COMIENZOS: LA EFERVESCENCIA AUTO-ORGANIZATIVA
El conflicto de Metro de Madrid ha resaltado, una vez más, el inmenso potencial de los trabajadores en lucha. Y cómo la unidad, conseguida a través de la solidaridad y el apoyo mutuo, crea las condiciones suficientes para plantar cara a la agresión del capital.
Son de resaltar los primeros días del conflicto que culminarían en las dos jornadas de huelga total de los días 29 y 30 de junio. En estos momentos el conflicto se desenvolvía con toda su viveza y potencialidad. Los trabajadores, movidos por un sentimiento de rabia colectiva por la agresión del estado-capital, rechazaban la sumisión y el miedo que conducen a la impotencia característica de estos tiempos. Comenzaban a autoorganizarse contra el plan de la Comunidad de Madrid de que sean los trabajadores los que paguen la crisis, en un momento económico tan complicado. La efervescencia autoorganizativa que se pudo vivir en las asambleas preparatorias de piquetes que desembocarían en los días de huelga total, fue la consecuencia natural de las capacidades organizativas de los trabajadores en lucha. Esto desbordaba las intenciones y prácticas de los sindicatos, mucho más dados a un diálogo sosegado y amistoso con quien pretende pisarnos más y más, al manejo de tiempos y a la negociación desde los despachos, práctica habitual a la que nos tienen aconstumbrados. Los sindicatos, que traían propuestas “ligth”, cada una pintada del color de sus siglas, se ven impotentes ante la unidad real de los trabajadores expresada en la asamblea general. Se ven obligados a ceder y aceptar el sentir y proceder de la asamblea; “Vamos a parar Madrid, a la Huelga Total”.
El conflicto está enmarcado en la defensa del convenio colectivo conseguido trás años de lucha, defensa de unos mínimos ya de por si precarios, muestra de la agresividad del estado-capital, de la pasividad colaboradora de los sindicatos, piezas clave de la descomposición de la clase trabajadora, y de la debilidad de nuestra clase explotada que apenas llega a organizarse para poder defenderse. Pero el cambio de actitud de los trabajadores de Metro, sobrepasando las consignas y divisiones artificiales de los sindicatos, para crear, desde la unidad solidaria de todos en asamblea, un frente común de lucha, deja entrever el germen de las vías para poder pasar de una defensa precaria, a una directa y potente respuesta.
El CAPITAL CONTRATACA: POLÍTICOS Y MEDIOS DE COMUNICACIÓN
Esto fue rápidamente percivido por la clase política, que identificaba los peligros de una toma de conciencia de los trabajadores de sus propias potencialidades en lucha. Los medios de comunicación fueron los encargados de prepara el terreno para el ataque político posterior.
Aquellos días el revuelo mediático sembró la confusión en torno al conflicto, y dentro del mismo. La estrategia era pervertir el debate con la falsa oposición entre trabajadores en lucha y usuarios. Tachando a los primeros de egoístas e insolidarios, incluso llegando a la desvergüenza de llamarles “privilegiados” y “secuestradores”. Todo ello dicho desde los sillones de despachos de la Comunidad de Madrid, desde sus periódicos y televisiones. ¡Menudo circo! Quedando los segundos, los llamados “usuarios”, en el papel de damnificados por la catástrofe, pobres “secuestrados”. Parece increíble que haya que recordar que aquellos que diariamente necesitamos el metro para desplazarnos, lo hacemos para ir a nuestro puesto de trabajo, ese secuestro diario al que nos vemos obligados por ser “privilegiados” que luchan por llegar a fin de mes. ¡Antes que “usuarios”, somos trabajadores! Y tener conciencia de esto nos hace inmunes tanto al rebuzno mediático como a sus intentos de dividir a los trabajadores. Nos permite descifrar la confusión, posicionarnos del lado de los trabajadores de Metro y mostrar solidaridad. ¡Porque la lucha de Metro es la lucha de todos los trabajadores!
EL FINAL: MAS LEÑA PARA UN NUEVO FUEGO
El ataque mediático también creó la confusión en el interior del conflicto. Los sindicatos aprovecharon el momento para recuperar el control de la asamblea, e imponer sus propuestas de moderación (“ponerse primero y hechar el freno de mano”). Todo ello valiéndose de la excusa de dar un respiro a los “usuarios” de metro, desoyendo propuestas surgidas desde los trabajadores en la Asamblea que buscaban la solidaridad con el resto de trabajadores de Madrid, sin rebajar el nivel de combatividad. A partir de aquí, un lento calvario en el que priman los intereses de las burocracias sindicales y la clase política; se rompe con la unidad de los trabajadores, desaparecen las movilizaciones en la calle, no se fomenta la conexión con otros colectivos en lucha quedando el conflicto aislado dentro de la empresa (el recorte también afectaba a las demás empresas de la Comunidad de Madrid, Canal de Isabel II, SUMMA-112, etc.), la asamblea pierde su poder y queda como simple espacio de legitimación y respaldo del comité de huelga entregado a los intereses sindicales. Se alargan los tiempos entre asambleas, a la vez que la asistencia de trabajadores disminuye notablemente, el desencanto es palpable, y se suceden las reuniones entre la Dirección de Metro y los sindicatos, que actúan a sus anchas. Y así, hasta la firma del acuerdo final, en el que se revientan las dos principales consignas en las que se fundamentó la fuerza y la unidad de todos los trabajadores en Asamblea; “el convenio no se toca” y “ningún trabajador sancionado ni despedido”… Al final, el convenio se toca –abriendo un serio precedente, tal y como decían los propios trabajadores en las asambleas–, y no se habla de los expedientes sancionadores, que quedan abiertos al antojo de la Comunidad de Madrid. Siendo esto un amargo final, que hace prever un horizonte de nuevos comienzos.
Un aprendizaje aglutina a todos los posibles, y este ha quedado grabado en las conciencias de quienes hemos participado en el conflicto de Metro: LA LUCHA ES EL UNICO CAMINO