Creada por Tony Gilroy. 2022. 1 temporada (por ahora) de 12 episodios. Streaming en Disney Plus.
“Espías, saboteadores, asesinos… todos hemos hecho cosas terribles en nombre de la Rebelión” – Cassian Andor
Puede parecer raro que desde un periódico anarquista recomendemos una serie de Star Wars. Pero lo cierto es que ésta no es una obra de Star Wars al uso. Ambientada entre las triologías de Anakin y Luke Skywalker – es decir, una vez formado el Imperio Galáctico y antes de la construcción de la Estrella de la Muerte – esta serie sigue a Cassian Andor, un ladronzuelo de poca monta que huye de la Justicia imperial después de matar a dos soldados en un robo y acaba uniéndose, de manera casi fortuita, a la Rebelión que se está formando contra el Imperio.
A través de los ojos de Andor vamos conociendo una Rebelión mucho más compleja y repleta de grises que la que vemos en las películas originales; no todos sus miembros son seres de luz repletos de bondad absoluta, sino que son el resultado de alianzas forjadas entre personas de lo más variopinta: desde idealistas, hasta personas que luchan contra el imperio por venganza, por dinero e, incluso, con el crimen organizado. Existen facciones de todo tipo manteniendo una tensa coordinación, desde los Partisanos, liderados por Saw Gerrera – considerado “extremista” y “radical” por sus compañeros, por su uso de tácticas “terroristas” – hasta una facción política, liderada por la senadora Mon Mothma, quien debe buscar una manera para blanquear dinero y ocultar el hecho de que está financiando la lucha antiimperial.
“Habrá momentos en los que la lucha parezca imposible”, explica Karis Nemik, un joven rebelde idealista. “Ya lo sé. Solo, inseguro, empequeñecido por la escala del enemigo. Recuerda que la libertad es una idea pura. Ocurre espontáneamente y sin instrucciones. Actos aleatorios de insurrección ocurren constantemente en toda la galaxia. Hay ejércitos enteros, batallones que no tienen ni idea de que ya se han alistado en la causa. Recuerda que la frontera de la Rebelión está en todas partes. E incluso el más pequeño acto de insurrección empuja nuestras líneas hacia adelante. Y recuerda que la necesidad Imperial de control es tan desesperada porque es tan antinatural. La tiranía requiere un esfuerzo constante. Se rompe, se filtra. La autoridad es frágil. La opresión es la máscara del miedo. Recuérdalo. Llegará el día en que todas estas escaramuzas y batallas, estos momentos de desafío habrán inundado los bancos de la autoridad del Imperio y entonces habrá uno de más. Una sola cosa romperá el cerco”.
Los distintos miembros de la Rebelión que aparecen a lo largo de la serie participan en debates difíciles acerca del uso de la violencia como herramienta emancipadora frente a la opresión, sobre si anteponer los intereses personales o familiares a la lucha política, o sobre si es justo traicionar a un compañero y permitir que le mate el enemigo para proteger la identidad de un topo en el Imperio. En la serie vemos distintas formas de lucha contra el Estado fascista imperial: desde la desobediencia civil no violenta, hasta la resistencia y el lanzamiento de piedras en una manifestación, pasando por la lucha armada. Y, a este respecto, otra reflexión interesante que introduce la serie es cómo esta lucha afecta a quienes la ejercen en un contexto revolucionario, a través del personaje de Luthen Rael: “He renunciado a la calma, la amabilidad, el parentesco, el amor. He renunciado a toda posibilidad de paz interior, he hecho de mi mente un espacio sin sol. Comparto mis sueños con fantasmas. Me despierto cada día con una ecuación que escribí hace 15 años de la que sólo hay una conclusión: estoy condenado por lo que hago. Mi ira, mi ego, mi falta de voluntad para ceder, mi afán de lucha, me han puesto en un camino del que no hay escapatoria. Ansiaba ser un salvador contra la injusticia sin contemplar el coste, y cuando miré hacia abajo, ya no había suelo bajo mis pies. ¿Cuál es… cuál es mi sacrificio? Estoy condenado a utilizar las herramientas de mi enemigo para derrotarlo. Quemo mi decencia por el futuro de otros. Quemo mi vida, para hacer un amanecer que sé que nunca veré. No, el ego que empezó esta lucha nunca tendrá un espejo, ni un público, ni la luz de la gratitud. Entonces, ¿qué sacrifico? Todo”.
Pero Andor no nos muestra solo las entrañas de la Rebelión; lo hace también con el malvado Imperio, a través de varios de los agentes que trabajan para sus servicios de Inteligencia. Por fortuna, la serie no nos muestra el Mal a golpe de topicazos – de hecho, los funcionarios visten de blanco, se reúnen en salas bien iluminadas y trabajan de 9 a 17, comiendo apresuradamente en sus puestos de trabajo, mientras intentan avanzar su carrera política –, sino que retrata al Imperio como un enorme aparato burocrático. Como explicaba Hannah Arendt cuando acuñó el término “la banalidad del mal” para referirse a la escalofriante “normalidad” de Adolf Eichmann (uno de los arquitectos del Holocausto), cualquier persona puede cometer actos malignos si el Mal se institucionaliza, como ocurrió en la Alemania Nazi. Y en un sistema de maldad institucionalizada, son las personas normales quienes cometen actos de maldad cotidiana al cumplir con su trabajo.
En esta serie, los funcionarios del Imperio que vemos – que no son el Emperador, ni Darth Vader, sino mandos intermedios y altos, así como soldados de a pie, jueces y carceleros – no son malos porque esté en su naturaleza, sino porque son el resultado de un proceso burocrático y autoritario. Entre ellos destaca Deedra Meero, quien se esfuerza en ganar puntos frente a su superior jerárquico, no por una relación personal de enfrentamiento contra la Rebelión o por compartir los valores del Imperio (que vienen a ser el orden social y disciplina), sino por su dedicación a su trabajo. Es mala porque es una trabajadora dedicada que no piensa en las consecuencias para terceras personas de sus acciones. Por otro lado, Syril Karn, un agente que sí ha interiorizado los valores imperiales y cree en ellos, sufre un retroceso en su carrera porque es un mal trabajador y acaba derrochando demasiados recursos públicos.
En definitiva, se trata de una serie oscura y madura, ambientada en el universo de Star Wars pero que podría haberse hecho en otro. Recomendamos que le deis una oportunidad, aunque no sea vuestro rollo.