Revolución mexicana y ejército libertador zapatista. Tierra y libertad para los campesinos

La Revolución mexicana fue un acontecimiento histórico de primer calibre iniciado en el año 1910 y con grandes repercusiones internacionales. Supuso la creación de un espacio de ruptura política con acciones, tiempos y protagonistas diversos; entre los que destacarían Emiliano Zapata o Pancho Villa. Un documento político clave en la conformación ideológica del Ejército Libertador del Sur, conocido como el Ejército Zapatista, salió a la luz el 25 de noviembre de 1911. El manuscrito conocido como Plan de Ayala fue un documento que sentaba las bases de Tierra y Libertad, la reclamación fundamental de los campesinos mexicanos, y fue el documento más influyente por su carácter social y revolucionario en la posterior Constitución mexicana de 1917.

Conflictividad social y la propiedad de la tierra antes de la Revolución mexicana

En el año 1910 un 0,2% de propietarios poseía el 85% de las fincas rústicas mexicanas, existían 10 mil haciendas de más de 100 ha. de extensión cada una. Se había concentrado una cantidad ingente de tierras despojadas a las comunidades indígenas en muy pocas manos a lo largo de decenas de años, aunque fue principalmente durante el periodo dictatorial conocido como el Porfiriato (1876-1911) cuando se profundizó la rapiña de tierras comunales. La inversión extranjera para la incipiente industria y la construcción del ferrocarril revalorizaron la tierra. A finales del siglo XIX, ante el avance de los especuladores y negociantes, se produce la total pérdida de la tierra de manos de las comunidades, siendo la fuente fundamental de la acumulación capitalista.

Un problema endémico con la tierra en México se extendía a lo largo de todo su territorio, aunque esta tendencia venía ya proyectada desde el expolio de tierras en época colonial española. El anarquista mexicano Ricardo Flores Magón anuncia desde muy principios del siglo XX la necesidad de una transformación agraria profunda. El descontento de los campesinos indígenas desposeídos de la tierra como único medio para su forma de vida y supervivencia les liga más si cabe a la reivindicación de la misma. A finales del siglo XIX se producen decenas de pequeños levantamientos por la tierra, y continuará sucediendo así hasta la irrupción de la Revolución mexicana. El levantamiento social campesino es la perspectiva histórica idónea para acercarse al proceso revolucionario mexicano y no el estudio de los gobiernos sucesivos y las luchas entre facciones militares posteriores, pues esa perspectiva nos conduce a la contrarrevolución impuesta oficialmente a través del autoritarismo institucional. También influirán notablemente las luchas obreras de 1906-1907, que iniciaron un ciclo de revueltas sociales precursoras de la revolución.

El plan del político Francisco Madero para acabar con el periodo de gobierno de treinta años del militar mexicano Porfirio Díaz el 20 de noviembre de 1910 es un fiasco, porque finalmente no llegan las armas convenidas desde el norte del territorio. Se inicia así un conflicto que dará lugar a la denominada Revolución mexicana. En marzo de 1911, Estados Unidos actualizó el plan de guerra contra México para defender los intereses económicos en el país vecino. Se contemplaba utilizar divisiones terrestres desde la frontera norte y divisiones navales para ocupar los principales puertos de ambas costas mexicanas. El objetivo era realizar un bloqueo mercantil efectivo, al mismo tiempo que se establecían corredores bajo control estadounidense para defender algunas compañías empresariales estadounidenses, casas manufacturadas, minerías y otras industrias.

Levantamiento zapatista en el territorio de Morelos, el Ejército Libertador del Sur

En el sur mexicano los campesinos desposeídos de tierras articularon una fuerza unitaria de levantamientos locales en febrero de 1911, y el enfrentamiento abierto con las fuerzas porfiristas. En Morelos, Emiliano Zapata y sus hombres se levantaron en armas llamando a la insurrección social, fue una proclama desafiante que retó a las fuerzas de Porfirio Díaz. Las cárceles se abrieron, los caciques fueron fustigados y los archivos administrativos de propiedades privadas fueron quemados; una auténtica rebelión de los pueblos que reclamaban la devolución de tierras.

