Apoyo mutuo y organización ante el desastre

Un mes antes de la destrucción generada por una DANA en varios municipios de la Comunidad Valenciana, Andalucía y Castilla la Mancha, el paso del huracán Helene y su choque con otra tormenta en las montañas del sur de los Apalaches, en Estados Unidos, generó varios días de lluvias torrenciales que derivaron en una catástrofe que arrasó toda la región: movimientos de tierras, cientos de sistemas municipales de agua y alcantarillados dañados, miles de kilómetros de carreteras intransitables, miles de casas destruidas y cientos de muertos en seis estados diferentes. Un escenario que nos resulta familiar, que nos trae de vuelta imágenes de una tragedia más cercana espacialmente, pero igual de desoladora. En este sentido, creemos que las aportaciones realizadas por diversos colectivos e individualidades sobre cómo afrontaron desde la base la catástrofe que acompañó al huracán Helene pueden ser muy enriquecedoras, pues cómo señalan desde el colectivo editorial de CrimethInc, que publican uno de estos textos, ‘en un momento en que la desinformación, el aumento del autoritarismo y las catástrofes exacerbadas por el cambio climático producido industrialmente están creando un bucle de retroalimentación de crisis cada vez mayores, es crucial entender la respuesta a las catástrofes como una parte integral de la defensa de la comunidad y elaborar estrategias sobre cómo esto puede desempeñar un papel en los movimientos de liberación’.

Experiencias y aprendizajes desde la acción colectiva en los Apalaches

La primera experiencia a la que nos vamos a acercar es la de un militante anarquista de una zona rural del oeste de Carolina del Norte implicado en los esfuerzos de respuesta al desastre desde los primeros momentos y que hace un repaso de las diferentes lecciones que él y su grupo de apoyo han ido aprendiendo a lo largo de semanas de trabajo sobre el terreno. Este grupo de apoyo en cuestión es pequeño, pero lleva trabajando como colectivo desde hace 8 años, y a las 72 horas de las lluvias, ya tenían montado un centro de ayuda mutua y estaban movilizados para sacar a gentes de sus casas y abrir carreteras. En ese sentido, marcan como algo primordial la organización previa, pues es la que les ha permitido tener una red amplia de amigos/as y aliados/as. Sólo pudieron hacer lo que hicieron pues ya habían trabajado en su comunidad para construir la confianza y las relaciones que son vitales en momentos de crisis. Del mismo modo, este recorrido previo les permitió ir ganando práctica en el trabajo en grupo y la logística.

Con el paso del tiempo, han reflexionado como una situación de crisis aguda como la que han vivido supone, a nivel comunitario, romper el hechizo de la normalidad. Miles de personas experimentan la acción colectiva, la cooperación para la satisfacción de necesidades y recursos en lugar de la competición. Pero entienden que su trabajo como grupo de apoyo no es radicalizar a nadie, sino salvar vidas y cubrir necesidades. En el transcurso de la crisis, muchos/as se harán una idea de cómo podría organizarse mejor la vida, y es ahí que debemos asegurarnos de que haya formas de que quienes se radicalicen por las catástrofes y la experiencia de responder a ellas tengan oportunidades de implicarse en algo duradero. 

Las catástrofes también suponen momentos en los que la obtención de información fiable se vuelve difícil, y los rumores cobran un impulso mayor del habitual. La gente está traumatizada, el miedo y la ansiedad por lo perdido son el pan de cada día de muchos/as y hay quienes siguen adelante en base a pura adrenalina. Todo ello no favorece la claridad mental, y es estas situaciones donde hay que tratar de mantener la calma, no repetir la información no verificada, sobre todo en redes sociales, y aun preparándose por si alguno de los rumores que corrieran fueran ciertos, seguir trabajando como se estaba haciendo hasta ahora. La mejor manera de informarse será en las interacciones cara a cara, durante la distribución de ayuda.

Muy ligado con lo anterior se presenta otro factor como es la presencia de la extrema derecha, que tratará de capitalizar cualquier desastre para tratar de avanzar en su agenda política. Es desde aquí que bullirán muchas de las noticias falsas, desde el racismo más descarado hasta la más extravagante teorías conspirativas, pero también harán acto de presencia sobre el terreno. En este sentido, desde este grupo de apoyo anarquista hacen hincapié en que la mejor manera de contrarrestar a la extrema derecha es estar mejor preparados/as y organizados/as, trabajando más y mejor, al mismo tiempo que se hace uso de las redes para dar información fiable y contrarrestar el alarmismo racista.

Pero la extrema derecha no será el único, ni por asomo el más importante, actor político sobre el que reflexionar, pues, aunque sea tarde, el Estado y sus instituciones harán acto de presencia. Está claro que, aunque los esfuerzos de ayuda mutua de base son mucho más flexibles y eficientes para responder al desastre que la burocracia estatal, su acceso a recursos humanos, de maquinaria y de dinero son inimaginables e imprescindibles para paliar los efectos de estos devastadores desastres. En este sentido, los/as compañeros/as plantean que es necesario aprovechar estratégicamente estos recursos sin comprometer principios ni esfuerzos, con ejemplos como ayudar a los/as afectados/as a navegar en las engorrosas solicitudes de ayudas públicas y las reclamaciones de seguros, o colaborar estratégicamente con la mano de obra gratuita (y maquinaria) que significan los militares para limpiar edificios o partir leña, a la vez que se mantienen centros de apoyo mutuo totalmente separados.

