En verano los movimientos sociales madrileños nunca pueden marcharse de vacaciones, ya que es el periodo que más aprovechan las instituciones, en este caso el Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid, para continuar llevando hacia adelante iniciativas contra los barrios de clases populares y sus zonas verdes. El pasado 17 de agosto las vecinas del distrito de Arganzuela volvieron a manifestarse contra la tala de árboles proyectada por la ampliación de la Línea 11 de Metro de Madrid.
De hecho, en el mes de julio la Comunidad de Madrid decidió mantener la ubicación de la nueva estación de esa línea de metro dentro del Parque Madrid Río. En la Declaración de Impacto Ambiental del proyecto de ampliación de la Línea 11 entre Plaza Elíptica y Conde de Casal, se señala que serán talados 676 árboles y trasplantados otros 203 árboles. Con la ubicación de esta estación de metro, y el anuncio de la tala de más de un millar de árboles que inicialmente declaraba la Comunidad de Madrid, ya desde el pasado mes de febrero hubo movilizaciones de las vecinas de Arganzuela.
Movilizaciones de los barrios madrileños para salvar sus árboles y por una vida urbana sostenible
Ya en la primavera pasada se salió a las calles madrileñas bajo el lema: «No a la tala», paralizando provisionalmente el gobierno autonómico la tala de ese millar de árboles y comprometiéndose a hacer un análisis árbol a árbol para comprobar otras alternativas a la tala. Aunque fue el Ayuntamiento madrileño el que anunciaba que la autorización de tala concedida había caducado y que se tendría que solicitar una nueva por la Comunidad de Madrid. Esta afectación a zonas verdes de Madrid no solamente es en Arganzuela directamente, también el barrio de Comillas en Carabanchel Bajo, o la zona de Conde de Casal en el distrito de Retiro.
Las autoridades del Ayuntamiento de Madrid, a través de su vicealcaldesa Inmaculada Sanz, defendieron cínicamente el compromiso medioambiental del gobierno municipal argumentando que Madrid es la segunda ciudad más arbórea del mundo. Estadística que es bastante tramposa ya que no se tienen datos de algunas ciudades de otras latitudes geográficas, y porque se cuentan los árboles del Monte de El Pardo, un cuarto de la superficie del municipio de Madrid, y que se encuentra cercada en un 94,4% de su área mediante una valla que recorre su perímetro y cuya entrada está completamente restringida.
Sin embargo, ese dato ha sido la excusa utilizada en los últimos años siempre por el consistorio local, comprobándose continuadamente una disminución de las áreas arbóreas en Madrid y graves consecuencias en épocas estivales, donde la temperatura de incrementa en el centro de la ciudad. Madrid no tiene un sistema de parques medianos o pequeños convenientemente repartidos en la urbe, otorgando esos datos brutos anteriormente mencionados la existencia también de la Casa de Campo y el Parque del Retiro. En porcentaje de arbolado urbano es mucho mayor en barrios de un buen nivel económico como el barrio de Goya, mientras que en barrios populares como Tetuán, Carabanchel, Usera o Vallekas, las calles estrechas tienen minúsculas aceras y no hay apenas vegetación salvo en las vías principales.
Afirmaba la vicealcaldesa madrileña que «a nadie le gusta tener que talar árboles para construir una infraestructura, a veces lamentablemente es necesario». El gobierno local utiliza el comodín ciudadanista de las infraestructuras urbanas, que en municipios como Madrid llevan décadas fundamentalmente beneficiando a la construcción de una ciudad totalmente insufrible, menos conectada humanamente y solo en base a intereses del mercado de explotación y de consumo capitalista. Verdaderamente el barrio de Carabanchel Alto, que atraviesa la Línea 11 de metro en la actualidad, es de los peores comunicados con el centro de la ciudad, pero quererle dar una solución a esa cuestión talando centenares de árboles significa continuar una estela de un modelo urbano insostenible.
Las nuevas trampas institucionales y la necesidad de activar una lucha ecologista y anticapitalista
El gobierno autonómico de la Comunidad de Madrid ha asegurado que prevé plantar quince nuevos árboles por cada árbol talado, pero nuevamente se intuye una trampa en esa afirmación, ya que el vecindario cree que los nuevos árboles que se planten serán junto a nudos de autopistas y otros espacios en las afueras, pero no se compensará la desaparición de algunos árboles clave en la zona, por ejemplo, del barrio Delicias, y que otorgan sombra a lugares transitados por la población madrileña.
Esta cuestión medioambiental en la ciudad de Madrid no es una temática menor, ni algo de segundo plano, es parte de la política cotidiana que debe defenderse frente a las instituciones oficiales desde movimientos sociales y vecinales. De hecho, debería buscarse la coordinación con movimientos juveniles de lucha contra el cambio climático, tan relacionado con este ecocidio urbano que se quiere cometer. También requiere de la participación activa de otros colectivos políticos de base, de perspectiva anticapitalista y ecologista, creando una fuerza social suficientemente consciente y movilizada para frenar las acciones del Ayuntamiento y la Comunidad de Madrid.
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