En los últimos años hemos ido asistiendo a un incremento progresivo de ataques judiciales contra sindicatos a lo largo y ancho de todo el Estado español. En Xixón, por ejemplo, miembros del sindicato CNT-CIT han sido recientemente condenadas a penas de prisión por delitos de coacciones por organizar piquetes y concentraciones frente a una pastelería con la que tenían abierto un conflicto sindical. En Guadalajara se abrió un procedimiento penal similar contra la CNT a raíz de una empresa de transportes que denunció los piquetes que organizaban en la puerta de su negocio, si bien en este caso terminó por archivarse en 2018. Y en Madrid se inició el año pasado un procedimiento penal por un delito de acoso contra dos afiliados de CNT-AIT Enseñanza como consecuencia del conflicto sindical que se abrió con un instituto de Moratalaz en el que falleció por Covid una compañera que trabajaba en el mismo.
Además de estos procedimientos por coacciones, acoso y otros delitos por concentrarse frente a locales de negocios o centros educativos, también se han disparado los casos de denuncias por delitos de expresión contra organizaciones sindicales por delitos de injurias y calumnias, es decir, por “faltar al honor” de la empresa en panfletos y comunicados. Tal es el caso, por citar un ejemplo, de un militante de CNT-CIT en Alesbes (Navarra) que tuvo que declarar el pasado mes de abril ante un juez tras haber recibido una querella por calumnias en el marco de un conflicto sindical con la empresa que gestiona las piscinas del municipio. “Articulan el poder judicial como arma para someternos a sus intereses y que dejemos de denunciar públicamente la situación. Pero el efecto en nosotras es totalmente el contrario. No solo no nos callarán, sino que hoy lo gritamos más alto que nunca. Hacer sindicalismo no es delito. No solo eso, sino que hoy es más necesario que nunca”, explica un comunicado del sindicato.
Resulta llamativo que, pese a que, a diferencia de lo que sucedía en los 90, en la actualidad rara vez la clase obrera sale a tomar las calles, cortar el tráfico, organizar sabotajes, levantar barricadas de neumáticos ardiendo y enfrentarse en el cuerpo a cuerpo con la policía, los procedimientos penales contra sindicalistas parecen ir en aumento; todo ello por acciones como las de colocarse con pancartas y megáfonos frente a una empresa, o simplemente por publicar comunicados llamando “explotadores” a sus jefes.
Las razones de esta explosión de casos represivos son variopintas. En parte se explican por el contexto de creciente atomización e individualización social que vivimos, lo cual se traduce en que en los centros de trabajo existe una menor cohesión entre las trabajadoras. Además, la precariedad y temporalidad laboral no ayudan a la creación de vínculos duraderos entre compañeras. Por otro lado, el impulso ideológico que el neoliberalismo experimentó al inicio de este siglo –aupado por la socialdemocracia de Blair (UK), Zapatero (España) y Schröder (Alemania), indistinguible de la gestión económica de los partidos conservadores y liberales– se tradujo en la extensión de una conciencia anti-obrera en Europa. Unos años después, durante la crisis del 2008, las medidas de respuesta a la debacle financiera fueron de austeridad: la clase trabajadora pagaría los platos rotos. Los sindicatos se movilizaron mal y tarde para frenar algunos de los ataques más duros a nuestros intereses, pero se mostraron ineficaces para lograrlo, lo cual agudizó el descrédito de estas organizaciones, sobre todo de los oficialistas CCOO y UGT. Ahora, en un contexto de avance de la ultraderecha en todo el mundo, el poder de los sindicatos va menguando y, en consecuencia, resulta más fácil lograr imputar a sus miembros por diversos delitos. El temor a las represalias que pudieran tomar unas organizaciones obreras fuertes ya no existe.
A estos factores ideológicos hay que añadir, en lo que a los delitos de opinión respecta, que no es lo mismo colgar un comunicado en una página web y difundirlo por redes sociales que repartir un panfleto en la puerta de una empresa. El alcance que tiene, al moverse por Internet, es mucho mayor y, en consecuencia, la rabia que genera a los empresarios es directamente proporcional a la misma. Además, el uso de la web genera una huella digital que permite identificar con mayor precisión al responsable de subir determinado contenido.
