Lo que comenzó a finales de 2012 con las protestas de algunos/as trabajadores/as de establecimientos de comida rápida encabezadas por un sindicato en la ciudad de Nueva York, se ha convertido a día de hoy en la movilización de decenas de miles de trabajadores/as de este y otros sectores igual de precarizados a lo largo de todo Estados Unidos e incluso más allá de sus fronteras.
Desde el inicio, el movimiento bautizado como Fight for 15 (Lucha por 15$) ha asumido como reivindicaciones principales el aumento del salario mínimo a 15 dólares/hora y el derecho a sindicarse en el puesto de trabajo sin sufrir represalias. No es de extrañar que estas reivindicaciones hayan cogido fuerza en el sector de los fast food, en el que una gran mayoría de trabajadores/as cobran el salario mínimo interprofesional (7,25$ a nivel federal, ligeramente superior en algunos estados) y se ven obligados/as a mantener hasta tres empleos a la vez para mantener a sus hijos/as, o a solicitar programas de asistencia pública como los vales de comida o asistencia sanitaria (Medicaid), a los que recurren el 52% de los/as trabajadores/as de este sector.
No es de extrañar tampoco que el movimiento se haya ido extendiendo a otros sectores laborales igualmente precarizados, como el de cuidadores/as a domicilio, empleados/as de Walmart y otros grandes comercios, trabajadores/as de aeropuertos, profesores/as adjuntos/as y algunos/as trabajadores/as sanitarios/as. Y es que mientras que los empleos de bajos salarios representaron el 21% de los puestos de trabajo perdidos en EEUU durante la tan trillada crisis, éstos son el 58% de los creados en la supuesta recuperación (según datos de la organización National Employment Law Protect-NELP), es decir, cada vez más trabajos basura.
Así, Fight for 15 ha conseguido unir en torno a unas reivindicaciones comunes y básicas al sector más precario y desprotegido de la clase trabajadora norteamericana: mujeres, latinoamericanos/as, afroamericanos/as, jóvenes, etc., alcanzando una fuerza y un potencial de lucha que no se ha podido ver en otras luchas laborales más sectoriales o segmentadas. A pesar de los puntos débiles del movimiento, como la fuerte dependencia del sindicato SEIU (Service Employees International Union) que lo ha financiado directamente con enormes cantidades de dinero, la fuerza de los/as trabajadores/as ha logrado una escalada en la intensidad de las acciones que ha comenzado a dar sus frutos, y que quizás sea también la clave para ir ganando autonomía frente a los sindicatos a medida que el movimiento crece y los/as trabajadores/as van adquiriendo una mayor conciencia y experiencia de lucha.
De concentraciones y acciones más o menos simbólicas orientadas sobre todo a los medios de comunicación, a finales del año pasado se dio el paso a la huelga, convocando los días 4 de septiembre y 4 diciembre una huelga nacional que tuvo seguimiento en más de 150 ciudades y que se saldó en la primera ocasión con cientos de personas detenidas.
La última gran acción realizada ha sido la huelga que tuvo lugar el pasado 15 de abril y en la que, aunque no se conocen cifras de seguimiento, se movilizaron en torno a 60.000 trabajadores/as que realizaron concentraciones en 236 ciudades, según los/as organizadores/as, además de ser respaldada por otras movilizaciones por la subida de los salarios en países como Brasil, Nueva Zelanda o Reino Unido. En esta convocatoria y ya desde los últimos meses, comienzan a escucharse junto a las reivindicaciones principales otras no salariales como la mejora de la seguridad en el puesto de trabajo, contra el racismo corporativo, horarios y jornadas estables, etc.
Aunque el objetivo aún está muy lejos, los resultados de la “lucha por 15$” ya son evidentes. A lo largo de EEUU el debate sobre el aumento del salario mínimo está ya sobre la mesa, lo que ha hecho que los/as demócratas vean en el asunto un filón para aumentar su apoyo electoral, con el resultado de que más de veinte estados subirán este año el salario mínimo. Aunque se trata en su mayoría de subidas bastante limitadas, de 1 o 2 dólares por hora, o bien aumentos escalonados año a año (por ejemplo, la ciudad de Seattle ha aprobado el aumento a los 15 dólares de forma escalonada hasta 2021), basta hacer la cuenta de las horas trabajadas mensualmente para advertir que este mínimo aumento supone ya una mejora considerable en las condiciones vitales de los/as trabajadores/as, y ésta nunca se habría producido sin la movilización y perseverancia de los/as mismos/as.
Algunas de las grandes empresas que han sido objetivo de la campaña han comenzado a hacer también alguna concesión para lavar su imagen, como es el caso de las tiendas Target, TJX y de Walmart, que anunció recientemente un aumento de sueldo a sus empleados/as a 9 dólares este año y a 10 el próximo, o de McDonald’s, con la promesa bastante más pobre de aumentar el sueldo 1 dólar por encima del salario mínimo local pero sólo en los establecimientos propios (no franquiciados), que suponen el 10% del total.
Esperemos que estas pequeñas victorias sirvan para reforzar la lucha y sean entendidas como un comienzo de la misma y no como su punto álgido, a pesar de los intentos de políticos/as demócratas y sindicatos de instrumentalizarla para servir a sus intereses propios, un riesgo que se ha dado en este como en cualquier otro conflicto de carácter laboral. Con todos sus aspectos criticables, el ejemplo de Fight for 15 es una muestra más de la fuerza de los/as trabajadores/as y su capacidad para mejorar sus condiciones de vida mediante la lucha y la solidaridad, ejemplo que esperemos continúe extendiéndose mucho más, sea bajo este u otro nombre.
Puedes consultar más información sobre acciones realizadas y noticias relacionadas con el movimiento en www.fightfor15.org
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