El Tratado de Libre Comercio e Inversiones que se traen entre manos Estados Unidos y la Unión Europea es conocido como TTIP por sus siglas en inglés (Transatlantic Trade and Investment Partnership, es decir, Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión) y aparece con relativa frecuencia en los medios de comunicación, debido principalmente a que hace cosa de un mes debía tener lugar la votación en el Parlamento Europeo desde donde se emitiera la posición política de la Eurocámara respecto a las negociaciones que se están llevando a cabo.
Sin embargo es difícil ya encontrar artículos más completos en los diarios. La mayoría tiende a buscar el titular superficial y obviar el trasfondo de la cuestión. En el caso del TTIP la prensa se hizo eco de lo que algún político de moda había opinado sobre el aplazamiento de la votación, sin entrar en muchos detalles sobre aquello que no se llegó a votar, las posturas enfrentadas, enmiendas presentadas, etc.
En un momento donde las noticias vuelan y las portadas de las ediciones web de los periódicos se actualizan cada minuto, cada vez resulta más difícil, irónicamente, enterarse bien de qué está pasando.
Especialmente cuando las cuestiones quedan tan lejos de los/as ciudadanos/as de a pie que se debaten en organismos europeos y no en las calles, creando la sensación de que el debate y, sobre todo, su conclusión, no nos afecta en absoluto.
Remontemos
Un tratado de libre comercio (TLC) tiene por objetivo eliminar las barreras que afecten o mermen el comercio entre las zonas firmantes, ajustándose ambas zonas a las leyes de competencia leal, fomentar la cooperación entre países miembros y ofrecer soluciones ante las posibles controversias entre ambos.
Hasta aquí todo pinta bien, si lo miramos desde la óptica capitalista, a priori no parece que tenga porque causar ningún mal a nadie, asumiendo que cualquier beneficio, como siempre, recaerá sobre la clase dominante. C’est la vie.
Por poner un ejemplo de tratados anteriores para ver cómo fue su implantación y qué supuso, comentaremos el caso de México en este mismo artículo más adelante, que se involucró en una relación de este tipo con Estados Unidos y Canadá en 1994, mediante el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA).
Sobre el TTIP en concreto
Para entrar en materia, utilizamos un extracto del manifiesto de la Campaña contra al TTIP (concretamente el apartado ¿Qué es el TTIP?) que podéis leer integramente en noalttip.blogspot.com.es/p/manifiesto.html
El TTIP es un acuerdo de gran alcance que se está negociando actualmente entre la Comisión Europea (en nombre de los Estados miembros de la Unión Europea -UE) y el gobierno de los Estados Unidos de América (EUA). No se trata de las barreras al comercio como los aranceles, que ya son en general muy bajos entre la UE y EUA. Se centra sobre todo en los reglamentos, normas, derechos corporativos y garantías de inversión. El TTIP tiene como objetivo, supuestamente, facilitar la inversión directa y la eliminación de obstáculos burocráticos innecesarios para el acceso al mercado para las empresas de ambos lados del Atlántico.
Los indicios de los que se dispone -provenientes de las empresas y la industria que está participando de alguna manera en las negociacionesrevelan que el enfoque sobre las barreras no arancelarias y la convergencia de la reglamentación entre ambas partes se está utilizando para impulsar la desregulación, una visión de los derechos de propiedad intelectual que sólo fomentan monopolios, y una carrera para igualar derechos y estándares a la baja. Los supuestos beneficios económicos no tienen fundamento y, en cualquier caso, son marginales para la sociedad en general, incluso en el caso de que fuera cierto lo que cuentan los defensores del acuerdo al respecto. Más bien todo indica que los objetivos del acuerdo amenazan importantes derechos adquiridos en las largas luchas democráticas y los intereses sociales de la ciudadanía de la UE, de los EUA y del resto del mundo.
Las negociaciones se están haciendo a puerta cerrada, sin una consulta pública efectiva. Los parlamentos nacionales no son informados sobre los detalles de los textos de negociación de la Comisión. Los fragmentos de información que han sido publicados -o filtrados- generan considerable inquietud.
Puede que esa opacidad sea la culpable de que la votación en la Eurocámara tuviera que posponerse, o quizá lo fuera, como creen algunos/ as de sus detractores/as el hecho de que, debido a las campañas de presión y a la postura de los grupos parlamentarios de izquierda y verdes y de parte de los socialdemócratas, se viera peligrar la aprobación.
Es decir, el miedo a que desde dicho organismo se hubiera emitido una opinión desfavorable sobre las negociaciones que pudiera llegar a hacerlas peligrar.