El zapatismo logró una inaudita unidad, las columnas rebeldes se desplazaban de pueblo en pueblo, uniéndose a la tropa insurrectos locales y ampliando así el número de nuevas gentes adheridas al ejército libertador en el sur. Este crecía de manera tan increíblemente rápida, tanto es así que tan solo dos semanas después del levantamiento generalizado, se necesitaba una mayor logística para mantener un ejército de ese calibre. Se generó una experiencia social revolucionaria inédita y todo el mundo se unía gustosamente a la lucha.

Este ejército libertador se funda oficialmente en el municipio de Jolalpan, en el estado de Puebla, en marzo de 1911, nombrando a Emiliano Zapata, un simple campesino mexicano, como líder del movimiento. Se potenciará el carácter ofensivo de la rebelión de los pueblos en el campo social y la defensa de su honradez frente al enriquecimiento de los hacendados. Se produce entonces la toma de la ciudad de Cuautla en mayo de 1911 como respuesta al intento porfirista de lograr una pacificación. El pueblo derrotó a uno de los regimientos militares mejor preparados del porfiriato, marcando un hito sin precedentes. La victoria popular aumentó la firmeza en la lucha, pues los despojados sentían que podían tomar las tierras directamente sin un gobierno intermediario. La energía del estallido social se fue moviendo en una rápida propagación hasta la toma de Cuautla, y esta corriente se difundía en paralelo a una red que brindaba mayores posibilidades.

A finales de la primavera de 1911 continuaron las victorias en todo el territorio y que fueron posibilitando la revolución campesina mexicana, mientras que hacendados, capataces y jefes políticos huían o se mostraban implorantes. Uno de los hechos más interesantes que se dio en este proceso fue que primero se desarrolló la práctica revolucionaria, y luego se materializó su teoría en el documento manuscrito conocido como Plan de Ayala.

Las cortas distancias entre los pueblos y la gran densidad poblacional fueron buenas condiciones del territorio para la propagación del zapatismo. Sin embargo, este hecho también tenía sus desventajas, puesto que sus enemigos políticos contaban con numerosas sedes locales, con lo cual asaltar una de ellas solo permitía lograr una reducida cantidad de armamento para todo un ejército tan numeroso. Además, los zapatistas tuvieron que encargarse de sabotear el telégrafo y el ferrocarril para impedir unas buenas comunicaciones de sus enemigos porfiristas, mientras ellos hacían desplazamientos rápidos en grupos de hombres montados a caballos. Un hecho que fue bastante favorable para esta extensión del levantamiento revolucionario fueron las redes culturales o los nodos sociales comunes en la cosmovisión indígena; por ejemplo, el lugar conocido como Tepeyac, que era nodo de reunión de diversas culturas desde época prehispánica. Estas tradiciones permitieron el contacto entre poblaciones a raíz de su vinculación cultural.

Plan de Ayala en noviembre de 1911. Magonismo y zapatismo unidos por la Tierra y Libertad

En zonas zapatistas se daban distintos conflictos creados por el propio porfiriato y por los capitalistas en su interés por promover aquellos negocios y usos del suelo al servicio de la acumulación de capital durante el siglo XIX. De esta manera había conflictos abiertos entre las zonas de producción azucarera, y las de producción de maíz, existiendo también algunas zonas dedicadas a la minería o a la implantación fabril de industrias. Para los zapatistas la milpa (parcela sembrada) era sustento de vida y lucha principal de la cotidianidad agraria frente a la industria azucarera impuesta por el hacendado y el empresario industrial. La siembra del maíz fue despojada en favor de las cañas de azúcar, de la explotación de los recursos acuíferos y los bosques. El enemigo por lo tanto tenía la figura del empresario católico y racista que humillaba a la población, encontrando grandes similitudes con el antiguo propietario colonial.

