A mediados de agosto se hizo fuerte en las redes sociales una campaña donde muchas mujeres comenzaron a compartir experiencias de acoso y maltrato que habían sufrido a lo largo de sus vidas. Experiencias familiares para, por desgracia, cualquier mujer, pero que no dejan de sorprendernos y sobre todo de repugnarnos.
A medida que la tendencia se expandía y desde la improvisada organización se daba la opción de compartir de forma anónima, el volumen de experiencias compartidas crecía sin parar, creando a su paso una ola de desolación entre la mayoría de quienes estábamos al otro lado de las pantallas leyendo.
Estas dos páginas no buscan hacer un análisis sesudo, simplemente encontrar en quién aún no acepta la realidad, una dosis de empatía. Son sólo una pequeña muestra, no juzgues si lo que lees te parece más o menos grave, no se te ocurra pensar que exageramos, intenta pensar por un momento en cómo nos han hecho sentir, en el acoso diario y en la perspectiva de que la rueda siga girando y veamos como esto mismo les acabará sucediendo a nuestras hermanas, hijas, nietas, amigas, etc.
No buscamos protección, y menos desde los roles clásicos de hombre protector, si no que se entienda el feminismo, por parte de todos/as, como una necesidad, una militancia transversal a todas las demás: no somos pesadas, ni exageradas, ni miramos cualquier comportamiento con lupa. Hay que entender que cualquier agresión contra una de nosotras, nos duele a todas y queremos, necesitamos, un mundo donde tengamos la esperanza de poder escapar de estas situaciones donde siempre tenemos las de perder.
Sí quiero destacar que, como podréis leer en algunas de las entrevistas que han hecho a la propietaria del perfil de twitter impulsor, L. Ballesteros, el altísimo porcentaje de agresiones que sufrimos antes de cumplir los 13 años, o sea, siendo a todas vistas, niñas. Cuando somos pequeñas, nuestro entorno nos prepara (por general y no sin excepciones) para alcanzar en un futuro el estatus de damisela, educada, correcta, etc. sumado al paquete de valores hacia la masculinidad: sumisión, paciencia, un cierto miedo… Esto crea, a mi parecer, un coctel perfecto para que la mayoría de los casos no tengamos ningún tipo de herramienta para responder con contundencia a tocamientos, persecuciones por la calle, y agresiones sexuales «de alta intensidad» (masturbaciones, felaciones, penetración, en definitiva, sexo no consentido).
A ti, que te sientes identificada con unas y otras historias, tienes que saber que no estás sola. Que no es tu culpa, que, como dice el eslogan de la campaña, no son depravados, ni excepciones, son los hijos sanos del patriarcado, que creen tener algún derecho sobre tu cuerpo y tu cabeza. Tú, tienes que saberlo, juntas podremos.
El sitio web del que están extraídos estos textos, y donde podréis desquiciaros leyendo muchos más es www.no-son-depravados.tumblr.com, concretamente en la sección «archivo» que encontraréis en la columna de la derecha.
Un día estaba en el metro y un señor aprovecho el «arranque» del metro para tirarse encima mío (sin estar cerca de él), con la excusa de perder el equilibrio. He visto mil veces a gente perderlo por lo mismo y nunca de esa forma tan directa, así que me lo saqué de encima preguntándole qué hacía. Se fue a otro vagón gritándome «niña estúpida» mientras la gente me miraba raro o estaba impasible. Parece que si viene de un señor mayor no puede ser malo, y que tampoco es para tanto que te toquen…
A los 13/14 años fui al super y un vecino como de 40/50 años me siguió, al salir del super me dijo que lo acompañara porque no podía cargar unas cosas yo de idiota le dije que sí. Me metió por un callejón y allí intentó tocarme y besarme. Lo rechacé y salí corriendo.
