Autor: Jared Diamond. Editorial DeBolsillo. Publicado originalmente en 1997, en EEUU. 592 páginas
Jared Diamond, un biólogo y geógrafo, publicó hace 25 años uno de los tratados más importantes en el campo de la Historia. Se centró en el triunfo y colapso de sociedades y su obra supuso un sonoro bofetón en la cara a los supremacistas blancos que defendían la superioridad genética, moral o intelectual de las civilizaciones europeas (o, al menos, euroasiáticas).
Sin entrar en la historia individual de jerarcas, inventores, políticos o líderes militares, Diamond aplicó las destrezas con las que la comunidad científica estudia el resto de especies para contemplar la historia de la humanidad y explicar cómo es posible que Occidente colonizara el mundo entero y destrozara culturas enteras a su paso. Y concluyó que son tres las causas de la preeminencia eurasiática sobre América, África y Oceanía: el primero (1) es la presencia de grandes mamíferos domesticables. Y es que 13 de los 14 grandes mamíferos que entran en esta categoría habitaban solo en Eurasia. La llama andina es el decimocuarto. Uno de los 13, el caballo, fue determinante en todo conflicto armado anterior a la Primera Guerra Mundial. Además, la convivencia con ganado propició el desarrollo de enfermedades infecciosas y endémicas – tal y como hemos podido ver con la pandemia de la Covid – y, eventualmente, una creciente inmunidad a las mismas. Es decir, fue más determinante en la conquista de América la presencia de caballos y las enfermedades que trajeron los europeos que la gloria bélica de Hernán Cortés.
El segundo motivo (2) es la susceptibilidad de las plantas locales para aportar alimento y ser desarrolladas para la agricultura. Lo cual, a su vez, guarda relación con el tercer factor, que (3) es la orientación del eje mayor continental, que en el caso de Eurasia es paralelo al ecuador – es decir, conforma un corredor longitudinal de territorios de clima templado – frente a la disposición perpendicular de América y África, que se traduce en una sucesión de climas muy variables y barreras geográficas evidentes (que alcanzan su máximo apogeo en el aislamiento insular de Oceanía). El peso de esta variable geográfica se evidencia por la mayor diversidad lingüística en estos continentes, indicio de un menor contacto entre habitantes.
En cuanto a China, el imperio más grande y uniforme, que concentró el territorio de casi un continente entero en un solo poder político central, Diamond explica que el capricho de los jerarcas – que no sentían su posición amenazada por otros Estados – impidió a Oriente convertirse en una civilización colonizadora de ultramar, mientras que los pequeños Estados europeos, temerosos de sus vecinos, competían por la conquista de otros continentes.
Como dice Pedro Vallín en C3PO en la Corte del Rey Felipe VI (Arpa Editores), este ensayo de Diamond concluye que ningún reino debe a otra cosa que a un accidente geográfico sus glorias y es un magnífico antídoto contra el etnocentrismo europeo.
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