El pasado sábado 19 de octubre se reunió en la Fundación Anselmo Lorenzo de Madrid una nutrida turbamulta de surrealistas, poetas malditos, observadores críticos y críticas crónicas, espíritus errantes, licántropas, afinidades electivas, cómplices, curiosas impertinentes y sobre todo amigos conocidos y desconocidos, juntas y revueltos para homenajear a Eugenio Castro. ¡Va por el Gran Boscoso!
Eugenio Castro (Las Herencias, Toledo, 7 de marzo de 1959 / Madrid, 2 de marzo de 2024) fue poeta, poeta de la palabra, de la imagen y de la experiencia onírica de lo sensible, cofundador del Grupo Surrealista de Madrid, la revista Salamandra y ediciones de La Torre Magnética, activo participante en muchos de los movimientos emancipatorios y libertarios antes y después del 15M. Fue figura clave y central en el nacimiento de una verdadera actividad surrealista en España desde finales de los 70, coincidiendo con el horizonte de ruptura y el estallido de la contracultura libertaria tras la muerte de Franco, y contra la normalización política, económica y social que finalmente se impuso en el marco del capitalismo global, la democracia burguesa y la cultura domesticada. Es en este medio y en tal aventura colectiva donde se sitúa la aventura pasional e irreductible de Eugenio Castro, y su búsqueda de la poesía por otros medios, y por todos los medios a su alcance.
Poeta de la palabra y el lenguaje libre y liberado, refractario a toda fórmula gastada empezando por la surrealista cuando se degrada en estilo literario, poeta de la intemperie de lo nunca dicho en busca de la imágenes inéditas y de la mismísima surrealidad.
Poeta de la imagen plástica, de la creatividad incansable y siempre insatisfecha, que se volcó primero en una obra pictórica a redescubrir que se mestizaba con el objeto y fecundaba el azar, y después la fotografía de umbrales suntuosos, el collage sin moldes historicistas de los mundos ignotos, el gommage espectral o los documentales surrealistas, materialistas y poéticos.
Poeta de la poesía sin poemas de esa vida cotidiana que se expresa y siente en el paseo urbano y la fusión con la exterioridad: se perdió por calles y plazas y también por bosques, montes y playas, porque a pesar de ser un acérrimo campesino de Madrid y su mejor psicogeógrafo, siempre tuvo presente su infancia rural en el pueblo toledano de Las Herencias, que tanto le marcó para agudizar el instinto de lo maravilloso. Prueba de ello son los libros que atestiguan sus paseos, derivas, encuentros y hallazgos en la ciudad y en la Naturaleza: H, La flor más azul del mundo o Madrid rediviva.
El aliento de lo posible de Eugenio Castro ha sido fundamental para las reflexiones, debates e investigaciones experimentales que el Grupo surrealista de Madrid ha llevado a cabo, sea el problema de la imagen, la crisis del objeto, la exterioridad o el materialismo poético, figura fundamental pero no única ni siempre principal, al tratarse de una aventura que nuestro amigo siempre entendió y deseó como colectiva.
En tal actividad Eugenio Castro mantuvo y exigió una perspectiva radical de pensamiento y acción hacia lo que el surrealismo fue, es y podría ser, pues para él y sus amigos se trataba de defender e iluminar el núcleo del cometa del movimiento contra todo confusionismo posmoderno, oportunista o advenedizo. Eugenio también se conjuró, con el mismo ardor implacable, por una reinvención constante del surrealismo que se atreviera a seguir dando respuesta tanto a las amenazas mortíferas que llegan de la dominación como a las solicitaciones que la verdadera vida sigue brindando en la realidad histórica que nos ha tocado vivir y que seguimos deseando transformar a pesar de todas las decepciones y fracasos, contra la distopía, por la experiencia utopista de lo sensible en el ahora.
Esta lucha, esta tensión, esta exaltación, fueron las divisas de Eugenio Castro.
Pingback: En recuerdo de Eugenio Castro | Aurora Fundación