Autores: Noam Chomsky y Edward Herman. Editorial Austral. Publicado originalmente en 1988, en EEUU y revisado años después para adaptarlo a la comunicación digital. 384 páginas
¿Cómo se construye la verdad oficial? ¿Cómo se manipulan los datos para que puedan ser interpretados de modo que favorezcan los intereses de los poderosos? ¿De verdad es libre la prensa en nuestra sociedad desarrollada y democrática? Esto es lo que se plantean los autores de este libro, que fue escrito en 1988 y que sirvió para consolidar al lingüista anarquista Noam Chomsky como el gran teórico de los medios de comunicación.
En inglés se titula Fabricando consentimiento: la economía política de los medios de comunicación de masas y describe, entre otras cosas, lo que se llama el “modelo de propaganda”, que atribuye a los medios de masas la capacidad de construir consensos sociales y orientar la opinión pública y la conducta política de la población hacia determinados fines. Algo que, por si no era evidente ya, los audios de presuntos periodistas cloaqueros como Ferreras y Casals con Villarejo de este verano nos han recordado que es así.
Chomsky plantea que existen una serie de “filtros” que hacen que la información que recibimos efectivamente esté orientada hacia la conservación de ciertos intereses. La parte que desarrolla Herman en este ensayo está relacionada con uno de esos filtros: la propiedad de los medios de comunicación, dominados por el poder económico. La publicidad de grandes empresas es la principal fuente de ingresos de los medios de masas lo cual, lógicamente, permite influir en los contenidos por parte de quienes ponen el dinero. Además, el hecho de que la fuente más sencilla y más barata de información para un medio de comunicación es obtenerla directamente del Estado y de las grandes empresas, dificulta el cuestionamiento de la versión oficial.
Además de los filtros por los que pasa el contenido periodístico, Chomsky desarrolla las 10 estrategias de manipulación mediática. Y la más importante de las mismas es la “fabricación del consentimiento”. Los medios de masas son un instrumento de gobierno, una herramienta para mantener el orden establecido mediante la persuasión y la construcción de sentidos comunes y de obediencia, sin necesidad de recurrir al uso directo de la fuerza. De hecho, no es casualidad que la aprobación del sufragio universal coincidiera en el tiempo con el desarrollo de los medios de comunicación de masas: las élites no cedieron el derecho al voto hasta que existieron formas de imponer su visión del mundo mediante la palabra escrita.
Otra idea interesante de Chomsky es su análisis del papel que juegan los que él llama los “medios de élite”, es decir, la prensa escrita. Sostiene que, aunque la televisión y la radio llegan a audiencias de masas, es la prensa escrita el lugar de donde surgen los temas y los marcos que después se reproducen en los informativos y las tertulias de televisión y radio. Es decir, los directores de los programas audiovisuales leen a los líderes de opinión de referencia y, a partir de ahí, construyen su escaleta de temas y sus enfoques sobre los mismos.
Los autores explican que esa creación de consensos a favor de una visión determinada del mundo, por lo general no obedece a una gran conspiración. Nadie le tiene que decir al director de un programa de televisión lo que tiene que decir, porque saben que, poniendo a alguien de determinado perfil al frente, ya tomará esa decisión por ellos, y creerá que lo hace libremente. Como le dijo Noam Chomsky al presentador de la BBC, Andrew Marr, en 1996, cuando éste le preguntó que cómo sabía si él se autocensuraba o no: “No digo que te estés autocensurando. Estoy seguro de que crees todo lo que dices. Pero si creyeras en algo diferente, no estarías sentado donde estás”.
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