Casi una década de crisis, rescates, deuda, recortes y más recortes han supuesto para el pueblo griego un ataque tras otro a sus condiciones de vida y hasta a sus necesidades más básicas de sanidad, alimentación, vivienda, etc. En un contexto de empobrecimiento masivo de un alcance mucho mayor al que hemos sufrido en nuestro propio territorio, quienes tenían poco ya no tienen nada. Quienes no tenían más remedio que recurrir al Estado para recibir algún mínimo subsidio o protección, ya no tienen ese recurso.
Como anarquistas, nunca nos hemos cansado de repetir que creemos en la solidaridad y el apoyo mutuo como armas para resolver nuestros problemas entre iguales, como la misma base sobre la que organizarnos en sociedad. Por eso hemos querido compartir estos ejemplos del otro lado del Mediterráneo, porque donde el Estado ha desaparecido, ahí está la solidaridad y la autoorganización.
Solidaridad contra las fronteras
Ante las miles de personas migrantes llegadas a Grecia en los últimos años, tanto las consideradas oficialmente “refugiadas” como las que no lo son, el Estado griego se ha visto incapaz de dar una solución de vida digna, acumulando a cerca de 60.000 personas en campos de refugiados/as que han sido continuamente denunciados/as por sus pésimas condiciones, tanto por organizaciones como Amnistía Internacional como por sus propios/as habitantes, que han protagonizado diversas protestas como la huelga de hambre de 200 refugiados/as del campo de Ellinikon[1], a las afueras de Atenas, el pasado febrero.
Y las perspectivas de que esto fuera una situación a corto plazo se han esfumado. Quienes llegaron a Grecia antes del infame acuerdo de la UE con Turquía, han comprobado que las cuotas de acogida a las que se comprometieron los países miembros ni se acercan a las reales. Para quienes llegaron después del acuerdo, la perspectiva es aún peor, pues tendrán que quedarse en Grecia durante un periodo que tiene pinta de eternizarse: “El Gobierno griego ya está poniendo en marcha diversas medidas que parecen apuntar a que los campos de refugiados persistirán durante mucho más tiempo. Los cambios en el sistema de distribución de alimentos o la posibilidad de establecer pequeños negocios gestionados por los propios refugiados dentro de los campos suponen la confirmación de lo que muchos sospechábamos hace tiempo. Esta no es una situación temporal, sino que supone el establecimiento a largo plazo de miles de personas en campos alejados de los centros urbanos, sin acceso a servicios básicos como la atención médica o la educación, en lo que supone una violación constante de sus derechos y de los principios de la UE, así como el incumplimiento de la normativa internacional sobre asilo y refugio.” (eldiario.es de 16 de abril de este año).
Ante esta situación crítica, anarquistas y autónomos/as en Grecia, especialmente en la capital, comenzaron hace ya en torno a dos años a organizarse para prestar su apoyo a muchos/as de esos/as migrantes que iban llegando y acumulándose en campamentos improvisados. Desde entonces han proliferado en Atenas y más aún en el barrio de Exarchia las okupaciones destinadas a la solidaridad con las personas migrantes.
“Tan solo en la capital de Atenas viven alrededor de 3000 asilados en 15 edificios abandonados que fueron ocupados por los anarquistas”, según un artículo publicado en mayo de este año en The New York Times. Edificios de viviendas en desuso, un antiguo colegio e incluso la Universidad Politécnica albergan a personas procedentes de Siria, Afganistán, Eritrea y demás países, que organizan su vida en común y con el apoyo de los/as vecinos/as activistas, desde la limpieza, el cuidado de los/as niños/as, hasta la alimentación, abastecimiento, etc.
Centros como los de Notara 26 o Themistokleus 58 llevan más de año y medio resistiendo, a pesar de que el Estado griego haya comenzado recientemente su ofensiva de desalojos en la capital. El mes de marzo, la policía desalojó las okupas Villa Zografou y el hospital de Alkiviadou en Atenas, ésta última habitada hasta entonces por casi 200 refugiados/as. Más de cien migrantes y algunos/as anarquistas griegos/as fueron detenidos/as, aquellos/as sin papeles enviados/as a campos de refugiados/as en el mejor de los casos, enfrentándose a la posibilidad de deportación en el peor. Lo más irónico del asunto es que el edificio desalojado pertenece a Cruz Roja, que fue quien interpuso las denuncias que llevaron al mismo, alegando que lo cedería a la Organización Mundial para las Migraciones para albergar a refugiados menores no acompañados.
Más recientemente, el pasado 23 de junio, fue convocada una manifestación en Atenas y acciones en solidaridad en otras ciudades en apoyo a las okupas atenienses ante la amenaza hecha pública en la prensa semanas antes contra otras tres okupas, sobre las que parece ser que se han emitido órdenes judiciales de desalojo: Papoutsadiko, Zoodoxou Pigis 119 y City Plaza, ésta última un antiguo hotel que acoge a unas 400 personas.
Guerra abierta contra el narcotráfico
Cambiando totalmente de tercio, no queríamos dejar de mencionar otro “frente” de lucha abierto en la capital griega en los últimos tiempos. En el ya mencionado barrio de Exarchia, la ausencia de cualquier intervención del Estado -incluyendo a la policía, que desde hace tiempo no se atreve a entrar por los continuos ataques contra ella en sus calles-, tiene otra consecuencia nada deseable: vía libre al tráfico de drogas. Si bien no se trata de ninguna novedad ni algo que la policía pretendiera erradicar (de hecho, es un secreto a voces la estrecha relación entre la policía ateniense y las mafias del narcotráfico local), lo cierto es que en cualquier caso la presencia de este negocio había aumentado en Exarchia en los últimos años.
Ante esto, los/as anarquistas también decidieron poner en práctica la acción directa y abordar el problema, poniendo en marcha patrullas de autodefensa por el barrio para expulsar a los camellos, convocando manifestaciones, etc. En febrero de 2016 el conflicto escaló cuando tres activistas de un centro social del barrio fueron apuñalados por unos traficantes, quedando heridos de gravedad. En respuesta, se convocó una multitudinaria manifestación contra las drogas, en la que varios manifestantes exhibieron armas de fuego como demostración de fuerza. Unos meses más tarde fue asesinado uno de los narcotraficantes que protagonizaron el ataque. Los titulares mediáticos que esto ocasionó obligaron a la policía a actuar por primera vez y detener a unos cuantos camellos, pero una vez pasado el revuelo volvieron a mantenerse al margen. Desde entonces, los/as anarquistas continúan la batalla contra las drogas, otro frente que promete ser largo y duro.
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[1] Campo, por cierto, desalojado por la policía hace algunas semanas tras haber sido vendidos los terrenos a un consorcio de empresas para la construcción de un complejo de viviendas, hoteles y zonas comerciales. Los/as alrededor de 500 residentes en el campo fueron dispersados/as por distintos centros y campos ya existentes, con el consiguiente aumento del hacinamiento de los mismos…
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