Ding Dong! The Witch is Dead!

«Un joven que pasados los 26 años se encuentra que aún va en autobús puede considerarse un fracasado»

Esta declaración de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher es harto conocida, pero no por ello queremos dejar de remarcarla, pues la entendemos como una perfecta declaración de principios. Nos deja las cosas claras: a sus ojos nosotros/ as somos unos/as fracasados/as, a los nuestros ella era una indeseable. A partir de ahí, fluye la lucha de clases.

Ya han pasado unos cuantos días desde el 8 de abril, día en el que muriera la Dama de Hierro, tras 87 largos años. Lo que aconteció a partir de entonces es de dominio público: titulares en televisiones, periódicos y radios, declaraciones de pésame y alabanza de boca de políticos/as, grandes empresarios/as, militares y líderes religiosos, unas cuantas fiestas por las calles de varias ciudades británicas, un fastuoso y bastante caro funeral en Londres y así un largo etcétera. En nuestro caso, como habitantes de Madrid, no queremos olvidar que dentro de poco contaremos con una calle en recuerdo de la señora Thatcher por la gracia de la alcaldesa Botella, ni pasar por alto el relato de las bondades de la británica en palabras de Esperanza Aguirre: «Los amantes de la libertad debemos honrarla y admirar su ejemplo […] Nunca dudó que el capitalismo era el sistema económico más eficiente para impulsar el progreso”. A esto último, poco más nos queda decir…

Hasta aquí lo ocurrido, pero no queremos recrearnos en la mera noticia y creemos interesante dejar por escrito unas pocas reflexiones que nos surgen a raíz de todo esto. Lo primero, vemos imprescindible hacer un esfuerzo de memoria colectiva, de cara entender porque estos días ninguna lágrima se ha derramado por la muerte de esta señora en tantas casas de los barrios obreros de Liverpool, Manchester, Londres, la cuenca minera del norte de Inglaterra o el Ulster. La llegada al poder de Magaret Thatcher en 1979 coincidió con la crisis y la recesión que empezaban azotar a Europa Occidental tras los años del boom económico post-Segunda Guerra Mundial. El miedo a la clase obrera y a sus posibilidades de ruptura con el sistema político-económico vigente disminuía, y ante todo el capitalismo requería de nuevos escenarios para seguir creciendo. En Inglaterra esta situación ya se evidenciaba en los años anteriores a la victoria de los Tories tras tantos años de dominio laborista, y ya sus últimos gobiernos trataron de emprender parte de las reformas y recortes que luego alargaría hasta la saciedad la Dama de Hierro en sus once años de mandato. Lo que acometió el gobierno Thatcher fue un importante asalto a la clase obrera y sus condiciones en vida en aquellos años, y claramente triunfó: privatizaciones de servicios públicos, reconversión industrial, bajadas de impuestos, desregularización de la City londinense con la consecuente explosión de los servicios financieros, militarización de la sociedad… Todo ello trajo consigo un enorme incremento del paro, un mayor empobrecimiento de la clase trabajadora y la casi destrucción del sindicalismo inglés y de gran parte de las relaciones comunitarias obreras. Se plantó batalla en esos años, como en el caso de las huelgas mineras del 84-85, pero a excepción del conflicto de la Poll Tax, todo fueron derrota tras derrota.

Y de ahí podemos tirar del hilo hasta nuestros días, pues las influencias de este periodo histórico y de las políticas de ese gobierno han marcado el camino no sólo en el Reino Unido, sino más allá de sus fronteras. Mas no sirve de nada, ni es real, enfocar todas las críticas sobre Thatcher, pues su importancia y su relevancia actual se acrecientan por nuestra incapacidad de generar un proyecto político rupturista con el capitalismo y su sociedad de clases. En este sentido, entendemos y compartimos la alegría en muchos/as británicos/as, pero no vamos a obviar que es en gran medida un sentimiento derivado de la rabia de la derrota, de saber que nos ganaron y que nos siguen ganando, y que el final de esta señora llegó sabiéndose vencedora.

Por último, no queremos acabar estas líneas sin rememorar el apoyo que el gobierno Thatcher dio a la dictadura del general Pinochet en Chile. Sin más, otra razón por la que no lloraremos por su muerte.

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