Un caso reciente de represión sindical es el que vivió un afiliado al sindicato del Metal de CNT-AIT Madrid, al que vamos a llamar Luis (nombre ficticio). Fue acusado por un delito de injurias y otro de calumnias, enfrentándose a una pena de prisión y otra de multa. Por fortuna, a principios del pasado mes de mayo, se le notificó que un Juzgado de lo Penal de Madrid le había absuelto de los delitos por los que se le acusaba. Nos hemos sentado con él para hablar de su caso.
Todo por Hacer (TxH): ¿De qué se te acusaba concretamente?
Luis (L): Hace años, sufrí un accidente en la fábrica en la que trabajaba, que resultó en una rotura de brazo por la que estuve de baja varios meses. Por estos hechos, la Inspección de Trabajo sancionó a la empresa, en la ridícula cuantía de 4.000 euros, por no cumplir con las medidas de seguridad adecuadas. La empresa recurrió, se celebró un juicio y la técnico de seguridad de la empresa testificó diciendo que se cumplían las medidas de seguridad. Pese a su declaración, el Juzgado dio la razón a la Inspección y mantuvo la sanción.
Un compañero del sindicato de CNT-AIT celebró en nuestra página de Facebook la sentencia, publicando un post informando que se había ganado pese a que la técnico había “mentido descaradamente”, que su actitud había sido “despreciable” y que tenía “muy poca vergüenza”. Puesto que yo era el Delegado Sindical de la Sección Sindical de CNT-AIT en la empresa, entendieron que yo había subido esta publicación y me acusaron de injurias y calumnias.
TxH: ¿Y qué penas te pedían por ello?
L: Por el delito de injurias (que consiste en insultar o faltar al respeto a alguien) me pedían una multa de 2.160 euros. Por el de calumnias (que consiste en difundir que alguien ha cometido un delito a sabiendas de que no es verdad) me pedían una pena de 20 meses de prisión. Y la denunciante pedía para ella una indemnización de 12.000 euros y las costas del juicio.
Además, me pedían otra multa de 3.600 euros por un delito de denuncia falsa (que consiste en denunciar ante un juez o un policía un delito que no sucedió), pero ya antes del juicio el Juzgado prohibió que se me juzgara por ese delito, ya que los hechos no podían encajar en ese delito.
TxH: Y finalmente te han absuelto.
L: Sí. La sentencia considera no probado que yo hubiera sido el autor del post y, como es lógico, me absuelve. También habíamos planteado que, con independencia de quien fuera el autor, la publicación del post era un ejercicio legítimo de la libertad de expresión y de la libertad sindical, pero la sentencia no entra en ello.
TxH: ¿Cómo valoras tú (o cómo lo hace tu sindicato) esta sentencia?
L: Positiva, pero se queda corta. Lo bueno es que yo estoy absuelto, pero la jueza no entra a valorar si la técnico mintió o no en el anterior juicio laboral. Y, sobre todo, no valora si entra dentro de la libertad sindical el poder hacer una crítica pública a la técnico de seguridad en medio de un conflicto sindical cuando un trabajador ha sufrido un accidente grave. Llevamos al juicio una inmensa cantidad de pruebas, informes, la sentencia del juicio laboral, descripciones de los trabajos en la empresa, fotos… Estuvimos haciendo un enorme trabajo para demostrar que lo que ponía en el post de Facebook era cierto. Y además, llevamos dos testigos para corroborar las pruebas presentadas. Pero de esto no se dice nada en la sentencia.
Así que, bueno, nos sabe a poco la victoria pero al menos hemos ganado.
TxH: Es cierto que has tenido que soportar una denuncia y la apertura de un procedimiento penal por unos hechos que no son graves y que jamás se tendrían que haber juzgado. Pero tampoco podemos ignorar que tu Sección Sindical fue muy activa y reivindicativa y que es posible que la denuncia venga de una represalia derivada de esto. Cuéntanos cómo os organizabais en vuestro curro y qué victorias habéis logrado.
L: La sección tuvo su máximo apogeo cuando la empresa, por una parte, nos quiso cambiar la jornada para trabajar los fines de semana y, por otra, hubo un accidente y sancionaron a 3 trabajadorxs.
Hacíamos asambleas de vez en cuando para organizarnos, repartíamos panfletos, piquetes en la puerta, pancartas por el polígono, carteles, denuncias… La típica actividad sindical.