Como todas nosotras, estoy «acostumbrada» al acoso callejero y a escuchar cosas hacia mi persona que no quiero escuchar. Siempre me ha dado miedo volver sola a casa por la noche y desconfío de todos los hombres con los que me encuentro en el camino (probablemente por una experiencia que ya conté sobre un chico que me siguió y me tocó). Hace poco volvía sola a casa y llevaba un top (por lo que aún sabiendo que no soy culpable era consciente de era probable que tuviera que «aguantar» algún comentario. Efectivamente mientras caminaba un chico caminaba hacia mi, yo pensé «muéstrate segura y haz como que no tienes miedo». Y así lo estaba haciendo hasta que cuando pasó a un palmo de mi me susurró «mmm qué rica». Me sentí indefensa, humillada, muerta de miedo, indignada, enfadada y, sobre todo, impotente. Me puse a llorar pensando que por qué por ser mujeres tenemos que sufrir esto y en cuánto queda aún por cambiar el mundo. Aún así, no dejaremos de luchar.
Con 12-13 años un día que iba sola por la calle, un chaval un par de años menor que yo que venía de frente le dijo a sus amigos «¿a qué le toco el koño?» y lo hizo. Aún recuerdo el asco, el no saber que hacer y la impotencia.
Hace un par de años, con 13, tuve un novio con el que sufrí bastante acoso psicológico, chantaje emocional etc; llegaba desde llamarme gorda hasta «medio obligarme» a salir a correr porque tenia celulitis (pesaba 45kg); lo que más me llegaba era cuando me decía que era una débil llorica por llorar cada vez que se enfadaba etc, lo q él no sabia era q eso es porque presencié la pelea q hizo q mis padres se separasen y eso hace q con cada discusión o pelea me ponga nerviosa y llore aunque no quiera
Una noche iba en tren y eramos solo 3 personas en el vagón. Un chico estaba en el asiento de detrás , como el viaje duraba toda la noche me dormí, me desperté al notar una mano q me estaba tocando la cintura (la tenia metida por el hueco entre el asiento y la ventanilla) y bajando, di un bote y sali corriendo a buscar al revisor, que me miro raro y me dijo que me cambiase a otro vagón, le pedi que me acompañase x favor para coger mi equipaje y lo hizo pero a el chico no le dijeron nada y y yo me pasé el resto de la noche sin dormir, en el vagón que me pusieron habia algo más de gente pero ya se me quedo muy mal cuerpo y me daba miedo que el chico me siguiese a ese vagón.
No fueron sólo los «tocamientos» por parte de uno de mis profesores, cuando yo contaría unos 11-12 años. Fueron los de mis compañeros de colegio quienes, en cuanto sospecharon que algo iba mal, aprovecharon para tratarme como a un objeto, tocándome de manera muy poco inocente y alegando que «con lo fea que era, aquella era la forma más sexual en la que alguien me tocaría, que me estaban haciendo un favor». Y no ha sido lo único.
Siendo adolescente sufrí abusos de un profesor. Me manipuló y abusó de mí físicamente durante tres años. Han pasado casi veinte años y nunca he podido recuperarme.
Desde pequeña cuando iba a cualquier lugar con mi padre, en lugar de darme la mano como hacen los demás padres a sus hijos o algo similar, el me agarraba del culo, ha estado haciéndolo durante años. Incluso alguna vez que venía una amiga con nosotros también la cogía a ella del culo. Yo no decía nada, me resultaba extraño que lo hiciera pero estaba acostumbrada a ello, lo tenía como un gesto cariñoso, y prefería no decirle nada por si se enfadaba o reaccionaba mal. Hasta hace dos años, cuando tenía 16, que me empezaba a resultar incomodo y extraño, comencé a quitarle la mano cuando lo hacía y a quejarme, el se lo tomaba como si fuera en broma hasta que hace poco con 18 me canse de tener que apartarle la mano y un día que me sentía con fuerzas, le grite y le dije que dejara de hacerlo que era mi culo, no suyo. Como consecuencia hoy en día soy incapaz de no reaccionar de forma violenta cuando me tocan el culo, ya sea dentro o fuera de una relación, en el momento en que lo hacen me viene el recuerdo de todos estos años y la rabia de no haber sabido reaccionar antes ante esto.
