Si todo el mundo sabe que el poder corrompe al hombre, cuando sale un caso nuevo ¿Cómo quieres que me asombre?
Folie à trois
Muchas veces nos sirven de inspiración las noticias sobre corrupción que salpican, prácticamente a diario, los medios de comunicación. Puede que en época de bonanza pasen más desapercibidas pero a día de hoy, tal y como estamos, pican más que nunca, aunque si bien es cierto, no extrañan ya a nadie.
Las páginas del presunto libro de cuentas de Bárcenas, ex-tesorero del PP, afectan a muchos/as compañeros/as de profesión y partido, y a grandes empresarios/as, especialmente del sector de la construcción. Sobre esto, no tenemos nada nuevo que contar, forma parte del suma-y-sigue de “escándalos” que ya no escandalizan pero si provocan a aquellos/as que no tenemos a quien estafar. La trama Gürtel y sus trajes, el marido de Cospedal, el utilísimo aeropuerto de Castellón, el caso Noos, aireando lo que se cuece por la Casa Real, las constantes hipocresías de los/as líderes/as de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), etc.
Puede que estos sean los más sonados pero no son los únicos y, aunque ahora mismo salpiquen más a la derecha (posiblemente porque tienen más poder y posibilidades), no obviamos que estos chanchullos superan las fronteras de los partidos, como en el caso de la Operación Pokemon, relacionada con la corrupción fraguada al calor de la burbuja inmobiliaria, donde están imputados los alcaldes de Santiago de Compostela y Ourense, del PP y PSOE respectivamente. A fin de cuentas, todo el/la que ha podido se ha beneficiado con el boom inmobiliario.
La pregunta interesante que pocos/as se hacen es “¿Por qué?”. Imaginemos por un momento que tenemos un puesto de poder, donde somos obedecidos sin que nadie nos cuestione, donde tenemos dinero y otros privilegios a nuestro alcance. Tenemos a nuestra merced lo que toda la vida nos han dicho que “hay que querer”, una casa grande y bonita, una pareja preciosa y joven, acceso a las mejores vacaciones y al ocio más exclusivo. Parece casi obligatorio tomarlo, ¿No? Eso hemos visto siempre, es lo deseable, las líneas que definen el éxito en la vida.
Además está nuestra familia, que no ha tenido la capacidad ni la suerte de llegar a lo más alto, qué pena. Con lo que nos queremos, ¿Cómo no voy a mirar un poco por ellos/as y ponerles las cosas más fáciles? ¿Qué es un puesto de trabajo aquí de consejero/a?
Pero, ¿Y si consigo un poquito más? ¡Mejor qué sobre que no qué falte! Y este señor me ofrece trajes y joyas a cambio de encargarse de la construcción del aeropuerto o el velódromo. ¡La ciudad los necesita! ¿Qué hay de malo en que lo haga este señor tan simpático? ¡Alguien tiene que hacerlo!
Todo parece de lo más coherente: haz lo posible por vivir mejor, ama a tu familia, cuida a tus amigos/as. Si yo rijo mi vida con estos principios no creo que nadie clamara a los dioses. ¿Dónde reside la diferencia? En que ellos/as tienen el poder y nosotros/as no.
Cuando hablamos de corrupción hablamos de las desigualdades económicas implícitas a este sistema, de nuestra necesidad de vender nuestro tiempo y nuestro trabajo para vivir, mientras otros/as se enriquecen a costa del producto de ese mismo trabajo. Mientras exista esta diferencia dará igual quien gobierne, unos/as nos harán la vida un poco más fácil promoviendo medidas populares y otros/as nos la complicarán con recortes, subidas de impuestos y reformas laborales que fomentan aquello que dicen combatir, los despidos, las rebajas salariales, la desaparición de convenios colectivos, etc. Pero siempre seguirán teniendo el poder y la posibilidad de utilizarlo para su propio provecho.
Tampoco somos estúpidos/as, está claro que no todos/as son iguales, que no todos/as nos tratan de joder tanto, que no todos/as se plantan en política para mamonear a diestro y siniestro, y seguramente puedan encontrar a gente más decente para los puestos de poder. Vale, ¿Y qué? Cuando llegue el momento de plantarnos ante las contradicciones que existen entre el capitalismo y nuestras vidas, ¿Dónde se situará el/la gobernante? Ya sea en el caso de la problemática de los desahucios frente a la centralidad del papel de la banca en nuestro sistema económico o cuando se enfrentan los problemas de subsistencia de muchos/as frente a la sacrosanta propiedad privada. O también podemos buscar el punto medio entre el/la empresario/a que pretende engordar sus beneficios y el/la trabajador/a y su necesidad de aumentar su bienestar, a ver cómo lo cuadramos. Y así podemos rellenar muchas páginas más. Yendo más allá, ¿La corrupción es siempre algo consciente, que se planea, o esos tratos de favor entre empresarios/as y políticos/as vienen también de la realidad de su pertenecía a la misma clase poseedora? ¿Dónde están los límites entre el poder económico y político? ¿Realmente puede haberlos?
Está claro que nada de esto es sencillo, que ninguna de estas cuestiones tiene una solución clara. Nosotros/as no tenemos la respuesta a todo esto, pero sí que nos planteamos las preguntas, no tratamos de cerrar los ojos ante ellas. No conseguimos (ni nunca lo conseguiremos dentro de este cenagal llamado capitalismo) ser totalmente coherentes, pero al menos lo asumimos y tratamos de romper con todas estas contradicciones hasta donde llegan nuestras posibilidades. Ni podemos ni queremos vender la moto de un mundo maravilloso cuando proponemos nuestras ideas, pero si algo tenemos claro es que acabar con la corrupción, pasa por acabar con las desigualdades económicas, inherentes a su vez a las sociales. Tendremos que intentarlo.
Bueno, con la intención a lo mejor algo masoquista de meter el dedo en la llaga, aprovechamos este espacio en el que hablamos de corrupción y despotismo, para recordar a la CEOE. Cuando se cumple un año de la última reforma laboral del PP, esa que tanto bien ha hecho a algunos/as y tan poco a aquellos/as que aún tenemos que trabajar para los/as demás, esta gente tiene la casa de mierda hasta arriba, y aún así siguen predicando el sacrificio. Por un lado, el sheriff de la sucursal madrileña (Arturo Fernández) anda con denuncias por pago en negro a sus trabajadores/as, el antiguo mandamás (Gerardo Díaz Ferrán) trata de echar balones fuera sobre su inmensa fortuna en los tribunales, y mientras, el actual presidente (Juan Rosell) hace su aparición estelar en forma de controvertidas declaraciones en las que llega a afirmar, entre otras muchas cosas, que los/as jóvenes, con lo mal que están las cosas, queremos un trabajo y no nos importan las condiciones del mismo (aunque tenga que ser un minijob de una hora). No hay mucho más que añadir, si acaso que una de las últimas veces que tenemos noticias del señor Rosell es en la inauguración del Congreso Confederal de CCOO… aquí ya o te ríes o te cabreas.