La Bannon-lidad del mal

Todos los imperios siempre han justificado sus masacres y apropiaciones de tierras en nombre del progreso. Hace siglos, España, Francia y Reino Unido conquistaron América, Asia y África para traer a los salvajes la civilización y el cristianismo. Y en este milenio, Bush invadió Irak para liberarlo, Obama bombardeó Siria para luchar contra el yihadismo y Biden apoyó a Netanyahu y Zelenski para luchar contra el terror de Hamás y Putin.

En ciertos momentos de la historia, algunos líderes han expresado en voz alta lo que el subconsciente colectivo pensaba discretamente. Esto ha ocurrido especialmente cuando la sociedad vira hacia el fascismo y no le importa prescindir de las supuestas razones éticas, religiosas, o identitarias por las que se iniciaron las guerras, reconociendo que se trata de reparto de poder y dinero. De esta manera, Hitler pudo defender sin rubor el exterminio de judíos, gitanos y eslavos y el proceso de alemanización de Europa. Y, ahora, Trump admite abiertamente que las intervenciones yankis en Siria e Irak eran por petróleo, que el apoyo a Ucrania se condiciona a poder explotar sus recursos mineros y que Gaza tiene un enorme potencial turístico y económico. No lo hace de manera crítica con el imperialismo, sino con orgullo.

Colaboradores estrechos de Trump, como Elon Musk y Steve Bannon (asesor también de Vox, Meloni y Le Pen) realizan saludos nazis ante miles de personas para recordarnos que nos encontramos en uno de esos momentos de la historia en la que el fascismo no es tabú. Y, en consonancia con ellos, Trump va mucho más allá que Netanyahu y aboga por expulsar a millones de palestinos de la Franja y convertirlo en un parque temático. Pese a que Netanyahu lleva año y medio perpetrando un genocidio en la región, discursivamente procuraba distinguir entre Hamás y el pueblo palestino y hablaba de desplazamientos temporales. Pero Trump va mucho más allá que el primer ministro israelí y defiende un plan de limpieza étnica total, en el que Gaza será un resort de playa repleto de hoteles, casinos y restaurantes controlada por las élites capitalistas estadounidenses, israelíes y de sus aliados.

La banalidad del mal llegó a su apogeo a finales de febrero, cuando Trump publicó en sus redes sociales un vídeo cutre, hecho con IA, de lo que será Trump Gaza: fiestas en piscinas mientras llueven billetes, bailarinas exóticas, una estatua dorada gigante del presidente estadounidense y Trump y Netanyahu sorbiendo mojitos en una hamaca. El colonialismo y supremacismo más asqueroso, en su máxima expresión.

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