La mujer que se cuestiona todo, que busca otras respuestas, que no se conforma con explicaciones superficiales… es crítica y feminista, y, por ende, detective. Sangre Fucsia os traemos algunas reflexiones, nombres y experimentos extraídos de uno de nuestros programas radiofónicos (emitido en marzo de 2017). Os proponemos seguir la pista de aquellas mujeres del género noir, o policíaco, en varias de sus manifestaciones creativas; desde el audiovisual, pasando por el cómic, el arte y la literatura, hasta toparnos con la cruda realidad. Coged la lupa de vuestros escritorios, sacad la linterna de los bolsillos y acompañadnos en este descenso a la oscuridad, iluminadas por la perspicacia de nuestras investigadoras del noir. Puedes escuchar el programa pinchando aquí
Estamos de enhorabuena: en los últimos años la industria audiovisual ha dado mayor protagonismo a la detective, sobre la que recae el peso principal de la trama. La cineasta Iratxe Fresneda ha dedicado buena parte de su obra escrita a diseccionar personajes femeninos policíacos con la intención de llegar a la esencia de los mismos, mostrando un especial interés por los ambientes escandinavos, y esa luz del norte tan característica que construye y cuenta historias cargadas de simbolismo. Así es como descubrió, y se enamoró, primero de la danesa Sarah Lund y más tarde de la ‘detective en Malmo’, Saga Norén, protagonistas respectivamente de las series Forbrydelsen y su sucesora, Bron/Broen. Ambas pertenecen al género nordic noir en donde “el paisaje forma parte de la trama y los hechos se suceden de manera sosegada para así introducir a la espectadora con normalidad y cercanía realista en lo que están contando”. Dos mujeres detectives inmersas en un mundo hipermasculinizado, cuyas representaciones Fresneda analiza para poner en evidencia ese orden patriarcal que tanto predomina en este tipo de relatos. Sus referentes son escritoras nórdicas como Camilla Lackberg o Gretelise Holm, cuyas obras se enmarcan dentro del género femikrimi: historias de mujeres detectives contadas desde un punto de vista feminista.
En esta reflexión sobre las aventuras detectivescas, destacamos al novelista y autor de tebeos estadounidense, Greg Rucka, que rescata de la historia del cómic a Batwoman, un personaje nacido en los cincuenta como interés romántico de Batman, el detective por antonomasia del Universo DC, que es reconcebida en nuestro siglo como versión post 11-S en la que cristalizar el feminismo noir, etiqueta enarbolada por, entre otros, el periodista Zack Budryk, y que caracteriza a heroínas de ficciones recientes, adoptando a Lisbeth Salander, protagonista de la saga literaria y cinematográfica Millenium, como paradigma de esta idea. Según Budryk, entendemos por feminismo noir aquel que, consciente del sistema, aprovecha las grietas del mismo para demostrar que la heroicidad de sus protagonistas no radica tan solo en sobrevivir; existe un afán de cambiar el sistema. En el caso de Batwoman, enfrentarse a aquellas instituciones patriarcales (familia, ejército) que han conformado a la mujer tras la máscara, y, a su vez, comprender a su doppelganger, la villana especular de nombre Alicia, como camino para revelar sus servidumbres con un sistema que la ha construido como superviviente, como hija y como soldado; pero que tiene dificultades para concebirla como hermana, como (super)heroína, como lesbiana.
Siendo el detectivesco uno de los géneros literarios en el que más autoras han destacado, ¿podríamos asegurar que “ellas matan mejor” en la ficción? Presentamos a tres personajes perpetrados por tres escritoras muy diferentes entre sí. La primera es Patricia Highsmith, responsable de mundos claustrofóbicos donde el dinero es el verdadero protagonista, que suele tener en hombres endeudados y desesperados, como Tom Ripley, su principal protagonista: un frío asesino, cínico, amoral y refinado que no cae del todo mal. Con Highsmith, la sutil y porosa separación entre bien y mal se traduce en crímenes que no terminan en castigo. Alicia Giménez Bartlett nos trae a Petra Delicado: inspectora con nombre duro y apellido blando, pluridivorciada, sin criaturas y que manda sin ningún tipo de tapujos. Un personaje contradictorio, con hiriente ironía, empoderada y cabreada que nunca renuncia a una cerveza con su subordinado. ¡Ante una caña se resuelve cualquier misterio! Por último, Rebecka Martinson es el personaje principal de las novelas negras de Åsa Larsson. Joven, independiente y muy buena en su trabajo, aunque lo tenga que demostrar continuamente. Abogada y detective, es también asesina por autodefensa. Nada conciliadora con la gente con la que se relaciona, es una especie de outsider adorable que no se amolda a las normas sociales.
Como tampoco lo hizo nunca la autora más leída de todos los tiempos. El 3 de diciembre de 1926, Agatha Christie se convertía en protagonista de un misterio muy real: su desaparición. El caso tuvo en vilo a medio mundo. Se llegó a decir que se trataba de un truco publicitario y Conan Doyle contrató a una médium para encontrarla. Las únicas pistas eran su coche, hallado junto a un lago con el motor en marcha, y una maleta. El principal sospechoso, su esposo, le acababa de pedir el divorcio y, cuando Agatha desapareció, estaba con su amante. La resolución del caso, tras once angustiosos días, fue fortuita: alguien dio la pista de que se encontraba alojada en un balneario de Yorkshire. Se había registrado como Theresa Neele, el apellido de la amante de su marido. Actualmente se considera que Christie sufrió un estado de fuga disociativa debido a la angustia provocada por el divorcio. Entonces, como ahora, la desigualdad en la pareja heterosexual afectaba incluso a mujeres con fama, dinero y oficio creativo. En los cincuenta años de vida posteriores, jamás se refirió a este episodio y, en el momento en que la encontraron, dijo no recordar nada, dejando este misterio sin resolver.
Un hueco en la biografía de Christie que ha dado para especular, pues no olvidemos que una característica del género policiaco es la narración biográfica a través de la mirada del otro, un relato imparcial y que pone en evidencia la dificultad de aprehender nuestra propia biografía. Este lugar común se pone de manifiesto en La filature (El seguimiento, en su traducción literal; El detective, en su traducción oficial), una obra fotográfica artística y documental de la artista francesa Sophie Calle que encarga a un detective, por intermediación de su madre, que la siga durante un día: el 16 de julio de 1981. Una jornada en la que la artista irá trazando sobre el mapa de París un recorrido por sus hitos biográficos mientras dicho detective la sigue –sin saber que es ella misma quien ha hecho el encargo– y, a su vez, éste es fotografiado siguiendo a Calle por un colega de la misma. La doble documentación fotográfica, el informe
detectivesco, los mapas y diarios de Sophie Calle conforman la presentación de la obra, encargo para una exposición en torno al autorretrato y que, precisamente por presentarse de manera poliédrica, reflexionan sobre la multiplicidad de los relatos y la agencia que poseen los sujetos para la narración autobiográfica. Una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma… resuelta.