La Guerra de Ucrania y la ideología de izquierdas

Dejamos tras nosotras un 2022 turbulento y nos adentramos en el recién estrenado 2023, año que marca el vigésimo aniversario de la invasión estadounidense de Irak. La guerra de Ucrania – que celebró sus primeros 10 meses de vida hace unos días – cumplirá su primer año a finales del mes de febrero. Mencionamos ambos conflictos bélicos porque los dos son agresiones imperialistas con características similares. Por ejemplo, el gobierno de Bush justificó la invasión de Irak en las atrocidades cometidas por Saddam Hussein y en un supuesto programa de desarrollo de armas de destrucción masiva que resultó ser una gran mentira; el gobierno de Putin justificó su operación militar especial en las atrocidades cometidas por el régimen de Kiev en el este de Ucrania y en la presencia de nazis en las instituciones del país. No negaremos los crímenes cometidos por Saddam (sólo en 1988 gaseó entre 3.200 y 5.000 kurdos en Halabja), ni los bombardeos ucranianos en el Donbass, como tampoco que Ucrania tiene un serio problema de considerable presencia neonazi (aunque ello no quiere decir que todo el país sea fascista, como nos quieren hacer creer algunos). Rusia también, dicho sea de paso, tiene un gobierno de extrema derecha y hay que tener en cuenta que Putin ha financiado a la ultraderecha europea (Orban, Salvini, Le Pen, Hazte Oír, etc.) desde hace años y que su filósofo de cabecera, Alexander Dugin, es un conocido fascista.

Pero, en cualquier caso, ninguno de estos hitos justifica las intervenciones militares de las dos mayores potencias bélicas del mundo, la destrucción de infraestructuras, el bombardeo de civiles, la alteración del mercado energético, matanzas de miles de personas (en la Guerra de Ucrania estima Reuters que han muerto más de 42.000 personas y la mayor masacre de civiles tuvo lugar a finales de febrero de 2022, en Bucha, donde murieron más de 450 civiles; por otro lado, como consecuencia de la Guerra de Irak, la cifras de muertes violentas, si bien son muy disputadas, oscilan entre las 151.000 y el millón de personas) y los desplazamientos forzosos de millones de personas.

Sin restar importancia al papel que ha jugado la OTAN en el conflicto de Ucrania, creemos que hay que condenar con contundencia la invasión rusa. Sin embargo, existe una parte de la izquierda occidental que, por miedo a posicionarse del lado del innegable imperialismo estadounidense y de la OTAN, no se manifiesta en contra de la guerra y reproduce parte del relato supuestamente antiimperialista de Putin (pese a que este relato viene cargado de una crítica al comunismo, ya que culpa a los bolcheviques de la creación del Estado ucraniano para debilitar a la gran Rusia). Por ello, hemos decidido reproducir a continuación un esclarecedor artículo escrito por Laura Vicente, publicado en Acracia y en Kaos en la Red, sobre esta cuestión.

La Guerra de Ucrania y la ideología de izquierdas

Me ha costado mucho decidirme a escribir sobre el tema de la guerra en Ucrania y la actitud de la izquierda, incluidos sectores libertarios, hacia este conflicto bélico (no caeré en el justificante ideológico de decir «guerras» cuando quiero decir guerra en Ucrania). Asumo el riesgo que conlleva esta reflexión a contracorriente, busco el debate y el intercambio de pareceres.

No voy a adentrarme en un análisis geoestratégico, ni en cifras sobre armamento de los contendientes y sus respectivos apoyos, ni voy a recordar lo que acordó Rusia con Ucrania en 1990 sobre las armas nucleares en territorio ucraniano, mucho menos si Ucrania tiene identidad para constituirse como Estado-nación o es solo la periferia de Rusia siendo la cuna de este Estado desde la Edad Media en el contexto del Kievan Rus (Estado eslavo oriental).

Mi interés no es analizar el conflicto desde esta perspectiva, entre otras cuestiones porque no conozco el tema lo suficiente para adentrarme con solvencia en sus intrincadas conexiones con las grandes potencias de principios del siglo XXI. Mi reflexión va por otros caminos puesto que me interesa entender porque la izquierda no se ha movilizado contra la invasión y guerra de Ucrania como si lo hizo, por ejemplo, contra la invasión y guerra de Irak en 2003.

