La larga sombra del racismo en los Estados Unidos: Centenario de la masacre racial en Tulsa, Oklahoma

La historia oficial e impuesta en la práctica de los Estados Unidos es un cuento que idealiza el sueño americano desde el privilegio de ser blanco, rico y colonizador. Para conocer otras versiones alternativas de la historia social estadounidense recomendamos la lectura de la obra del politólogo Howard Zinn: ‘A people’s history of the United States‘ (traducido como ‘La otra historia de los Estados Unidos‘). La opresión ha sido aplicada en los Estados Unidos desde que su población de ascendencia europea y blanca decidió unilateralmente que había sido llamada de manera divina en un sentido de misión espiritual a la conquista del territorio Oeste. Una perspectiva que un par de siglos después ha sido ampliada a todo el territorio mundial donde los Estados Unidos mantienen su propósito original de conquista. Según el filósofo estadounidense Noam Chomsky esta idea sería una especie de cometido providencial encargado con gran especificidad a los Estados Unidos, una idea primigenia de extender los valores morales de manera imperialista disfrazada de universal. Y es esa idea original la que ha configurado el desarrollo político, social y económico en la práctica de la potencia más criminal extendida en el tiempo en la época contemporánea.

Una historia de segregación racial: la vida idealizada según los blancos

El racismo en los Estados Unidos se ha manifestado históricamente contra las comunidades africanas, asiáticas o indígenas americanas; siendo ejercida por emigrantes blancos de origen europeo. En el último tercio del siglo XIX comenzaron a surgir las denominadas Leyes Jim Crow de segregación racial, legislaciones estatales y locales que construyeron el racismo institucional estadounidense. Eran aplicadas bajo el retorcido lema ‘separados pero iguales’, leyes contra afroamericanos y otros grupos étnicos no blancos. Determinaban desigualdades económicas, sociales, o educativas; y la discriminación colectiva racista como política oficial de los Estados Unidos.

En el sur rural estadounidense, tras la Guerra de Secesión (1861-1865) que abolió oficialmente la esclavitud, los afroamericanos libertos continuaban teniendo unas condiciones de vulnerabilidad en todos los niveles de su vida. Las mujeres negras continuaban siendo violadas, se seguía trabajando en situaciones de explotación, e intimidados por grupos paramilitares opositores como el Ku Kux Klan. En las ciudades del norte estadounidense se comenzaban a crear guetos donde la vida afroamericana discurría completamente segregada de la de los ciudadanos blancos de primera categoría. Otras comunidades sociales que se fundaron en el territorio estadounidense eran denominadas ciudades del atardecer, ya que permitían la presencia de personas negras solo durante el día para trabajar, pero no podían residir en esa ciudad y debían marcharse antes de que anocheciera. Estas políticas continuaron aplicándose durante gran parte del siglo XX, con especial intensidad en los años 30 coincidiendo con la Gran Depresión económica, y algunos conatos de violencia racial flagrante que no tenían mucho que envidiarle al nazismo europeo que, años después los Estados Unidos afirmaban necesario combatir en la Segunda Guerra Mundial. De hecho, la Alemania Nazi utilizó las leyes raciales estadounidenses como modelo para crear las Leyes de Nuremberg de 1935 contra los judíos.

Las leyes de segregación racial estadounidense se anularon oficialmente el siglo pasado, a través de la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho de Voto de 1965. Esto se debió a la larga lucha de décadas de las comunidades afroamericanas y otras etnias, teniendo como puntos álgidos simbólicos el boicot de autobuses de Montgomery (Alabama) en 1955 por Rosa Parks; y la gran marcha sobre Washington en 1963, con el discurso histórico de Martin Luther King. Abolidas las legislaciones de segregación racial por considerarlas moralmente denigrantes e inaceptables, las discriminaciones sociales continuaron, de hecho surgieron organizaciones como los Panteras Negras (1966-1982), que se autodefendían de la violencia policial y de grupos supremacistas. Esa violencia de carácter racista llega hasta nuestros días, las desigualdades socioeconómicas siguen siendo cotidianas hacia las comunidades afroamericanas. Hace un año saltó internacionalmente el movimiento Black Lives Matter, tras el asesinato del afroamericano George Floyd pero, como vemos, la historia racista de los Estados Unidos hunde sus raíces en la impunidad de sus crímenes contra el diferente.

