Érase una vez una huelga de alquileres. Las claves históricas de la lucha por la vivienda en Europa y América

En este artículo haremos un repaso de los movimientos vecinales y de vivienda o contra la precariedad que estallaron en procesos de huelga de alquileres o inquilinato. Como siempre, creemos que observar, analizar y recoger las claves históricas de estas luchas políticas nos puedan aportar herramientas a los conflictos del presente.

Huelga de inquilinatos en Argentina a principios del siglo XX y gran «Marcha de las escobas»

En el año 1907 estalló en Argentina un movimiento popular contra la subida de los alquileres y la denuncia de las condiciones deplorables en las casas de inquilinato. Esta huelga de inquilinos tuvo su centro neurálgico en Buenos Aires, y principalmente en los barrios donde se concentraban los denominados «conventillos». Se trataba de un tipo de vivienda urbana colectiva o de vecindad, similares a las corralas castellanas, un conjunto de estancias de reducido tamaño alquiladas bien por familias, o bien individualmente; y donde los servicios de comedor o de baño solían ser comunes. Solían tener unas condiciones sanitarias pésimas, ya que eran habituales los hacinamientos, por lo que representaban el tipo de vivienda de las clases bajas. Podían estar estructuradas en galerías o patios y las construcciones estaban realizadas con madera y chapas onduladas de cinc. Algunos barrios aledaños al río, como el de La Boca, se construían sobre pilones de madera para evitar inundaciones, y se pintaban con los sobrantes del calafateado de los barcos. La huelga de inquilinos se inició en agosto de 1907, duró aproximadamente tres meses y en ella participaron del movimiento unos cien inquilinatos, habiendo una importante presencia de militantes anarquistas y socialistas.

Argentina desde el último cuarto del siglo XIX se había convertido en un país agroexportador, abierto a recibir numerosos capitales externos y una inmigración masiva, principalmente italianos y españoles. Estos migrantes desempleados de Europa, llegaban a un país argentino que invitaba a la explotación laboral a todos los niveles, lo cual propició un proceso de urbanización creciente en pocas décadas.

A partir de inicios del siglo XX los alquileres comenzaron una tendencia de subida inasumible; y en 1907 el precio de una habitación podía triplicar el de 1870. Una habitación podía costar alrededor de 20 pesos de aquella época, subiendo de 5 a 7 pesos más con ventana a la calle; y constituía una parte importante del presupuesto de estas familias obreras.

En el año 1890 los inquilinos comenzaron a organizarse en torno a una comisión para establecer estrategias frente a los propietarios. El movimiento resurgiría tres años después conformando la «Liga Contra los Alquileres», nuevo proyecto que se disolvería por decisión propia interna; sin embargo, se estaban ya sentando unas bases de autoorganización en torno a un problema social generalizado sobre la vivienda. En 1905, el alza de los precios de alquiler llevó a que militantes anarquistas, junto con sindicalistas redactasen un manifiesto que propulsase una nueva liga contra la carestía de vida, aunque no pudo llegar a concretarse.

El punto de inflexión resultó cuando en 1906 la Federación Obrera Regional Argentina, conocida como FORA, encabezaba la campaña que solicitaba una bajada de los alquileres y se organizaba la «Liga de Lucha contra los Altos Alquileres e Impuestos». En agosto de 1907, un decreto municipal en Buenos Aires aumentaba los impuestos locales, y gran parte de esas medidas impositivas recayeron sobre el precio de los alquileres ubicados en barrios de «conventillos». Y desde esa medida, un inquilinato en la calle Ituzaingó se declaraba en huelga, negándose a pagar el alquiler. Se conformó un comité central para tratar de extender la propuesta vinculada a la rebaja de la jornada laboral a ocho horas diarias y el aumento de los salarios para poder hacer frente a la vida.

La propaganda y acción se puso en marcha entre este comité y las organizaciones obreras buscando el apoyo de otras viviendas colectivas en los siguientes meses en otros barrios de Buenos Aires con zonas de «conventillos»; y extendiéndose a municipios como Avellaneda, Lomas de Zamora, La Plata, Bahía Blanca, e incluso la ciudad de Rosario en Santa Fe; contando un total de unas dos mil viviendas adheridas a esta huelgan por todo el país.

En dicha protesta destacó la conocida como «Marcha de las escobas» por las calles del barrio de La Boca, una nutrida manifestación que protagonizaron en gran parte niños, adolescentes y mujeres que batían las escobas de las casas en señal de ‘barrer a los caseros’ de sus conventillos. De esta manera lograron numerosas adhesiones y se incrementaba la conflictividad contra las autoridades. En una de las viviendas de la calle San Juan, fueron las mujeres quienes bloquearon las entradas conformando un cordón de resistencia para enfrentarse a las fuerzas policiales que trataban de desalojarles por orden del Coronel Ramón Falcón.

La policía argentina reprimió duramente a los militantes de esta huelga de alquileres, y el 22 de octubre fue asesinado el anarquista Miguel Pepe, lo que desataría una contundente respuesta organizada por las clases populares. Sin embargo, fueron sucediéndose desalojos indiscriminados que minaban las fuerzas obreras en lucha, cerrando este ciclo de huelga de alquileres pero dejando una fuerte impronta y un punto de inflexión en los conflictos por el derecho a la vivienda en Argentina y hacia una más amplia organización de la lucha sindical.