A priori son varios asuntos los que resultan especialmente peliagudos, pero tenemos que reconocer que no son una preocupación específica de ácratas que miren con lupa cualquier detalle para criticarlo desde su óptica (como intentamos hacer desde este medio cada mes) sino que la mayoría de las enmiendas y líneas rojas que han marcado los/as “representantes” de los distintos partidos de cada Estado coinciden con tales preocupaciones. Por nombrar algunos, nos referimos al consenso entre Los 28 sobre la norebaja de la protección de derechos en los casos en los que las leyes de la UE son más restrictivas que las de EEUU (uso de transgénicos, utilización de hormonas del crecimiento en ganado, la privacidad de los datos o cuestiones de derechos laborales). Preocupa igualmente el tema del arbitraje para la resolución de conflictos entre inversor y Estado (ISDS en inglés) que sería seguramente reformado para dejar la toma de las decisiones en manos de jueces imparciales. El ISDS mosquea especialmente porque en otros tratados ha dado la razón a inversores sobre cuestiones como las escritas anteriormente, obligando al Estado a indemnizarles, como ya contamos en el artículo de julio del año pasado “TTIP: El sueño húmedo del neoliberalismo”:
A pesar de la opacidad del proceso, siempre existen leves filtraciones. Una de las que más llaman la atención y que muestra a la perfección el interés real de estos acuerdos es lo que se ha llamado Mecanismo ISDS (Mecanismo de Solución de Diferencias entre Inversor y Estado), que permitirá a los/as inversores/as (eufemismo de mercados, empresarios/ as, juntas de accionistas) llevar a las autoridades de un Estado ante un “tribunal internacional de arbitraje” si considera que una nueva ley perjudica sus intereses económicos. Además, estos tribunales suelen estar conformados casualmente por abogados/as y personas cercanas a los intereses del inversor/a. Ejemplos de estos “tribunales” relativos a otros tratados de libre comercio alrededor del mundo, serían el de la aseguradora sanitaria holandesa Achmea, que ganó 22 millones de euros contra Eslovaquia por supuesto “lucro cesante” cuando este país paralizó el proceso de privatización de la sanidad. Australia y Uruguay tuvieron que indemnizar a Philip Morris cuando estos países aprobaron legislaciones antitabaco más restrictivas. La petrolera estadounidense Occidental recibió 1.770 millones de dólares cuando Ecuador puso fin a un contrato por incumplimiento y Canadá tuvo que pagar por una moratoria al fracking
Campañas en contra y acciones
Desde Amigos de la Tierra y la web ttipsecret.wordpress.com se ha lanzado la campaña “No al Tratado de Troya” que es quizá la más llamativa por su originalidad, ya que las movilizaciones que se han estado llevando a cabo en varias ciudades iban acompañadas de un caballo enorme que simboliza la caída de Troya, el enemigo entrando en nuestras murallas disfrazado de regalo.
Como es habitual en nuestro tiempo, la mayor parte de la difusión escrita es ya virtual y en esa línea destacamos la web antes mencionada, noalttip.blogspot.com.es, que contiene gran cantidad de información y una campaña de firmas contra el tratado. Desde un sector más libertario, la información sobre el TTIP ha venido de la mano de CGT, que participa en la campaña y difundió especialmente el Día de Acción Global, jornada internacional contra el tratado, que tuvo lugar el 18 de abril, mediante textos y material gráfico, aún disponible en www.cgt.org.es/stop-ttip-ceta-tisa.
La gota que colma el vaso
Si hablamos de resistencias hay una que cabe destacar especialmente: la resistencia al tratado de libre comercio anteriormente mencionado entre Estados Unidos, Canadá y México, el NAFTA, que provocó, el día de su entrada en vigor, 1 de enero de 1994, el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional en el Estado de Chiapas.
EL EZLN ocupó militarmente 8 cabeceras de municipios, con el objetivo final de llegar a la capital del Estado y derrocar al presidente de la República Mexicana, Carlos Salinas de Gortari. Una vez producidas las ocupaciones, emitieron la Declaración de la Selva Lacandona por la que declaran la guerra al Gobierno mexicano y exigen “trabajo, tierra, techo, alimentación, salud, educación, independencia, libertad, democracia, justicia y paz”.
Si bien perdieron la guerra y el tratado se instauró, el conflicto se mantiene abierto y el EZLN mantiene en Chiapas algo inaudito en el panorama mundial: unos núcleos autónomos al margen del Estado, los Municipios Autónomos Rebeldes Zapatistas (declarados en diciembre de 1994).
Tirando del hilo de México y el NAFTA, aprovechamos para contextualizar un poco la situación, las expectativas que había y las consecuencias que tuvo y tiene. Firmado hace 20 años, generó las bases sobre las que se construyeron los demás tratados de este tipo.