Cien años de los crímenes y la violencia racial contra afroamericanos en Tulsa

Entre el 31 de mayo y el 1 de junio de 1921 tuvieron lugar unos hechos conocidos como los disturbios raciales de Tulsa, o la masacre racial de Greenwood, cuando multitudes de residentes de etnia blanca atacaron a los residentes afroamericanos, sus negocios, iglesias y escuelas en el distrito de Greenwood, en la ciudad de Tulsa, Oklahoma. El ataque fue llevado a cabo por una turba de centenares de racistas blancos de la ciudad, a quienes los propios funcionarios municipales les cedieron armas, e incluso se lanzaron bombas incendiarias desde aviones privados, que destruyeron más de treinta y cinco calles del área donde residían y trabajaban las comunidades afroamericanas.

En esos años el territorio de Oklahoma tenía una gran tensión racial, política y social; admitido como estado de la federación en noviembre de 1907, la legislatura estatal había aprobado la ley de segregación racial. Tras la Primera Guerra Mundial, muchos militares estadounidenses habían regresado a sus hogares arrastrando todas las perturbaciones del conflicto bélico. Además, había resurgido recientemente el Ku Kux Klan, y muchas familias asentadas en este territorio habían sido históricamente esclavistas. Tulsa había sido territorio de indígenas norteamericanos, pero a finales del siglo XIX, y aprovechando el auge petrolífero, fue oficialmente fundada como ciudad por W. Tate Brady, que posteriormente se vincularía al mencionado Ku Kux Klan. La mayoría de la población afroamericana en Tulsa convivían en el distrito de Greenwood, al norte de la ciudad, disfrutando de gran prosperidad en comparación a otras comunidades negras debido al boom del petróleo. 

En la tarde del día 30 de mayo, un limpiabotas afroamericano llamado Dick Rowland, de 19 años de edad, fue acusado de atacar a la joven Sarah Page, operadora del ascensor del cercano edificio Drexel, donde el joven negro estaba acostumbrado a entrar durante su jornada laboral para ir al baño en la última planta. Aunque la muchacha de 17 años tan solo declaró que se había sobresaltado al agarrarla el joven del brazo y que había gritado por el susto, Dick Rowland fue detenido al día siguiente de los hechos en la casa familiar en el distrito de Greenwood. En la edición vespertina de un periódico sensacionalista de la ciudad se publicó la noticia del incidente, y también se alertaba de que algunos ciudadanos blancos querían presentarse en la prisión donde estaba provisionalmente el joven Rowland para lincharle. Sin embargo, todas estos sucesos están salpicados de irregularidades ya que nunca se encontró por escrito la declaración de la joven ante la policía.

Al atardecer del 31 de mayo varios cientos de residentes blancos se habían congregado alrededor del Palacio de Justicia del Condado de Tulsa, donde había sido trasladado detenido el joven Rowland desde la prisión común de la ciudad ante el temor del linchamiento. El recién nombrado Sheriff del condado, Willard McCullough, tenía la intención de evitar que estallase una situación caótica en la ciudad, rechazando la entrega del joven afroamericano como reclamaba la turba supremacista en la calle. A no demasiada distancia, en el distrito de Greenwood, la tensión ante las noticias que llegaban desde el Palacio de Justicia estaba creciendo, una cincuentena de hombres afroamericanos decidieron prepararse para acudir en camionetas y armados, con objetivo de impedir el linchamiento del miembro de su comunidad. Los rumores de un levantamiento afroamericano se extendieron por la ciudad y la congregación de racistas blancos ascendía en más de mil personas, que incluso arrasaron una armería cercana al centro de la ciudad. Cuando uno de los hombres blancos le exigía a un hombre afroamericano que le entregase su pistola, se hizo un disparo que inició un intenso tiroteo de algunos segundos. La turba de supremacistas blancos persiguió al pequeño contingente de afroamericanos hasta el distrito de Greenwood, donde causaron pánico entre la población de esa zona al disparar criminalmente sobre cualquier persona negra en la calle.

Durante toda esa noche y en la mañana del 1 de junio, numerosos grupos de hombres blancos accedieron al distrito afroamericano disparando indiscriminadamente contra residencias y negocios, saqueaban a su antojo y arrojaban trapos de aceite prendidos sobre los edificios. Las agresiones se extendieron a otras partes de la ciudad, donde trabajadores afroamericanos eran detenidos o asesinados por bandas de  hombres blancos por medio de una extrema violencia racial. La población de Greenwood inició un éxodo masivo, mientras tanto algunos grupos afroamericanos organizaban una autodefensa desde algunos tejados armados con rifles para propiciar que parte de la comunidad se pusiera a salvo. La turba de residentes blancos, apoyados directamente por la mafia local y la policía, llegaron a utilizar aviones privados para el tiroteo desde el aire, y lanzar bombas incendiarias. Los bomberos de la ciudad fueron rechazados a punta de pistola por la turba de blancos racistas para evitar que sofocaran los incendios en el área de Greenwood. En la mañana del 2 de junio llegó un contingente de un centenar de hombres de la Guardia Nacional estadounidense desde la ciudad de Oklahoma, y declararon la Ley Marcial para controlar la ciudad tras haber contactado con su alcalde y autoridades locales.

Consecuencias directas de la masacre y memoria social local

Más de 800 personas fueron ingresadas en hospitales, y 6.000 afroamericanos provisionalmente fueron detenidos en grandes instalaciones de la ciudad, donde permanecieron detenidos ilegalmente en torno a dos o tres días. Inicialmente se hablaba en medios de comunicación de la época de una cifra de muertes demasiado baja, en torno a 40, sin embargo se estima que hubo cerca de 300 muertos en esta violencia racista desatada en Tulsa. Hasta el año 1998 no se decidió crear una Comisión Estatal que investigara oficialmente los hechos, que se inició finalmente en 2001 para sacar del silencio la masacre. Se hizo una investigación histórica profunda que resignificase los hechos como un suceso dentro de la larga sombra del racismo estadounidense, y los devolvieran a la historia local, donde no se había estudiado nunca en las escuelas estatales hasta el año pasado. Además, inició un procedimiento para establecer unas recompensaciones económicas a los descendientes de estas familias supervivientes, muchas de ellas, se estima que en torno a 10.000 decidieron abandonar la ciudad pues perdieron todas sus pertenencias tras esta masacre racista, y los seguros les denegaron cualquier clase de compensación.

Fotograma de la serie Watchmen (2019)

Han sido rescatados estos sucesos en la cultura cinematográfica recientemente, en concreto en 2019 la serie de ‘Watchmen‘ y en 2020 la serie ‘Lovecraft Country’, que recogen las imágenes recreadas de la masacre de Tulsa, donde se puede ver a las personas afroamericanas corriendo despavoridas ante el terror racista impuesto por los disparos de las bandas de hombres blancos. También ha sido recordado en el ámbito de la literatura fundamentalmente a partir de los años 90 y en la primera década del actual siglo XXI. En el mundo musical recientemente, con motivo del cercano centenario de los hechos, algunos temas de bandas de jazz, o de música de cantautor, como Bob Dylan o Graham Nash, han mencionado en sus letras la masacre de Tulsa. Este hecho histórico fue deliberadamente olvidado por la historia oficial de los Estados Unidos, y silenciado bajo la tierra de las fosas comunes. Sin embargo, lo que se oculta debajo de estos hechos es que el gobierno estadounidense ha seguido protegiendo hasta el momento actual todas las discriminaciones raciales. Se ha impuesto una vía moralista para tratar de maquillar los sucesos racistas, y sin embargo, siguen siendo la principal brecha en el país gringo. La historia del racismo estadounidense es una historia de opresión violenta, la principal amenaza de terror interna que ha exterminado a diversas comunidades humanas. Estos sucesos de Tulsa son un ejemplo en la memoria social, esa lucha que sigue costando diariamente la vida a personas afroamericanas en la actualidad estadounidense.

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