Podría haber sido una muerte más, una gota en un mar de estadísticas, pero su familia decidió lo contrario. Francisco Camilo, el tío de Xavi, contaba su historia en un hilo de Twitter a principios de mayo. Xavi, de 19 años, se había mudado a casa de sus tíos a finales de 2020 para trabajar en una fábrica de la empresa CIDAC en Cornellà de Llobregat. El chico estaba contento de ganar un sueldo con el que ayudar a su madre y a su hermano, a pesar de las jornadas de 12h, a pesar de que la empresa no proporcionaba ningún tipo de EPI ni les formaba en prevención de riesgos laborales, a pesar de que las máquinas eran antiguas, no tenían ningún tipo de mantenimiento y carecían de sensores de seguridad que las detuvieran en caso de accidente. A pesar de ser conscientes de todo esto, Xavi y Carlos, su primo, continuaban yendo porque «es lo que había» porque para miles de personas de clase obrera jugarse la vida cada día no es una elección libre.
El 30 de abril Xavi fue «engullido» por los rodillos de la máquina de tela asfáltica con la que trabajaba y que no se detuvo al detectarlo como debería haber hecho si hubiera tenido funcional el sistema de seguridad. «Los sistemas de seguridad no se rompen sin más, cuando un sistema de seguridad falla, la máquina no funciona, pero puentean ese sistema para que haya más producción, para que vaya más rápido y para que no haya que pararla cada vez que se atasca«, explica Joaquín Marín, secretario de comunicación de CGT Baix Llobregat.
Tras el accidente, la empresa se ha limitado a hacer un comunicado público justificando la muerte debido a un «posible error humano» y no ha querido ponerse en contacto con la familia, el único contacto ha sido con el abogado de la familia para trasladarle que «están valorando si pagan o no el entierro». La familia ha decidido empezar una movilización para que los culpables paguen por la muerte de Xavi y que esta no caiga en el olvido. Además, deja claro que no buscan ninguna compensación económica sino que se haga justicia. El 13 de mayo unas 300 personas se concentraban a las puertas de la empresa señalándola como culpable.
En el acto intervino Ángel Figueras, extrabajador de la empresa y amigo de Xavi. «No sólo estamos aquí por la muerte de Xavi. El año pasado murieron 704 personas por accidentes de trabajo. No puede ser que una persona vaya a trabajar para mantener a su familia y un empresario lo mate. No pedimos nada, sólo derechos, condiciones de trabajo que no sean precarias, un sueldo digno y un trabajo en condiciones que no ponga en peligro nuestra vida«.
Según denuncia CGT Baix Llobregat: «A Xavi lo mató la avaricia de empresarios que abandonaron a su suerte a los trabajadores tras dejar bien atado un gran pelotazo urbanístico«. Según podemos leer en su cuenta de Twitter, la empresa había dejado de invertir en seguridad y tecnología desde que los ayuntamientos de Cornellà y Sant Joan despí, junto con la familia propietaria de la empresa y por tanto de los terrenos dónde esta se encuentra, tramitan la recalificación de estos mismos, revalorizándolos y pasando la actividad de la fábrica a tener menos interés desde un punto de vista económico.
Como la misma familia indica, el caso de Xavi es, desgraciadamente, solo uno más de las cientos de muertes que se producen en el trabajo y que debido al aumento de la precariedad lejos de reducirse siguen aumentando. Según datos del Ministerio de Trabajo, la mortalidad laboral ha aumentado de 695 en 2019 a 708 en 2020, a pesar de la sustancial reducción de actividad que ha supuesto la pandemia de la Covid-19 con miles de trabajadores/as despedidos/as o en situación de ERTE.
Los accidentes laborales mortales tienen una tendencia ascendente desde 2012, año en el que se publicó la última reforma laboral, reforma que el actual gobierno prometió derogar, y que profundizó en la precarización de las condiciones de trabajo. No es de extrañar que unas peores condiciones laborales, con más estrés, jornadas más largas, menos capacidad de presión por parte de los/as trabajadores/as, desemboquen en mayores accidentes.
Hay que tener en cuenta que todos estos números, ya de por sí terribles, sólo se refieren a los casos registrados y que, sobre todo en los accidentes laborales sin resultado de muerte, la cifra real es mucho mayor debido a accidentes o bajas que no se declaran por miedo a represalias o aquellos que se producen sin tener un contrato de trabajo o siendo falso/a autónomo/a (podemos incluir aquí a los/as «riders» que cuentan una alta peligrosidad y de cuya seguridad la empresa se desresponsabiliza). Según los datos de Trabajo solo 21 muertes por covid fueron consideradas accidentes de trabajo, a pesar de que es presumible que la cifra de contagios en el puesto de trabajo o camino del mismo fue mucho más alta (aquí debemos recordar a Marijose, conserje de instituto que murió por covid el pasado mes de marzo)
Por respeto a todas las familias que han perdido a familiares trabajando (la mayoría de las veces con nula cobertura mediática, sin los actos oficiales y las firmes condenas que llevan aparejadas las muertes rentables políticamente) nos parece necesario desmontar el discurso de la meritocracia empresarial, de la generación de puestos de trabajo y del arriesgar el capital, porque la realidad es que quien arriesga su vida diariamente son los/as trabajadores/as en sus puestos de trabajo. Es a lo que se reducen las relaciones laborales, unos/as perdemos la salud y la vida, otros/as se llevan beneficios.