Hace dos meses que las primeras tiendas se aposentaban frente al metro de Ciudad Universitaria junto a la Facultad de Información de la Universidad Complutense de Madrid. Siguiendo el ejemplo de universidades como las de Valencia, Nueva York, París o Ciudad de México, el estudiantado madrileño de los seis centros públicos de la región se plantaban en el campus. En este mes de pensamiento y acción, el estudiantado allí acampado no ha conseguido que el consejo de rectores respalde cinco puntos que comprenden (1) una condena clara y explícita contra la destrucción deliberada de las universidades palestinas en la franja de Gaza, (2) una exigencia de alto el fuego inmediato y permanente en Gaza, (3) la dotación de recursos económicos para la recepción de estudiantes y personal académico de Palestina y la reconstrucción de las universidades de Gaza así como (4) evitar cualquier fórmula de colaboración con las universidades israelíes que se relacionen con el genocidio en Palestina y (5) la ruptura de relaciones diplomáticas con Israel por parte del Gobierno.
El pasado 6 de junio, las estudiantes cortaron la carretera del campus en respuesta al cumplimiento del plazo que le dieron a las universidades madrileñas para obtener una respuesta. La acción se saldó con la intervención policial, que retiró por la fuerza a los activistas que permanecían en la acción. Más de 90 personas fueron identificadas y se calcula que podrían recibir sanciones por un importe de unos 60.000 euros. En cualquier caso, esta represión fue menor que los desalojos violentos que sufrieron las estudiantes de Sevilla (expulsados del Rectorado) o de la Plaça de Catalunya, en Barcelona.
El 7 de junio las estudiantes decidieron que había llegado el momento de levantar el campamento para pasar a la acción de otra manera. “La lucha sigue más allá de la acampada”, avisó su comunicado. Y así fue. Al día siguiente celebraron una concentración en Sol, en plena jornada de reflexión de las elecciones europeas. Al más puro espíritu desobediente del 15-M, desobedecieron las órdenes de no realizar manifestaciones políticas en la víspera electoral y señalaron la complicidad de la Unión Europea con el genocidio en Palestina, que ha destinado 126 millones de sus fondos de investigación a la industria israelí después del 7 de octubre.
“Tras años de movimiento estudiantil adormecido, estamos de vuelta. Y no nos vamos a olvidar de que lo que nos ha vuelto a juntar ha sido la voluntad de apoyar al pueblo palestino en su lucha por la libertad. Por ello, el movimiento estudiantil se compromete a ser un pilar fundamental en el más amplio movimiento internacionalista propalestino”, concluyen.
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