Estos meses de verano las gentes de Madrid nos agolpamos más de lo normal en piscinas y autovías. Lo de las piscinas puede tener un pase, ahora lo de los atascos sólo puede ser masoquismo. Pero masoquismo de masas, porque lo malo en común se lleva mejor.
Los atascos son una característica propia del transporte en coche. Son indisociables: coches provocan atascos. Frente a la idea mítica del coche como “libertad de movimiento”, como vehículo autónomo que nos ha liberado para movernos la realidad es que es todo lo contrario: nunca en la historia humana habíamos utilizado para movernos una técnica que necesitara de un entramado tan complicado y caro como los vehículos a motor. Es una ironía llamar auto-móvil a máquinas que son completamente dependientes de que haya una legislación que los regule, unas infraestructuras por las que moverlos, un entramado industrial que los fabrique y repare, una red de abastecimiento de combustible que los alimente y un sistema financiero que lo pague todo. Pero así son las cosas.
Ironía es también que se nos venda que el coche nos da libertad de movimiento o que nos ahorra tiempo. Veamos los datos: si al año viajamos unas 260 horas en coche, estaremos dedicando de media otras 75 para aparcarlo, llegar a él y otras actividades relacionadas y unas 331 horas de trabajo para pagar todo lo relacionado con él. En total salen 666 horas dedicadas al coche, cifras calculadas para toda la población de las Españas, que en Madrid… será algo más. http://www.ecologistasenaccion.org/IMG/pdf/info_cuentas-ecologicas.pdf
Son unas cuantas horitas dedicadas al coche, y vemos que la mayoría es tiempo virtual, esto es, dedicado a pagarlo. Cosa que obviamente aumenta cuanto menos cobremos. O cuanto más caro sea el coche en cuestión. O cuanto menos gastemos al usarlo por ejemplo…ahorrando en combustible. Entonces aparece un futuro que lleva siendo futuro unos cuantos años y nos anuncia que ya viene el coche eléctrico a ayudarnos.
Estado y mercados se dan la mano una vez más esta vez para “solucionarnos” el problema del transporte. Unos mediante programas de ayudas públicas y otros mediante inversiones se han propuesto “promover el coche eléctrico para ahorrar energía y eliminar la contaminación”. Durante años ha habido una leyenda urbana que las patentes de coches eléctricos eran compradas por la industria petrolera para evitar su despegue. No se cómo encajará en esa leyenda la venida de un héroe del Olimpo de los Dioses de nuestra época, el emprendedor de Silicon Valley Elon Musk, que con su empresita de coches eléctricos de alta gama va a entregar el coche eléctrico a los mortales, según las empresas de comunicación. El gobierno español ya ha autorizado a TESLA los primeros dos puntos de recarga para sus coches y se espera que pongan otros 100 antes de 2020, para completar la red de recarga para sus coches en Europa. TESLA encarna la esperanza renovable, del desarrollo sostenible, del progreso infinito.
El futuro sigue en marcha, sigue ahí para que lo miremos mientras sufrimos los atascos, el aire hipercontaminado y el calorazo de estos días. El futuro que nos dijeron era sinómino de tecnología y desarrollo se empeña en cumplir su guión aunque el presente nos demuestre que el futuro hasta ahora no ha servido para más que para traernos videos virales de niños naciendo en atascos [ http://www.elnortedecastilla.es/sociedad/201507/20/hombre-graba-nacimiento-hijo-20150720193842.html ]. Ni los coches eléctricos de Elon Musk ni sus baterías para promover el autoconsumo eléctrico ni cualquier otra tecnología empaquetada y vendida en centros comerciales puede suponer el cambio que algunas personas esperan en la energía o el transporte. El comportamiento del consumidor político ha cambiado notablemente en los últimos años: más exigencia ética, renovación, primarias, etc. También el del consumidor energético: críticas a las grandes eléctricas, sostenibilidad, trasparencia en la factura, etc. Pero ninguna de las dos posturas rompe con la ilusión fundamental del orden en que vivimos: que hay un futuro tecnológico y democrático que nos salvará del caos. Mientras exista esa ilusión, seguirá habiendo atascos.