Huelga de alquileres de 1931 en Barcelona, vivienda y lucha obrera en unidad de clase

Durante ocho largos meses se extendió una huelga de alquileres iniciada en Barcelona en 1931, y encadenada junto con la Huelga de la Telefónica ese mismo año, y una Huelga General de tres días en Catalunya en septiembre de 1931. Inicialmente se convocaba desde el Comité de Defensa Económica que el Sindicato de la Construcción de CNT había creado ese mismo año. Su epicentro estuvo en las denominadas «casas baratas» del barrio del Bon Pastor, y también en Can Peguera, Baró de Viver y Ferrer i Guàrdia (La Marina del Prat Vermell). El contexto particular no se pudo haber dado en otro momento más preciso políticamente que en el cambio de ciclo de régimen del periodo anterior de la Dictadura de Miguel Primo de Rivera a la Segunda República, y el incremento de la conflictividad obrera.

En 1929 hubo en Barcelona la Exposición Internacional, cuya construcción de las instalaciones y preparación de la misma atrajo a miles de migrantes a la ciudad catalana que se quedaron en paro y sin recursos debido a la crisis económica del Crac del 29 que comenzaba a azotar. Estas obras a gran escala en Barcelona incluyeron la construcción del metro, o la urbanización de la montaña de Montjuïc. Las barracas de autoconstrucción obrera eran consideradas insalubres, y la solución de la burguesía barcelonesa eran realojos en barrios de casas baratas (debido a su construcción, no a sus alquileres) obligándoles a pagar unas rentas que se inflarían de tal manera que hacían insostenible el precio de la vida. Esto provocó que hubiera un ambiente de gran presión hacia inquilinos de viviendas y desahucios masivos relacionado con un clima de tensión social más amplio junto a luchas obreras. En el mes de julio de 1931 desde la CNT se convoca y se trabaja esta huelga de alquileres, que en el verano de ese año alcanzó a 100 mil familias de clase trabajadora que se habían adherido a la misma. Igualmente ese verano las trabajadoras de la Compañía Telefónica Nacional de España, única empresa que prestaba servicio de telefonía, y propiedad de la multinacional estadounidense ‘American Telephone and Telegraphy Company’, se ponían en huelga con apoyo de los sindicatos CNT y UGT.

Es decir, la huelga de alquileres llegaba en un momento que no estaba desligado de otras luchas de clase; y por lo tanto se organizaba dentro de un clima de escalada de conflictos y, sobre todo, de desbordar la inacción de la Segunda República española a dar ninguna solución a la miseria de la vida de las explotadas. El Comité de Defensa Económica vinculado a la CNT se sentó a negociar con la Cámara de Propiedad y el Ayuntamiento para reducir el precio de alquileres, frenar los desahucios y abordar el paro y subida de precios de alimentos. Aunque hubo manifestaciones al respecto, hubo una oposición frontal a las demandas con el apoyo del Gobierno, por lo que se convocó la huelga de alquileres.

Las reivindicaciones acordadas eran exigir una reducción del 40% del precio del alquiler, quien no tuviese ingresos que no pagara alquiler mientras se encontrase en dicha situación y reubicar a toda las personas en paro donde hubiese trabajo. Se creó una caja de resistencia para hacer frente a los pagos de personas sin ingresos, y la organización vecinal fue clave para la extensión de la huelga así como la resistencia a los deshaucios. Muchas veces estas resistencias estaban protagonizadas por mujeres como Victoria Ruiz Rodríguez («La Benita») o Dolores Maldonado Ruiz que detenían desahucios y ayudaban a portar muebles de vuelta a las casas cuando el Patronato de Vivienda les sacaban.

En agosto de 1931, la expansión de la huelga de alquileres y de Telefónica llevó al Gobierno a enviar la Guardia de Asalto republicana a Barcelona para reprimir. Esas manifestaciones fueron atacadas por la policía, los desahucios se ejecutaban muy violentamente, y finalmente en diciembre de 1931 se encarceló a todos los miembros del comité de huelga. Hubo durante aquellos meses 18 muertos y decenas de heridos por la represión republicana a los obreros barceloneses. En enero de 1932 se lograron acuerdos particulares con pequeños propietarios para la reducción de los precios de alquiler, manteniéndose estas luchas por la vivienda durante todo el periodo hasta la Revolución social de 1936.

Otros casos en la historia como el movimiento inquilinario de Panamá en 1925 ante los impuestos del gobierno de Rodolfo Chiari mediante la Ley núm 29 que aumentaba el alquiler entre un 25% y un 50%. Años antes en 1915 en la ciudad escocesa de Glasgow se hizo una huelga de alquileres con comités de inquilinos que adhirió a 20 mil trabajadoras que amenazaban con una huelga en las fábricas si la policía intentaba llevar a cabo una represión masiva. En 1971 se conformó una asociación de inquilinos de la Universidad de Sussex con objetivo de abordar problemas como las condiciones de alojamiento en las residencias estudiantiles. Estos son algunos ejemplos en la historia para sacar lecciones en torno a la lucha por la vivienda y los conflictos laborales y contra la precariedad de la vida, que decididamente deben ir en unidad de clase.

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