Cuando era pequeña (4-5 años), iba a casa de un amigo, y su padre se las apañaba para que, a cambio de cosas, yo me desnudara y él me mirara y en ocasiones tocara. A mí no me gustaba pero no me oponía firmemente hasta que dejé de ser amiga de su hijo sólo por no verle a él. Le he visto ya siendo adulta por la calle sin que él me viera y me dio un ataque de pánico que casi me desmayo. También me he enterado que esta joyita pegaba a su mujer.
14 años. Volvía de mi instituto llorando, por el trato algo desagradable de una profesora. Un abuelo advirtió mi debilidad, y me siguió hasta mi casa. Al principio parecía amable; pero enseguida me propuso salir con él esa noche. En cuanto nadie pudo vernos, me manoseó el culo. En casa me reprocharon no haberle reprendido. Pero me sentía mal y no sabía cómo reaccionar
Con 16, un hombre todas las mañanas de camino al cole me preguntaba la hora masturbándose encima del pantalón. Un día me preguntó por la parada de metro que estaba a su espalda, sacó su pene y se puso a masturbarse mientras me decía que no tuviera miedo
Vivo en una barriada con azoteas. Cuando era pequeña, me gustaba ir a jugar a la azotea, a veces con amigas. En la azotea de enfrente había un señor mayor que siempre estaba ahí cuando íbamos. Se ponía a hacer ruidos, a silbar… Para que miráramos y cuando mirábamos, nos miraba fijamente mientras su brazo se movía, se estaba pajeando. A veces se subía a una escalera para que viéramos cómo lo hacía, otras solo se veía el brazo moviendo. A nosotras nos daba miedo contarlo…por si no nos dejaban jugar más ahí, que era donde podíamos jugar con agua etc sin ser reprendidas. Nos lo tomamos como algo rutinario sin importancia, hasta que llegó una niña nueva al barrio y se atrevió a decirlo. A ella le pasaba lo mismo, fue a tocarle y habló con las hijas del señor. Nadie hizo nada, los vecinos lo justificaron diciendo que “era un señor mayor y ya no estaba bien”. La única medida que se tomó fue prohibir a nosotras y esa niña jugar en la azotea.
Cuando era una niña mis primos jugaban a «quien era más hombre», consistente en ver quien se atrevía a tocarme más. No tenía ni pechos. No volvía a jugar con ellos y mi madre me tachaba de antipática porque me dio vergüenza contárselo.
Desde hace años hablando con mis amigas nos escandalizábamos, porque TODAS las mujeres de nuestro entorno habían vivido algún episodio de acoso sexual. Lo raro era que te hubiera pasado sólo una vez. Entiendo que a una persona que haya vivido un episodio que pudo ser más dramático se reconforte de lo que se ha librado. Pero me duele un poco la comparación. El «otras lo han pasado peor». Porque cuando han abusado de una, están abusando de todas nosotras.
Hace tiempo, una prima mía fue abusada por su propio abuelo cuando era pequeña. Ella debía tener unos 6 años. El cabronazo le propuso tocamientos y sexo oral y le llego a decir “que era normal, que con su madre (mi tía y la hija de este ser) también lo había hecho siempre” (cosa que mi tía siempre ha negado). El caso es que toda la familia lo sabe, pero jamás se denunció. Lo máximo que se hizo fue “marginar” a este hombre en las reuniones familiares, y ya está. Ni siquiera su esposa, la abuela de mi prima, lo supo jamás (ya falleció). Mi familia siempre se lo ocultó para “no hacerla sufrir”. Digo yo que peor es tener como marido a un pederasta que ha abusado de tu propia nieta y no saberlo. La pobre mujer siempre preguntaba por qué no les invitaban a los eventos familiares. Yo me enteré de casualidad, muchísimo tiempo después de haber ocurrido. Sé que posteriormente mi prima tuvo muchos problemas para entablar relaciones con hombres, llegando a desconfiar hasta de mi padre.