En aquellas movilizaciones contra la guerra de Irak, en las que participé activamente, se nombraba la guerra en singular y, por supuesto, había otras guerras en el mundo en aquel momento. En aquella ocasión teníamos claro quién era el agresor (Estados Unidos y sus aliados entre los que se encontraba España) y quién el agredido (Irak). En las manifestaciones, además, se coreaban gritos de asesinos al «trio de las Azores» (Blair, Bush y Aznar). De hecho, la respuesta fue tan ágil que ya existían plataformas en contra de «la guerra» antes de producirse la invasión, las cuales convocaron una manifestación en todas las grandes ciudades para la tarde del día en que comenzara la invasión, sea cual fuere. Por último, se estima que en España se manifestaron entre ocho y once millones de personas.

La actitud de la izquierda ante la guerra de Ucrania ha sido muy diferente (también es cierto que en 2003 gobernaba el PP, mientras que en 2022 gobierna la coalición PSOE/UP). Parece que Ucrania no es un país defendible porque, por poner un ejemplo, hay nazis (algo que sorprendentemente se asume de la propaganda rusa para justificar la agresión a Ucrania, olvidando qué fuerzas políticas europeas y de algunos países americanos reciben y dan su apoyo a Putin). Incluso, no queda claro que sea un país agredido porque la guerra es entre dos bloques y los perdedores se darán en los dos países que se enfrentan (como si Ucrania no estuviera enfrentada a la segunda potencia militar del mundo). No he visto manifestaciones gritando asesino a Putin, aunque en realidad es que no ha habido manifestaciones, ni plataformas contra la guerra de Ucrania, así que las protestas no han movilizado sino a unos miles de personas, mayoritariamente ucranianas y sobre todo en los primeros días de la guerra.

La ideología, entendida como doctrina que pretende que la explicación de todo es una fórmula única, desarraiga de la realidad y entorpece la labor de «escucha» de esta, algo que debería ser obligado entre libertarios/as. Sin embargo, está primando la «no-escucha» de la realidad y se están trazando las pautas de cómo se quiere que sea, y cómo se quiere ordenar para hacerla cuadrar con el proyecto ideológico. Una pirueta que se sostiene solo desde la coherencia interna del discurso pero que no soporta el testimonio de quienes lo están viviendo. En definitiva, la izquierda (incluida una parte de la libertaria) parte de la ideología para construir los hechos y no que sean las ideas las que broten de los hechos.

¿Cómo podemos obviar algunas realidades patentes? La segunda potencia mundial en armamento, Rusia, fue quien decidió en febrero de 2022 agredir e invadir a Ucrania, un país muy inferior desde el punto de vista militar. Rusia justifica la invasión porque dice combatir el fascismo tocando la fibra emocional de la población exsoviética que fue educada en el recuerdo de la «Gran Guerra Patria». Tras unos meses en los que Ucrania, con la ayuda de países europeos y de la OTAN, ha impedido una victoria rápida de Rusia, esta se está centrando en destruir las infraestructuras energéticas de Ucrania con el único objetivo de socavar la resistencia de la población civil ucraniana ante el largo invierno que ya ha empezado.

Convendría centrarse en quienes son las víctimas principales de esta guerra: éxodo de población desde el inicio de la guerra, la totalidad de las muertes (igualmente de personas heridas y desaparecidas) de civiles, la destrucción de viviendas y de lugares de trabajo, la falta de alimentos y de electricidad para afrontar el frío, la amenaza permanente de bombardeos sobre ciudades sin ningún interés militar y tantos otros efectos de la guerra provocada por Rusia, sobre población civil. Nada de esto sucede en Rusia.

Resulta sorprendente el impulso de una bienintencionada izquierda por aplastar toda sensibilidad, por vaciar el corazón ante el sufrimiento de la población civil ucraniana escudándose en la ideología. Sin embargo, «el corazón es la sede de la participación en el mundo, de la disposición a ser afectado por él y afectarlo a su vez». Recuperemos la capacidad de acción o de «afectar» y «ser afectada» a partir de la facultad de percibir a la otra persona y de entrar en relaciones comunes con los otros seres humanos, algo que desde mi parecer forma parte de la idiosincrasia anarquista y libertaria.

A partir de esa labor de «escucha» y arraigo a la realidad con la sensibilidad hacia las víctimas y las personas vulnerables, podremos además hablar de geoestrategia, de bloques, de posibilidades de encarar las guerras desde el antimilitarismo y el antimperialismo, etc., cuestiones, por otro lado, que no dependen de la coyuntura de una guerra y que son luchas permanentes.

Comparte y difunde
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad