Cuando la oscuridad afilaba los claveles y los fusiles, ambos necesarios para cualquier lucha política, y pasados veinte minutos de la medianoche del 25 de abril de 1974, sonaba en una emisora radiofónica la canción «Grândola, Vila Morena». Era la última señal para dar comienzo al movimiento revolucionario que derrocaría la dictadura de António de Oliveira Salazar en Portugal. Un proceso político que se desarrolla en nuestro territorio peninsular, en general bastante desconocido, que queremos rescatar de la memoria para aprender sobre su legado histórico particular, y qué lecciones podemos aprender el movimiento anarquista sobre las situaciones únicas que se abren en la historia de los pueblos.
Estado Novo, fascismo y colonialismo a la portuguesa
El «Estado Novo» fue una dictadura militarista de inspiración fascista en Portugal oficialmente entre 1933 y hasta 1974, denominado casi todo el periodo como Salazarismo, ya que estuvo presidida António de Oliveira Salazar desde su nombramiento como presidente del Consejo de Ministros en 1932 hasta su sustitución por enfermedad en 1968 por Marcelo Caetano. La dictadura más larga de toda Europa Occidental se apoyó en el tradicionalismo católico, la propaganda militarista y la Unión Nacional, movimiento político nacionalista. Las fuerzas armadas y la élite financiera sostuvieron esta dictadura salazarista que, en los primeros años, también encontró apoyo en el nazismo alemán, el fascismo italiano y el franquismo español.
El régimen portugués fue abandonando la autarquía paulatinamente, y abrazando las instituciones capitalistas, también se adhirió desde 1949 a la OTAN. Mantuvo un fuerte sesgo colonial en Asia y África como principio de su propaganda nacionalista e imperialista. Sin embargo, su nacionalismo tenía una característica particular, ya que el «Estado Novo», reconocía como portugués a todo aquél que así se sintiera en sus colonias, un carácter puramente de sentimiento y no de nacimiento en el territorio de Portugal (concepto de «lusotropicalismo»). La denominada «Guerra colonial portuguesa», fueron una serie de conflictos armados entre los años 1961 y 1974 entre las Fuerzas Armadas Portuguesas y milicias independentistas en distintos territorios coloniales como Angola, Guinea-Bisáu, o Mozambique.
Sin estos procesos anticoloniales en África no podría entenderse el contexto político de la Revolución de los Claveles de Portugal en 1974, ni tampoco obviar la visión política arrojada por el socialismo como corriente revolucionaria amplia que influyó mucho en la organización de este movimiento.
25 de abril: fusiles y claveles, movimiento político civil y militar
El régimen del «Estado Novo» en descomposición venía fraguándose ya varios años atrás, el mercantilismo capitalista en un país de segundo orden imperialista como Portugal generaba gran conflictividad social y laboral. Y el mantenimiento de unas colonias como propaganda nacionalista, más que como explotación de recursos, con una enorme guerra de desgaste, hicieron surgir en el seno de las fuerzas armadas portuguesas sectores muy disidentes. Nacía en 1973 el denominado «Movimento das Forças Armadas (MFA)», organización ilegal constituida en el Ejército portugués por jóvenes oficiales contra las guerras coloniales, con notables influencias de ideas izquierdistas que solicitaban la retirada de tropas en África, elecciones democráticas, y la supresión de la policía política portuguesa.
Si bien este movimiento ilegal en las fuerzas armadas creció mucho durante ese año en Portugal, fue tomando tintes además de enorme politización y lucha de clases, superando las clásicas reivindicaciones corporativistas y militares. El gobierno de Marcelo Caetano estableció un cerco contra el MFA, e infiltró a policía política en el seno de estas fuerzas armadas. A finales de 1973 se constituyó una Comisión Coordinadora, con un secretariado formado, entre otros, por Otelo Saraiva de Carvalho, militar portugués de tendencia comunista. Se intentaría derrocar a la dictadura evitando un conflicto armado civil, por lo que durante 1974 se coordinó todo el movimiento que asaltaría la escena política portuguesa la madrugada del 25 de abril.
El MFA y sus integrantes ocuparon puntos estratégicos a lo largo del país coordinadamente, y fueron dirigidos por un puesto de mando establecido en el Cuartel da Pontinha de Lisboa. Rápidamente esa noche se tomaron los principales aeropuertos y aeródromos, las instalaciones de gobierno civiles, y puertos marítimos atlánticos. La absoluta calma con la que se desencadenaron los hechos, respondía a la previa acumulación de fuerza y legitimidad política frente al gobierno de Marcelo Caetano. Este dio una serie de órdenes a partir de las 5 de la madrugada que no fueron obedecidas militarmente, y desde primera hora de esa mañana la población portuguesa se echaba a las calles en apoyo al movimiento revolucionario, dejando imágenes de claveles en los fusiles militares que dio el nombre a este suceso histórico.
El gobierno de Caetano se refugió en el cuartel del barrio del Carmo, siendo cercado hacia las 10 de la mañana por el MFA dirigido por el capitán Salgueiro Maia, y una multitud de manifestantes de distintos movimientos civiles. Al mediodía un intento desesperado por liberar al gobierno desde un buque en el estuario del río Tajo fracasa, y pasadas las 4 de la tarde, el gobierno y consejo de ministros de Marcelo Caetano se rinde ante el general António Spínola, militar del MFA de un sector moderado-centrista. Este capitulaba para entregarle el poder a las fuerzas armadas y evitar que así recayera sobre la calle, es decir, en el pueblo. Fueron arrestados inicialmente los miembros del gobierno, y posteriormente en circunstancias nada claras, se les permitió volar a las islas Azores y desde allí al exilio en Brasil.
Del entusiasmo popular de 1974 al verano caliente de 1975, el Proceso Revolucionario en Curso
Se inicia a partir de entonces el denominado periodo del Proceso Revolucionario en Curso (PREC) casi año y medio de indefinición en el rumbo de acontecimientos y en que sucederían algunas de las luchas políticas que determinarían las líneas de la situación abierta en que participaban distintos actores y corrientes ideológicas. Un periodo en que se sucedieron cinco gobiernos provisionales, y hubo varios intentos de la extrema derecha por desestabilizar la situación y conspiraciones militaristas conservadoras. En este proceso primeramente hubo una liberación masiva de presos políticos de la dictadura en la Prisión de Caxias, y retornaron del exilio algunos líderes políticos de la oposición parlamentaria como el socialdemócrata Mário Soares o el comunista Álvaro Cunhal.
Tuvo como consecuencia directa inmediata el fin del imperio colonial portugués en África y Asia, las tropas portuguesas desplegadas recibieron la orden de retorno, y también la consecuencia de un vacío de poder que tras siglos de colonialismo, expolio continuado de recursos, violencia política y encumbramiento de caciques locales autóctonos dejaría una situación de caos económico, social y político en estas antiguas colonias con consecuencias hasta la actualidad. Medio millón de terratenientes y otros profesionales liberales debieron abandonar estos países, fueron los denominados «retornados».
Se nacionalizaba la banca y gran parte de la industria, también se inició un proceso de reforma agraria siguiendo un programa socialdemócrata radical. Un año después de la Revolución de los Claveles, un sector de oficiales del MFA de tendencia comunista anunciaban una «transición al socialismo». El movimiento que sucedió a los hechos de abril de 1974 irrumpió con fuerza en un tablero internacional que encontraba en esta revolución un empuje en el avance de las ideas socialistas y anticolonialistas. Tanto EEUU como Europa no pensaban permitir el triunfo de un movimiento que siquiera pusiera sobre la mesa propuestas que podrían desbordarse. El canciller socialdemócrata alemán, Willy Brandt, trataría de controlar el destino de Portugal hacia un régimen democrático liberal. Para ello se cooptó a diversos políticos y facciones de las fuerzas armadas portuguesas, así como la financiación de grupos derechistas desestabilizadores e infiltraciones.
Tampoco la OTAN estaba dispuesta a que se extendiera el ejemplo de la Revolución de los Claveles a España, que se encontraba en los estertores del Franquismo. En el verano de 1974 se financió el congreso socialista español en Suresnes (Francia) para colocar en la dirección del PSOE a Felipe González y Alfonso Guerra, los constructores del proyecto del capitalismo global para el Estado español. Todos estos movimientos por parte del capitalismo internacional tuvieron su resultado en las elecciones constituyentes de abril de 1975 que dieron una victoria a los socialdemócratas, tratando de suprimir las influencias de militares y los movimientos civiles con ideas revolucionarias.
Ese verano caliente de 1975 diversos movimientos políticos tomaron tierras en el sur portugués y también se ocuparon algunas fábricas que empresarios y financieros abandonaron ante el clima de lucha de clases en incremento. Durante el quinto gobierno provisional, dirigido por Vasco Gonçalves se ve asediado por las posturas del neorreformismo socialdemócratas, pero también por elementos derechistas engrosados por los «retornados» de las colonias y grupos de acción de ultraderecha de la antigua policía salazarista. Los movimientos sindicales y soldados cercanos a posturas de lucha de clases tratan de tensar la situación social hacia la acumulación de poder popular.
Con esta situación de conflictividad social y de clases se alcanza el otoño de 1975, el 25 de noviembre un grupo de paracaidistas trataron de tomar el control de algunos puntos clave militares en todo el país. Pocos días antes el gobierno de Pinheiro de Azevedo de declaraba en ‘huelga’ y solicitaba a sectores de las fuerzas armadas su intervención para restablecer las condiciones para un gobierno efectivo. Fueron los sectores moderados y socialdemócratas los que se hicieron con el control de la situación, emergiendo la figura de Ramalho Eanes, militar que lideró las operaciones y nombrado Jefe del Estado Mayor por los socialdemócratas.
Se desarmó y controló a los militares con tendencias revolucionarias y socialistas en el seno de las fuerzas armadas, y se impuso un orden público que asegurase la aprobación de la Constitución portuguesa de 1976. Se desactivaron las medidas sociales de reforma agraria o instituciones de democracia directa que querían recogerse en dicho texto constitucional. Se había perdido la oportunidad de una revolución en el sur europeo, una lección histórica que nos queda como legado y aprendizaje en la organización política de un presente con potencial revolucionario.
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