Tras estos temas más elevados, las reflexiones y consejos de este grupo de apoyo autónomo también bajan al barro, al trabajo más cotidiano. Se valoran aspectos como las comunicaciones, pues ante la muy posible caída de la mayor parte ellas durante días o semanas, su reflexión es que es primordial tener opciones de reserva como las radios o internet por satélite (sin olvidar que esto requiere de fuentes de energía como generadores o energía solar), a la vez que la comunicación cara a cara, tener cerradas lugar y hora en caso de que se acerque un posible evento natural peligroso; o lo imprescindible que es tener y/o saber usar maquinaria pesada, pues contra puentes derrumbados, carreteras cortadas o inmensos escombros poco se puede hacer sólo con carretillas y palas. También hacen bastante hincapié en la logística de la cadena de suministros, un gran rompecabezas, pues plantean que si bien los primeros días sólo se tendrá acceso a los suministros que haya en la propia comunidad, cuando estos empiezan a llegar desde fuera el problema es el desfase entre la petición y su llegada, que ellos estiman en casi una semana, lo que obliga a anticipar necesidades a futuro y ser cuidadosos con las comunicaciones, ante todo en redes. Ya por último, también señalan como uno los grandes logros pero al mismo tiempo retos, la gran red de grupos de apoyo, gran parte de ellos autoorganizados, que surgen ante estas situaciones, y que requieren de un importante trabajo de coordinación para evitar la redundancia de esfuerzos, así como la gestión más eficiente  de la enorme cantidad de voluntarios/as que se les presentaron y cómo ponerles en contacto con las comunidades y hogares necesitados (mucha hoja de cálculo, para esto y lo anterior). 

El sindicato como herramienta más allá de lo laboral

El otro ejemplo que nos ha parecido interesante reseñar nos lleva hasta la ciudad de Asheville, situada también junto a la cadena montañosa de los Apalaches. El paso de Helene dejo en esta urbe de unos 70.000 habitantes las lluvias de cinco meses concentradas en tres días, lo que supuso bastantes días sin agua corriente, una semana sin servicio de telefonía ni internet, hospitales cerrados, cientos de casas arrasadas… Es en este contexto de desastre donde el papel de la organización sindical previa cobra relevancia. El pequeño sindicato Asheville Food & Beverage United (AFBU), fundado en 2022 a raíz de la crisis subsiguiente a la pandemia del COVID, agrupa a unos 80 trabajadores/as de la hostelería en una ciudad con una economía centrada en el sector turístico. Como sector altamente precarizado, el ámbito de acción de esta red de trabajadores/as va más allá de movilizaciones o conflictos por horarios justos, reclamaciones salariales o tiempo libre remunerado, tocando diversos ámbitos de su realidad material como los precios abusivos de la vivienda o el transporte.

Desde los primeros días tras el paso de Helene, AFBU volcó su trabajo colectivo a enfrentar las consecuencias del desastre. Lo primero, asegurándose de que todos/as sus afiliados/as estuvieran a salvo, y a partir de ahí, comenzaron a poner en marcha su red de trabajadores/as para diferentes tareas de apoyo mutuo: la preparación de comidas para los/as miles de desplazados/as, la distribución de agua potable, la organización de fondos de solidaridad, el acompañamiento en la solicitud de fondos de ayuda públicos, o el transporte y distribución barrio a barrio de suministros básicos, todo ello en colaboración con otros pequeños sindicatos y grupos locales de apoyo mutuo. Centraron su acción ante todo en los complejos de viviendas públicas donde viven muchos de los/as trabajadores/as de la hostelería. 

El siguiente reto para AFBU vino de los problemas habitacionales, pues a los cinco días del paso de la tormenta, con todo aún patas arriba, la autoridad de vivienda pública comenzó a presionar a sus inquilinos/as para los pagos de los alquileres, incluso cuando muchas de estas viviendas estaban en condiciones inhabitables. Ante esta situación, los/as militantes de AFBU se centraron en informar a los/as inquilinos/as de las vías administrativas para obtener exenciones en el pago del alquiler y plantear una campaña de movilización junto con sindicatos habitacionales para conseguir una moratoria en los desahucios. Y luego, pasaron a la ofensiva, movilizándose para reclamar a la junta del condado la utilización de parte de los fondos de turismo de Asheville, un total de 41 millones de dólares pensados para la promoción la ciudad, para la ayuda a los/as vecinos/as con bajos ingresos.

Con todo esto, las semanas que siguieron al paso del huracán no sólo supusieron una diversificación en las tareas realizadas por los militantes de AFBU, sino también una consolidación del sindicato, que ha crecido bastante en afiliación. Ahora tienen la vista puesta en el medio plazo, en la recuperación del desastre y, sobre todo, en la cuestión de sobre quién repercutirá esta recuperación, si sobre unos jefes y caseros con intención de seguir acaparando poder, o sobre los/as trabajadores/as y sus condiciones de vida ante el actual desempleo y la falta de vivienda.   

Este texto se basa en dos artículos: ‘El ojo de cada tormenta’, publicado en la web CrimethInc, y ‘Cómo organizarse y luchar ante una catástrofe climática: la experiencia en Carolina del Norte’, publicado por el blog de El Salto Cuadernos de Trabajo; que os recomendamos encarecidamente leeros para más información.

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