moderno, tanto en trazos generales, como en su concretitud detallada y vivida, nos permitirá ver la imposición colonial, lo profundo de esa imposición. Nos permitirá la extensión y profundidad histórica de su alcance destructivo. Intento hacer visible lo instrumental del sistema de género colonial/moderno en nuestro sometimiento -tanto de los hombres como de las mujeres de color- en todos los ámbitos de la existencia. Y, a la vez, el trabajo hace visible la disolución forzada y crucial de los vínculos de solidaridad práctica entre las víctimas de la dominación y explotación que constituyen la colonialidad. Mi intención es también brindar una forma de entender, leer, y percibir nuestra lealtad hacia este sistema de género. Necesitamos situarnos en una posición que nos permita convocarnos a rechazar este sistema de género mientras llevamos a cabo una transformación de las relaciones comunales.


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