La Pandemia ha provocado una aceleración de la digitalización de nuestras vidas. Videollamadas, comercio electrónico, compras online, teletrabajo, medicina a distancia… Hábitos que ya existían pero que ahora se han extendido. Hemos vivido lo que se algunas denominan “Shock Digital”. Las consecuencias son variadas y multidimensionales: antropológica, económica, relacional o políticamente se han dado cambios de calado que aun no somos capaces de digerir o de ser conscientes de sus consecuencias en el medio-largo plazo.
Una ocasión que han sabido aprovechar las empresas que mejor posicionadas estaban para aprovechar esta situación, las conocidas GAFAM: Google, Amazon, Facebook y Microsoft. Los gigantes tecnológicos que funcionan como monopolios y tienen más recursos, poder y fuerza que muchos Estados del mundo. Al acudir de forma masiva al uso de las distintas plataformas de estas empresas, estas hacen caja. A Google no le hace falta que le paguemos para que gane dinero y se sirva de nuestra forma de navegar por internet o usar el teléfono. Facebook es, aparentemente, gratuito. Comprar en Amazon puede ser en ocasiones más barato. Microsoft se puede permitir, como estrategia comercial, ofrecer servicios de pago de forma gratuita a Institutos o Universidades. La razón detrás es el fomento de generar unas dependencias respecto de sus plataformas. Esas dependencias se transforman en monopolios empresariales. Y los monopolios constituyen las mayores concentraciones de poder posibles.
Uno de los aspectos tremendamente negativos de esta ola digitalizadora es el comercio electrónico y la profundización de esa sensación de poder tener cualquier idiotez en la menor cantidad de tiempo posible. Detrás de esa “entrega en 24 horas” se esconde todo un circuito de explotación laboral, competencia desleal, destrucción medioambiental y perdida de entornos comunitarios de socialización.
Otro aspecto de carácter más invisible pero de consecuencias estructurales, es la pérdida de soberanía tecnológica y la dependencia de un grupo reducido de empresas. Las administraciones públicas llevan años recurriendo a las externalizaciones (privatizaciones) para dar su servicio público. En materia tecnológica, en vez de apostar por modelos de formación de profesionales que desarrollen y mantengan herramientas tecnológicas propias, de carácter abierto y de dominio público, se ha optado por la más sencilla tarea de contratar grandes empresas.
Enseñanza en manos de las GAFAM
Uno de los casos paradigmáticos que estamos viendo ahora mismo acelerarse es la intromisión de estas empresas en la enseñanza. Mientras que desde diversos foros de debate auspiciados por la banca y el mercado se fomenta constantemente la idea de la “innovación educativa”, las empresas tecnológicas ponen sus herramientas a disposición de las escuelas de forma casi gratuita. Los nuevos gurús de la educación dicen que la enseñanza deben ser pantallas, ordenadores, software, calcular, programar y vender. La reflexión, la crítica, el debate, la argumentación, la lectura o la escritura son valores del pasado que deben ser superados gracias a las nuevas tecnologías. No es que nos metan un microchip en la vacuna del coronavirus, la realidad es que ya hay una estructura que nos fuerza a hacer uso de plataformas privadas para beneficio de unos pocos.
El hecho de que Google o Microsoft ofrezcan sus servicios con enormes facilidades a los centros es para aumentar su base de consumidores y educar desde temprana edad en el uso de sus herramientas. Esta es la clave del éxito actual de estas plataformas, una inmensa base de usuarios acostumbrados a usar Gmail, OneDrive, Skype, Meet o Drive. A través del uso masivo de estas herramientas las empresas obtienen estadísticas y multitud de datos que les permiten mejorarlas, crear nuevas o añadir funcionalidades orientadas a aumentar el “engagement”, características muy estudiadas que aumentan la adicción y dependencia de las tecnologías.
El Gobierno ha anunciado 260 millones de euros para el plan de digitalización educativa. Dentro de ese presupuesto se incluyen 500.000 dispositivos electrónicos para las escuelas. En Galicia, durante la desescalada, se filtró un borrador para la transformación digital educativa que incluida docencia presencial y online por igual, formación asincrónica (no en tiempo real), fomento de la gamificación, lo experiencial o la promoción de materiales con formato “viral”, todo ello supervisado por una entidad formada por las grandes empresas. La Junta de Andalucía ya ha firmado un acuerdo con Google y Microsoft para implementar sus servicios en toda la red escolar. En el País Vasco se subvencionan los Chromebooks, portátiles fabricados por Google.
Hay una tendencia a sustituir la infraestructura educativa por la tecnológica. No es solo que no se fomenten las tecnologías de desarrollo propio, es que se olvida que, entre muchas otras cosas, la escuela es un espacio de socialización y experimentación. No es lo mismo entregar a cada alumna un portátil, que crear una red de bibliotecas con dispositivos para uso comunitario o que los centros educativos amplíen su horario para que las estudiantes puedan hacer uso de sus recursos. Las Consejerías de Educación ven la tecnología como una herramienta con la que abaratar costes y mantenimientos, en vez de verlo como lo que es, un apoyo a la labor docente de los profesionales de la enseñanza, las profesoras.
Software Libre: No solo una manía friki
Existe una falsa creencia de que lo que hay más allá de Microsoft o Google es poco intuitivo, falla mucho o se requiere unos conocimientos técnicos elevados. Esto es algo tremendamente alejado de la realidad. El problema reside en los hábitos de uso y cómo somos orientados a usar determinados productos.
La alternativa a todo esto, desde un punto de vista tecnológico, es el software de código abierto sin fines comerciales y que sea desarrollado y mantenido por profesionales contratados por las administraciones públicas. No invertir en licencias de sistemas operativos privados e inculcar desde pequeños el uso de ordenadores con Linux o Ubuntu. Engrandecer las bibliotecas como espacios de acceso a recursos informáticos y de socialización. Compartir recursos informáticos en forma de centros de datos y servidores gestionados de forma colectiva por diversos centros. Crear repositorios de materiales didácticos generados por las maestras. O fomentar el debate y conocimiento en relación a las nocividades de las dependencias creadas respecto de las grandes empresas tecnológicas, que no es otra cosa que un paso más en el proceso de privatización y mercantilización de la escuela.