Parece que vivimos en los tiempos del cambio. Y la verdad, hay cosas que cambian, ya que una sociedad estática es una sociedad muerta. Pero hay cosas que nunca cambian, como los intereses sociales de las distintas clases o los temores y posibilidades de cada una en la arena política. Es una realidad que se ha producido un pequeño vuelco electoral hacia una nueva-vieja izquierda representado sobre todo en las grandes ciudades, así como la pérdida del poder absoluto que ostentaba la derecha clásica, siempre vieja. Este vuelco produce situaciones atípicas, un alcalde (el de Cádiz) cambiando el retrato del Rey por el de Fermín Salvochea (gran anarquista, mejor persona) o la disolución del cuerpo de antidisturbios en Badalona, acciones que lejos de ser extraordinarias deberían ser ordinarias en cualquier gobierno a la izquierda. Pero más que centrarnos en qué hacen los/as nuevos/as alcaldes/esas, es bastante significativo la forma de enfrentar este cambio desde la otra bancada, la de los más fieles representantes de los poderes políticos y económicos. Si cambios tibios, estéticos y limitados como los de los nuevos ayuntamientos producen semejante oleada reaccionaria desde las élites… ¿Qué ocurrirá el día que estemos en camino de llevar a cabo una transformación social real? Lo de hoy serán meros chistes. Las declaraciones y el bombardeo mediático desde los grandes medios de comunicación era algo de esperar, el problema real reside cuando uno de los pilares de tu proyecto político son precisamente esos mismos medios de comunicación. El humo se escapa y difumina en el aire.
Es muy interesante leer los grandes medios de comunicación y estar atentos/as a las declaraciones de nuestros/as enemigos/as, ya que aunque basen su comunicación en el miedo y la mentira, la verdad siempre aflora y se cuela entre titular y titular. El caso es que gracias a esta nueva ofensiva informativa desde la derecha podemos ver a lo que realmente le tienen miedo, y no son los nuevos ayuntamientos, ya que eso lo tienen medianamente atado, a lo que realmente han temido, temen y temerán es a la acción colectiva. En un mundo donde el camino es la individualización y el aislamiento, la ruptura con esa premisa, la creación de comunidad y la articulación de la acción colectiva para la mejora de la vida, son pasos previos y necesarios para la tarea de la transformación social. Y esto parecen saberlo mejor Esperanza Aguirre y Juan Rosell, presidente de la patronal, que aquellos/as que ponen sus esperanzas de cambio en la vía estatal.
En el estrecho tiempo entre la jornada electoral y la constitución del nuevo ayuntamiento, Esperanza Aguirre trató de hacer todo lo posible por mantenerse en el gobierno, su último y desesperado intento fue la propuesta de un “gobierno de concentración” donde la candidata de Ahora Madrid, Manuela Carmena, fuese alcaldesa pero renunciase a sus propuestas de “constituir Soviets en los barrios de Madrid”. Ciertamente, a muchos nos gusta más el programa de Ahora Madrid de boca de Esperanza Aguirre que el real. Qué más quisiéramos los/as revolucionarios que la constitución de asambleas (Soviets en ruso) populares que gestionasen de forma directa los barrios, siendo los/as vecinos/as, sin intermediarios, quienes decidieran acerca del territorio que los rodea. Pero no, no se van a constituir Soviets en Madrid, por lo menos de la mano de Ahora Madrid.
Este tiempo también ha dado oportunidad a que la peor calaña del Reino se manifieste, últimamente vemos mucho en los medios al presidente del BBVA, Francisco González, arremetiendo contra todo lo que atente a sus intereses. También hemos visto la última aventura del comandante en jefe de los GAL, Felipe González, yendo a defender a un preso venezolano, como si aquí no tuviéramos a Alfon. Pero en consonancia con las declaraciones de Aguirre llaman mucho la atención las de Juan Rosell, advirtiendo acerca de la necesidad de “proteger a los sindicatos” para “evitar movimientos asamblearios”. Y esto lo suelta en medio del conflicto entre los trabajadores/as de las subcontratas de Telefónica, que en una huelga indefinida histórica de 72 días han pasado por encima de los sindicatos que firman acuerdos a sus espaldas. Por supuesto Rosell no habla de proteger al sindicalismo y los/as trabajadores/as, sino de proteger a “los sindicatos”, eufemismo hoy del binomio CCOO-UGT.
Como leemos de sus palabras, Rosell y Aguirre no tienen especial miedo ni de los nuevos ayuntamientos ni de los viejos sindicatos. Tienen miedo de las propuestas de articulación colectivas que buscan en la lucha frente a los intereses del Capital la generación de un tejido social que haga de contrapartida a las actuales instituciones estatales, sentando así los cimientos de una propuesta alternativa y contraria al modelo económico y político actual. Luchas como la de los/as trabajadores/as de Telefónica, que sobrepasan los estrechos márgenes del diálogo patronal-sindical siendo incontrolables para ellos/as, es lo que no quieren ver, por eso no aparecía en ningún medio de comunicación. Ejemplos como la Comunidad La Esperanza de Gran Canaria, donde decenas de familias están okupando y viviendo de forma colectiva, son su pesadilla. Sindicatos y organizaciones cuyo interés no reside en ocupar espacios de representación política, sino ejercer la defensa de los intereses de la clase y constituir nuevas instituciones fuera del marco estatal, asambleas de barrio que realojan a sus vecinos/as sin esperar a que el ayuntamiento escuche qué le parece al fondo buitre dueño de la vivienda, colectivos de jóvenes en los barrios que hartos/as del ninguneo de las Juntas de Distrito llevan a cabo iniciativas de ocio fuera del mercado o asambleas de mujeres que no se fían de los cambios en el gobierno y mantienen la lucha por su emancipación más allá de los debates acerca de la despenalización del aborto.
En definitiva, para las élites es un problema menor la constitución de ayuntamientos alejados de la monotonía PPSOE, ellos/as han hecho las leyes, ellos/as controlan a quienes las ejercen en última instancia, ellos/as controlan a quienes mediante la violencia se encargan de que las cosas no se vayan de mano, ellos/as controlan a los/as jueces/zas que dicen lo que puede hacer o no un ayuntamiento. Ahora toca ver qué tenemos nosotros/as, ver el camino recorrido hasta ahora, hacer balance y lanzarnos a la reproducción de luchas, prácticas e instituciones a las que realmente tienen que temer, aquellas donde la fuerza reside en el mandato asambleario, la acción colectiva y la estructuración de una auténtica comunidad en lucha. Superando el miedo infundamos terror sobre las élites e ilusión sobre los/as desposeídos/as.