Autor: Jesús M. Castillo. Virus Editorial. Barcelona, octubre 2016. 192 páginas.
“El mundo está cambiando muy rápido a nuestro alrededor, y con él las ideas y la ideología de millones de personas. Los mares suben, los hielos se funden, las lluvias son más violentas que nunca, los huracanes más frecuentes e intensos, las sequías y las olas de calor más abrasadoras, las guerras y sus terrorismos se extienden como un cáncer, las reservas de hidrocarburos fluyen a una velocidad frenética por las venas corruptas del sistema capitalista”.
El consenso (científico, que no político) en torno a la gravedad del cambio climático actual forma parte de lo políticamente correcto y refleja lo intocable del orden capitalista vigente. Y es que pese a que es fácil pensar que la manera de frenar la carrera de destrucción ecológica y social es un giro radical hacia un modelo antagonista, nada semejante se encuentra entre los planes de los gobiernos y las grandes cumbres; especialmente tras la victoria electoral de Trump. No olvidemos que el nuevo presidente de EEUU niega sistemáticamente la existencia del cambio climático y que lo ha atribuido a un “invento de China para hacer la industria norteamericana menos competitiva”.
La tesis del autor es que la competitividad por la catástrofe en tiempos de crisis se ha convertido en un espacio más de negocio. Un ejemplo ilustrativo es que el mercado de emisiones de CO2 ha hecho ganar entre 400 y 500 millones de euros a las industrias cementeras, ladrilleras y azulejeras, que venden sus derechos de emisión sobrantes a las eléctricas y refinerías. Por otra parte, “compañías energéticas apuestan en la Bolsa de Chicago que las temperaturas no serán muy frías con el objetivo de ganar dinero si el invierno es templado y la gente gasta menos en calefacción. Así, compensan, especulando en los mercados, la pérdida de beneficios al vender menos energía”.
La economía extractiva y el libre mercado no han necesitado del negacionismo para afrontar el cambio climático, hasta ahora. Los falsos discursos sobre nuestra adaptación a la nueva situación y la mitigación del calentamiento global (cuyo auge se alcanzó en la Conferencia de París de hace un año) forman parte de la competición mercantil que alimenta el “¿quién frena primero?”. Con la complicidad de unas instituciones internacionales cuya operatividad política se limita a la construcción de discursos para disimular la impotencia histórica que estamos viviendo, la catástrofe humanitaria y ecológica provocada por el sistema capitalista se ha convertido en el enésimo gran negocio especulativo y financiero.
“No quería hacer un libro más sobre el cambio climático, explicando lo grave de la situación y la importancia de actuar ya. Sobre esto se han escrito muchos libros y muy buenos. Quería centrarme en las conexiones entre el calentamiento global y los negocios de unos pocos que se enriquecen a manos llenas, a costa de la mayoría. […] Vivimos en una sociedad llena de contradicciones que al explotar, al resolverse, están provocando cambios muy profundos a nuestro alrededor y, por lo tanto, en nosotros y nosotras mismas. Estas contradicciones están sobre la mesa y no podemos evitarlas aunque queramos”.