Después de un tiempo, mucho trabajo, un duro enfrentamiento contra la empresa y la traición del Comité de Empresa (CCOO) que firmó el acuerdo para trabajar los fines de semana, la sección sindical pegó un bajón considerable.
Desde el conflicto tan grande que tuvimos, se mantuvo un ambiente muy tenso y eso, sumado a la frustración y el desgaste, hizo que la actividad se redujera. Aún así, se siguieron poniendo algunas denuncias y se mantuvo la actividad en redes sociales. Más allá de la actividad de denunciar, la labor de la Sección Sindical básicamente se mantuvo en asesoramiento, divulgación, información y concienciación.
En cuanto a las victorias, hay bastante que contar. Pues prácticamente hemos ganado cada vez que hemos ido a los juzgados de lo social o a la inspección, y hemos ido muchas veces. Por accidentes, sanciones a varias personas, vacaciones, un plus que nos quitaron… Como dato curioso, durante el procedimiento del plus, el juzgado llegó a embargar a la empresa una nave que acababan de comprar.
En nuestro contexto de empresa grande, se necesitaba de mucha más gente para tener una repercusión con algo más de relevancia. Aún así, nos hicimos respetar y la empresa, pese hacer lo que le daba la gana, se andaba con mucho más cuidado. En materia de prevención por ejemplo sabían que andábamos metiendo caña y fueron muchísimas cosas las que mejoraron. Lo que está claro es que la sección sindical marcó un antes y un después a la hora de como la empresa hacía las cosas.
TxH: ¿Cómo te has sentido durante los cuatro años que ha durado el procedimiento penal?
L: Creo que me habría resultado muy difícil superarlo sin la ayuda de mi sindicato. Tanto mi sindicato como la Federación Local de la CNT-AIT de Madrid se ofrecieron a costearlo absolutamente todo con una caja de resistencia. Aunque con los resultados obtenidos, al final no ha sido necesario.
Es en el sindicato donde encontré asesoramiento de compas y apoyo moral. Pero también económico como es mi caso, pues si llego a perder el juicio, la cantidad podría haber superado los 20.000€. Por otro lado, me pusieron en contacto con los abogados, tanto para los temas laborales como para los penales.
La verdad es que cuando empiezas a realizar una actividad sindical alternativa, asumes que puede acarrear este tipo de consecuencias. Yo al menos tenía claro que podía pasar. Pero aún así, te desgasta y te genera ansiedad, sobre todo los días previos al juicio. Aunque no me hubiera supuesto ningún coste económico perder el juicio (porque lo hubiera pagado el sindicato), para mí se trataba de una cuestión de dignidad y fueron días muy tensos. Recuerdo que la noche antes de declarar en el juzgado de instrucción, no podía dormir de los nervios y estuve rebuscando entre papeles hasta las 4 de la mañana y encontré un documento que al día siguiente presentamos como prueba.
TxH: ¿Percibes que estamos en un clima de mayor criminalización de la actividad sindical? ¿Es más difícil organizarse, reivindicar derechos, hacer paros y piquetes, e incluso expresarse libremente que antes?
L: Totalmente. Por una parte la represión en los tribunales, con casos que deberían archivarse directamente y por otra el rechazo social contra las personas que luchan. Si hacen huelga los de la basura, se les tacha de privilegiados y se extienda la idea de que encima nos pueden subir los impuestos si les dan lo que piden, por ejemplo. Y ya no se puede ni quemar un contenedor en una protesta, que los que te llaman “terrorista” son la clase explotada. No hace falta ya manipulación mediática, ya han calado esas ideas en la gente y las regurgitan como un acto reflejo cuando hay protestas.
Vivimos tiempos difíciles para organizarse y luchar. Poca participación y mucho rechazo. Pero yo sigo pensando que el camino es la organización, la militancia activa, la solidaridad, la acción directa y la autogestión. Porque, hasta el día de hoy, no he visto una forma más eficaz y digna de conseguir victorias. Y por duro que sea, seguiremos adelante con nuestra actividad, de una forma u otra.
Por eso, desde mi experiencia, animo a la gente a organizarse en los curros, a que se afilien a un sindicato alternativo o que monten uno propio (que es más fácil que montar una asociación) y, sobre todo, animo a no seguir el camino marcado y a desobedecer.
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