El Plan de Ayala fue escrito por Emiliano Zapata y Otilio Montaño, es un manifiesto político elaborado en Morelos y que suponía la ruptura ideológica con el iniciador de la Revolución mexicana, el entonces presidente Francisco Madero, por traicionar la causa campesina. Además, pone por escrito las demandas agrarias de la rebelión zapatista: la restitución de tierras a quienes habían sido robados durante el Porfiriato y la redistribución de las grandes haciendas en propiedad de una minoría privilegiada.

El magonismo de tendencia anarquista y el zapatismo agrario tenían grandes posibilidades de diálogo por sus semejanzas y diferencias, condiciones ambas necesarias para dinamizar el pensamiento y la cultura. El zapatismo rompió los monopolios tanto de la tierra como del ganado y otros medios de producción, además se establecieron fábricas nacionales y labores para el sostenimiento de la tropa del ejército, los enfermos y dependientes de la sociedad. Propusieron en 1915 nacionalizar el petróleo y la minería, y construyeron la unidad de la liberación social y nacional como clave de la lucha del Ejército libertador del sur. El magonismo tuvo una importante influencia en los escritos y acciones zapatistas, así como la conocida consigna de ‘Tierra y Libertad’, atribuida a Ricardo Flores Magón, y símbolo desde entonces de la vinculación ideológica con el zapatismo revolucionario.

Una importante vertiente del magonismo se sumó al Ejército Libertador del Sur, y participaron activamente en las estrategias de acción programadas por el zapatismo. Por ejemplo, en el plan de ataque a la Ciudad de México en 1913, o en el año 1914 en la toma de Guerrero, Morelos y Puebla. La aportación del magonismo es, por lo tanto, ideológica y militar igualmente. La revolución mexicana continuó varios años, siendo perseguidos tanto el zapatismo como el magonismo por situarse como movimientos disidentes contra las fuerzas constitucionalistas, que se convertirían en las nuevas autoridades del país mexicano.

La internacionalización del movimiento zapatista se puede evidenciar en los apoyos que recibe en otras regiones de América Latina, por ejemplo, frente a las protestas por la invasión estadounidense de Veracruz en 1914. La intervención de los EE.UU. en la Revolución mexicana fue constante, desde la caída de Porfirio Díaz, el asesinato de Madero, el derrocamiento de Victoriano Huerta, o la campaña contra Pancho Villa. El país gringo fue crucial en el control del flujo de armas e informaciones secretas relevantes para asegurar la victoria de un régimen constitucionalista que marcara la nueva ley y el orden.

Las estadísticas muestran un gran número de intervenciones estadounidenses documentadas en el periodo de 1898 a 1920, comenzando por la injerencia en las antiguas colonias españolas, Cuba y Filipinas. Sin embargo, en este espacio temporal no todo serán intervenciones imperialistas, sino que también la insurgencia popular a nivel internacional será muy activa. Se establecen redes de comunicación entre organizaciones revolucionarias de Europa y América Latina, pero escasa vinculación con Asia o África. Si bien los años 1917 y 1918 fueron los de un ciclo revolucionario internacional a gran escala (Rusia, España, Argentina, Italia, Alemania…), el año 1919 fue el del inicio de la reacción o la contrarrevolución a escala global también. Por ejemplo con el asesinato de Emiliano Zapata, de Rosa de Luxemburgo, la fundación del DAP alemán precursor del nazismo, o la proclamación de los fasci italiani di combattimento de Mussolini.

No obstante, la internacionalización del zapatismo como movimiento libertador fue un hecho no solo en otras latitudes de América Latina. Ha sido una influencia social proyectada en el tiempo hasta la actualidad, por ejemplo, en la conformación del neozapatismo y la red de municipios autónomos en el territorio de Chiapas en el sureste mexicano.

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