En el primer día del año, un incendio en una de las habitaciones del Centro de Primera Acogida de Hortaleza hizo que gran parte de los medios de comunicación pusieran de nuevo el foco en él, en un día en el que las noticias se repiten año tras año, que si el primer bebé nacido en la ciudad o que si este año la rave es en tal pueblo del sur peninsular, era más que probable que esta noticia encontrara cierto hueco en la página principal de sus webs. Pero claro, es día 1 de enero y, aunque toque guardia, las ganas de trabajar son escasas para todas en un día así, así que la noticia de agencia se replicaba con escasas variaciones en un medio u otro, sin investigar ni llamar a tal oficina de prensa para contrastar la información, pues el titular ya estaba escrito, el incendio fue provocado tras una reyerta entre jóvenes magrebíes y subsaharianos.
Al día siguiente, Telemadrid desmentía esta información al recoger unas declaraciones del consejero de Presidencia, Justicia y Administración Local de la Comunidad de Madrid, Miguel Angel García Martín, que indicaba que desde el centro le habían trasladado que no se produjo ninguna pelea en ese momento. También dijo que el centro no estaba al 100% de la ocupación, que la sobreocupación no fue el desencadenante, algo que sería gracioso si no fuera el problema lo suficientemente grave, pero es que la Comunidad ha duplicado la ocupación, de 35 plazas a 72, en el mismo espacio, entonces, claro, si hay 60 chavales, en la actualidad, puedes decir perfectamente que hay plazas libres, que no está lleno.
Como ocurrió cuando el partido ultraderechista lo utilizó para su campaña electoral o cuando se encontró un artefacto explosivo, el Centro de Primera Acogida de Hortaleza, el centro por el que pasan todos los y las jóvenes de la Comunidad de Madrid, nacionales o extranjeros, en situación de desamparo hasta, en principio, su derivación a otros recursos, volvía a ser noticia. Pero qué pasó cuando el 90% de las trabajadoras del Centro firmó un comunicado denunciando el hacinamiento de los chavales, qué pasó cuando organizaciones sociales del barrio y sindicales han hecho público que los chavales no reciben ni un abrigo en los meses de invierno, que la comida es escasa y mala, que han llegado a dormir en finas colchonetas en el suelo o en sofás desmantelados, que no se les ofrece más plan durante el día que ver pasar las horas, que no hay acompañamiento psicosocial de ningún tipo, que se les retira el móvil y, por tanto, la forma de comunicarse con su gente, con sus familias, que se han producido agresiones por parte del personal de seguridad, etc. Pues nada, no interesa.
El Centro de Primera Acogida de Hortaleza es un centro para chavales y chavalas menores de edad, por el que pasan todo tipo de jóvenes en situación de calle, jóvenes víctimas de violencia por parte de sus progenitores, jóvenes que han recorrido cientos de kilómetros de mar o tierra, jóvenes recogidos con el puestón en alguna calle de Madrid, jóvenes que han sufrido violencia sexual, también jóvenes arrancados de sus familias de forma injusta, etc., pero se ha quedado con la etiqueta de Centro de MENAs y parece que esto justifica lo que sea, que los jóvenes africanos, del Magreb o del Sahel, tendrían que darnos las gracias porque les ofrecemos un techo y una manta. La deshumanización de chavales y chavalas de 16 años. Es todo muy perverso.
Por otro lado, el Centro de Primera Acogida es de los pocos de la red de (des)protección de la Comunidad de Madrid, de gestión directa, donde una parte relevante del personal no está subcontratado, un modelo que la Comunidad de Madrid ha reducido al mínimo, cediendo la gestión a entes privados, donde el conglomerado empresarial de, por ejemplo, Florentino Pérez, ha conseguido sustanciales contratos. En el infame anuncio de VOX que enfrentaba al joven migrante con la abuela española deberían haber puesto la foto del empresario de turno, que se embolsa los 4.700 euros por chico, mientras los menores acuden a roperos solidarios de colectivos vecinales, se hinchan a comer espaguetis con tomate y les chantajean constantemente con retirarles una paga ridícula. ¿A dónde va el presupuesto? ¿Se ha transformado la acogida en un nuevo negocio para las constructoras que se han diversificado creando empresas de servicios? Sí, es el capitalismo, una vez más, y, concretamente, Madrid, la cuna del clientelismo neoliberal.
Debemos tener una seria reflexión colectiva sobre qué estamos haciendo con los y las jóvenes que no cuentan con un entorno estable sobre el que estar, crecer y desarrollar su proyecto vital, porque estamos condenando a chicos y chicas menores de edad a un entorno de violencia y criminalización que, inevitablemente, tiene y tendrá un serio impacto personal, mientras empresas privadas estudian como reducir costes para maximizar sus beneficios.
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