Lejos del campesinado mexicano, las expectativas en Estados Unidos eran más positivas, si bien señalaban bastante claramente a quién afectaría negativamente el tratado: “Al día siguiente de que el Congreso votara la aprobación del TLC, el New York Times publicaba su primer análisis de los efectos que cabía esperar del tratado en la región de Nueva York. El análisis era optimista, […] Se centraba en los sectores que se esperaba que salieran ganando: los “basados en las finanzas o de sus inmediaciones”, “la banca, las telecomunicaciones y las empresas de servicios de la zona”, las compañías de seguros, las agencias de inversión, los bufetes especializados en derecho mercantil, la industria de las relaciones públicas, las asesorías de empresas y similares. Predecía que algunos fabricantes podrían salir ganando, fundamentalmente los empleados en las industrias de tecnología punta, en las editoriales y en las de los productos farmacéuticos, que se beneficiarían de las medidas proteccionistas diseñadas para asegurar que las grandes corporaciones controlen la tecnología del futuro. De pasada, el análisis mencionaba que también habría perdedores, “predominantemente mujeres, negros e hispanos”, y los “obreros poco especializados” en general; es decir, la mayor parte de la población de una ciudad donde el 40 por 100 de los niños vive ya por debajo de la frontera de la pobreza, víctimas de insuficiencias sanitarias y educativas que los “sellan” en un triste sino”.
La otra cara de la moneda, podría ser quizá, el mayor paquete de medidas y leyes contra la delincuencia que fue aprobado por el Senado pocos días después de la entrada en vigor del TLC, que incluía presupuestos para aumentar los cuerpos de policía, endurecimiento de las penas, construcción de cárceles y centros de menores, etc. Quizá previendo que algo tendrían que hacer con aquellos/as con quienes se cebaría la desigualdad, la clase trabajadora que perdería su trabajo poco especializado gracias a las mudanzas a países donde producir fuera más barato… ¿Casualidad?
La situación en México, arrastrada desde los 80, nos sería hoy de lo más familiar, deuda, paquetes de medidas extraordinarias, devaluación de las condiciones y derechos laborales, paro… Y el TLC suponía sellar esas condiciones de tiempos de crisis y hacerlas permanentes, perspectiva agradable para llamar la atención a la inversión extranjera y poco más. Y lo cierto es que, en realidad, se generó riqueza en medio de la crisis, si bien no fue la “prometida”, la riqueza recayó sobre quienes eran ya ricos/as, aumentando consigo la industria asociada a las élites y al lujo. Sin embargo el nivel de pobreza extrema creció llegando a afectar al 28% de la población, un aumento del 12% en los primeros 5 años y dejando en el nivel de “pobres” al 52% de la población en la actualidad.
La desregularización del mercado de trabajo y el debilitamiento de la protección social han beneficiado a las clases dominantes de los tres países, desencadenando un cierto enriquecimiento a costa del bienestar del pueblo, que obtiene sus rentas de un trabajo mal pagado.
En conclusión
Ya hemos pasado por parte las problemáticas que nos plantea el TTIP, pero vemos cómo, en muchos casos, las enmiendas y líneas rojas las han marcado los partidos de izquierda, o incluso los socialdemócratas dentro de la Eurocámara y creemos que esta circunstancia habla por sí sola, ya que, con sus más y sus menos, son la clase dominante y sus preocupaciones son distintas que las nuestras.
Cuando hablamos del TTIP no queremos reescribir sus normas, reformularlo o poner líneas rojas, queremos eliminarlo, borrarlo del mapa. Algunos de los motivos son tan básicos como que se sustenta sobre una estructura, que es el Estado, con la que no comulgamos: ni con su democracia delegacionista, ni con sus fronteras, etc. Y se basa en las leyes del capitalismo, que nos aplastan cada día, obligándonos a vivir para trabajar.
Lo que ansiamos dista tanto de lo que buscan este tipo de tratados que se hace difícil poner en orden las ideas que se nos vienen a la cabeza. Criticarlo punto por punto, o en conjunto, es una labor enorme, tanto, que parece más sencillo, y nunca lo es, hablar de lo que sí queremos. Porque no tenemos claro cómo será, y no acertamos en indicar cómo conseguirlo, pero sabemos que no tiene nada que ver con hormonar o no a animales, que no queremos organismos genéticamente modificados a nuestro alrededor, ni que nuestro historial de navegación sea espiado para satisfacer los intereses del mercado.
Lo que queremos lo dicta el sentido común: queremos un mundo donde todos/as seamos iguales y no unos/as esclavos/as de otras, donde la palabra beneficio haga referencia a nuestra salud y no al dinero. Donde el sádico que llena sus bolsillos con la gestión de la sanidad o de la educación, que pretende enriquecerse con el mal ajeno, no exista. Queremos dejar de comportarnos como una plaga y establecer una relación sostenible en el tiempo con la Tierra, dejar de verla como mercancía, de venderla, de comprarla y de explotarla. Queremos un mundo donde nadie sea comprado, ni esté en venta, ni pueda ser explotado.
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