El proyecto Pilla-Pilla o cómo la homofobia se readapta a nuestros tiempos

Recientemente hemos sido testigos de la “desarticulación” por los Mossos d’Esquadra del Proyecto Pilla-Pilla, una pequeña banda de jóvenes varones con vínculos neonazis dedicada al acoso de hombres de cierta edad que buscaban en Internet tener relaciones sexuales con chavales en la localidad de Granollers, provincia de Barcelona. Todo hubiera quedado en una agresión homófoba más de las muchas que tradicionalmente han venido llevando a cabo grupos fascistas de no ser por el contexto en que ha ocurrido.

A lo largo del pasado año 2013 se nos ha informado de los múltiples ataques que militantes del partido nazi Amanecer Dorado han llevado a cabo contra homosexuales en Grecia, de la nueva legislación que castiga con cárcel la homosexualidad que se ha aprobado en Nigeria, de la que se está aprobando en Uganda, la amplia oposición al proyecto de ley de matrimonio homosexual en Francia, y en especial de la situación en Rusia: la “ley contra la propaganda gay” que ha costado sanciones y calabozo a cientos de personas en su primer año de vida, y el empuje que ha dado a que grupos como el “Occupy Pedofilyaj” actuara. Éste último grupo está constituido en Rusia por personas abiertamente neonazis con el objetivo de erradicar la homosexualidad, a la que tildan de“Pedofilia” con el fin de recibir mayor arrope social ante la oposición con la que se encuentra esta práctica. Lo cierto es que en losvídeos que han difundido los propios grupos nazis podemos hallara transexuales siendo denigradas en plena calle o chavales jóvenes vejados de todo tipo de formas (sin olvidar al joven gay uzbeko quea inicios de agosto fue torturado por uno de estos grupos en la región de los Urales, y actualmente sigue en paradero desconocido),pero no parece haber rastro alguno de pederastia.

Era esperable que fuese cuestión de tiempo que prácticas así llegaran a las fronteras españolas. El 12 de octubre pasado un matrimonio de homosexuales fue golpeado por unos nazis al grito de “Arriba España, maricones de mierda” en pleno centro de Palencia, siendo rápidamente ayudado por transeúntes. La policía nacional palentina no tardó en quitarle importancia al asunto y en “descartar” la homofobia del asunto. En Barcelona el pasado 28 de junio (día del Orgullo Gay”) controles policiales de identificación asolaron bares de ambiente en la zona del Barrio Chino, llevados a cabo por la Guardia Urbana, cuerpo represivo municipal curtido en la homofobia, responsables de agresiones contra locales gays y contra transeúntes de apariencia no heterosexual (destacando el asesinato a tiros de una transexual que a inicios de los años ochenta llevaron a cabo dos miembros de este cuerpo sin que fueran amonestados por ello). No es casual, pues, que en noviembre y diciembre se hicieran tristemente famosos vídeos de autodenominados “anti-pederastas” acosando a varones gays en la región.

Los argumentos con los que el Proyecto Pilla-Pilla ha intentado calar en la población han sido principalmente dos: negar tener ideología neonazi alguna, y asegurar luchar contra la pederastia y no contra la homosexualidad. Ambas son fácilmente desmontables. En primer lugar, el grupo no ha podido negar que uno de sus miembros, el ucraniano Mikola Zatkalnitsky, es (“ha sido”, dicen) nazi, traspublicar en el propio twitter del grupo una foto suya haciendo el saludo fascista (visible en esta misma página). La estética neonazi (cabezas rapadas, marcas de ropa asociada) que puede observarse en las imágenes difundidas por ellos mismos tampoco deja lugar a dudas. Pero el culmen de todo esto ha sido la aparición casi automática de mensajes de apoyo y solidaridad en blogs y perfiles de Facebook de grupos neofascistas a lo largo y ancho de la geografía ibérica: Visión Patriota (Valencia), revoluciona (Madrid), TNT España (con sede en Madrid y Alicante, que añaden a 24 de diciembre, un día después de las detenciones: “Una vez más el Sistema contra nuestra juventud, hoy han sido detenidos los jóvenes del Proyecto Pilla Pilla, que sólo luchaban por desenmascarar pederastas”) y algunos más. El vínculo con ideologías fascistas queda bastante claro. En segundo lugar, queda la cuestión de la pederastia. Esta palabra se recuperó a mediados del siglo XIX del griego clásico para engrosar la lista de patologías psiquiátricas,psiquiátricas, y ya entoncesfue fuertemente asociada a la homosexualidad, con un interés represivo y claramente homófobo.

Aunque la homosexualidad dejó de considerarse enfermedad en 1973, en el imaginario colectivo queda todavía su asociación con la pederastia: valga de ejemplo que en francés, para insultar a un “marica”, se usa la palabra “pédé”, que a su vez es un diminutivo de “pédéraste”. El lenguaje, queramos o no, delimita e influencia el pensamiento. En nuestro Estado, no podemos olvidar declaraciones de miembros del Partido Popular o de las altas jerarquías eclesiásticas, que ante la aprobación del matrimonio gay en 2005 dijeron que se estaba publicitando y legalizando la pederastia. El Proyecto Pilla-Pilla no ha hecho más que usar ese recurso en una sociedad sensibilizada contra la homofobia (gracias al trabajo hecho por sus principales sufrientes) en que decir abiertamente que se trataba de “cazar” gays no hubiera recibido respaldo ni excusa alguna. De importarles realmente la pederastia, se hubieran ocupado también de pederastas heterosexuales, pues su número es mucho mayor a nivel mundial que el de casos depederastia homosexual.

Para finalizar, decir que estar contra este proyecto no es apoyar la pederastia como se ha dicho, pues ésta no deja de ser una forma de violación sexual que en este caso usa la inmadurez asociada a la edad para realizarse. No es negar que existan formas de autoridad social y económica que la potencian. Pero no hay que olvidar que cada cual es libre de relacionarse sexualmente, y nadie, basándose en ningún convencionalismo social, es quién para decirle a otra persona que consciente y plena se relaciona con otra que no lo haga por el motivo que sea. Eso se llama paternalismo, y suele ir acompañado de remaches sociales que constituyen el aparato de la discriminación sutil.

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