Me ocurrió con unos 8 años y no lo he contado nunca a mi familia, que tal vez eran los únicos que podrían haber hecho algo, pero me daba (y me da) vergüenza. El hermano mayor de una amiga de la infancia nos desnudaba a ambas cuando iba a jugar a su casa e incluso llegó a penetrarnos en un par de ocasiones a cambio de dejarnos jugar con videojuegos suyos o de no asustarnos con posters de terror que tenía. No sé aún cómo sentirme al respecto, no entendía lo que pasaba ni por qué nos hacía eso
Con 10-11-12 años el marido de mi tía se dedicaba a levantarme la falda, pellizcarme el culo, preguntarme si ya tenía pelos en el chocho…entre risas y delante de mi tía, y en menor medida, de mis padres. Nunca nadie hizo nada, porque eran bromas, hasta yo me reía, aunque por dentro sabía que eso estaba muy lejos de estar bien. Nunca lo he hablando con nadie.
Tengo un hermano mayor que me saca 9 años, cuando yo tenía 6 años él me encerraba en una habitación y me practicaba sexo oral. Durante mucho tiempo mi mente olvidó aquello pero hace 3 años volví a recordarlo. Nunca lo mencioné con él y esta es la primera vez que lo cuento. A dia de hoy tengo buena relación con él aunque tengo miedo de recordar más cosas que me hiciera. Me digo que fue la edad y ha cambiado, realmente creo eso pero yo sigo sintiéndome sucia y dándome asco
Cuando era pequeña, sufrí acoso y abusos por parte de un primo algo mayor que yo, hacía parecer que todo era un juego pero siempre acababa con un fin sexual. No solo abusaba sexualmente de mi sino que me pegaba y amenazaba para que no dijera nada. Esto duró desde que tenía unos 4 años hasta los siete o los ocho. Por desgracia no ha sido el único caso de acoso pues en el primer barrio donde viví, también «jugábamos a mamás y papás» y acababa toqueteándome. Aun así nunca he dicho nada a nadie.
En mi primer empleo. Apenas recuerdo nada, solo que hubo un momento en que mi jefe se puso a arrimarse y me dijo que si me quería sentar en sus rodillas. Aun con la incredulidad fue un no seco y no pasó nada más. Era un trabajo temporal, y luego obviamente no quise renovar. Pero lo recuerdo con asco, y lo «raro» es que con vergüenza, como si tuviera culpa de algo. Vergüenza suficiente para no haberlo contado nunca, y siempre le he quitado importancia, tal que hasta me parece tonto contarlo.
En el gimnasio un chico me cogió en brazos y no me soltaba. Yo gritaba y pataleaba y él se reía. Me soltó cuando dije que iba a denunciarle. Me llamo exagerada
Un día cuando tenía unos 10 años estaba paseando al perro y un señor de entre 30 y 35 años que estaba en la otra acera me gritó «niña ven a mi casa y pasaremos un buen rato» y luego me siguió y hasta casa.
Tras una noche de mucha fiesta, fuimos a dormir a casa de una amiga. Dormí en la misma cama con mi amiga y un amigo. A la mañana siguiente me enteré de que él se pasó un rato restregándose y tocando mis partes mientras yo le decía que no hasta que mi amiga se despertó y le hizo parar. Yo no lo recuerdo, pero me siento mal cuando lo pienso
Cuando tenía unos 9 años, un tío mío me cogió de la entrepierna y me preguntó «cómo llevas el chumino». Me dio tanta vergüenza que no dije nada a nadie.
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