Hace unas semanas Ciro Morales, uno de los/as imputados/as por el caso Aturem el Parlament, informaba de que había recibido una llamada de los Mossos d´Esquadra para que acudiera a comisaría para arrepentirse de los hechos por los cuales fue condenado. Este hecho le llevó a escribir para La Directa el artículo «De indultos y arrepentimientos«, y a nosotros/as a reproducirlo, aprovechando para recordar qué sucedió en el Parlament catalán el 15 de julio de 2011, cuáles fueron las consecuencias penales de ello y cómo lo han afrontado los/as afectados/as.
Paremos el Parlament
Con este lema se convocó a una protesta frente al Parlament, el día en que se iban a aprobar los presupuestos autonómicos, que contenían una serie de recortes en gastos sociales. Como contaban en uno de los primeros comunicados los/as encausados/as, “con esta acción se pretendía señalar a los/as responsables de la miseria cotidiana en la que nos vemos inmersos/as día tras día y gritarles a la cara todo nuestro odio. Como todos/as recordaremos era un acto más simbólico que otra cosa y aunque se merecían más, solo recibieron unos cuantos insultos y unas gotas de agua con las que apaciguar el calor veraniego«. El poder desplegó toda su artillería para escarmentar a los/as manifestantes, y tras una exagerada criminalización mediática, a veinte personas se les pidieron penas de entre 3 y 8 años de prisión.
Desde el primer momento, los/as encausados/as mantuvieron un doble estrategia de cara a enfrentar el procedimiento penal: si por un lado se denunció la utilización de ilegales listas negras de activistas y el carácter político del juicio, y se negó la relevancia penal de los hechos buscando una sentencia absolutoria, por el otro se reivindicó lo sucedido. «Aquel día éramos miles que intentamos parar el Parlament de Catalunya para combatir el drama de tantas vidas inmersas en la miseria, los despidos por los recortes, los suicidios por desahucios, etc. Porque muchas de estas barbaries se aprueban tras los muros de este edificio. Por este motivo estábamos señalando los culpables aquel día 15 de Junio de 2011 y por eso mismo, lo volveríamos a hacer sin miedo, porque legitimamos nuestra actuación, y porque si la gente de la calle, a quienes nos afecta todo esto, no luchamos, nadie lo hará por nosotras«. Intentaron parar el Parlament porque era lo justo, es lo que había que hacer. Por eso, el lema de apoyo a los/as encausados/as no hablaba de su inocencia, de lo desproporcionado de las peticiones de condena o de la extravagancia de que el Parlament de Catalunya se considerara Alta Institución del Estado español para así engordar las penas. Era muy directo: Jo també estava al Parlament! …i ho tornaria a fer!
La(s) sentencia(s)
La Audiencia Nacional absolvió a todos los/as acusados/as, pero la alegría duró poco: el Tribunal Supremo condenó a ocho personas a tres años de prisión y el Tribunal Constitucional inadmitió sus recursos, por lo que empezaron a llegar las órdenes de entrada en prisión.
Así, llegamos a lo que relatábamos al inicio de este artículo, los/as condenados/as solicitan el indulto. Frente a la idea extendida de que el indulto supone arrepentirse de los hechos, los/as condenados/as nos explicaban su actuación en un comunicado titulado Hemos decidido seguir juntas: «Así, al vernos entre la espada y la pared, hemos decidido pedir un indulto total a la Audiencia Nacional. Sin entrar en tecnicismos, estamos pidiendo un tipo de indulto que no ponga en riesgo la libertad de ninguna compañera, ya que si se pidiera el parcial para todas, una de ellas sería encarcelada. Ante la voluntad que tiene la represión de aislarnos y fracturar los diferentes movimientos, hemos priorizado mantenernos juntas y construir una propuesta común que incluye la situación de todas. Para nosotras es un trámite burocrático del cual no haremos bandera, pero que decidimos utilizar al ser la única vía legal de que disponemos para evitar el encarcelamiento de nuestras compañeras. También queremos aclarar que pedir un indulto no implica arrepentirse de los hechos sucedidos aquel día. Además, hemos decidido no alegar causas personales que harían distinciones entre compañeras por el grado de normativización de las vidas propias. De la misma manera, desde la asamblea de encausadas evocamos y reivindicamos la acción “Aturem el Parlament” de aquel 15 de junio de 2011. Para muchas fue un día radiante, donde por unos instantes el miedo parecía haber cambiado de bando. Fue un día empoderador porque se vivió y practicó la política real, la de las personas, haciendo un ejercicio de resistencia y mostrando la fuerza colectiva confrontada a una élite que viste trajes, corbatas y maletines, que se refugia entre las paredes de edificios institucionales, que se autodenomina democrática, que busca el lucro personal y empresarial, que se protege con un ejército de policías armados hasta los dientes y con los massmedia.”
Recogemos estas líneas porque entendemos que el trámite de pedir el indulto al Estado, cuando desde nuestro posicionamiento anarquista soñamos y luchamos por su desaparición, es ideológicamente complicado. Pero también sabemos que nos movemos en un mundo repleto de contradicciones, a las que tenemos que hacer frente diariamente intentando caer en las menores incoherencias posibles. Por eso destacamos la forma en la que los/as compañeros/as del Aturem el Parlament han afrontado su posible entrada en prisión: orgullosos/as de las acciones por las que eran condenados/as y solidarios/as con todos/as los/as condenados/as. Nuestro apoyo y nuestro cariño. Os queremos en las calles.
De indultos y arrepentimientos, por Ciro Morales
Posiblemente sea esta una de las columnas más aburridas que escriba, de las más formales. Aunque, valorando que acabo de empezar en mi colaboración… retiren lo dicho, seguro vendrán otras. Así mismo, puede que se trate de la columna más útil para procesos anti represivos en su vertiente post condena. Dicho lo dicho, se me antoja imprescindible explicaros:
Como bien sabréis, el caso “Aturem el Parlament” se intentó cerrar al final de su etapa vengativa –Estado retorcido, Estado rencoroso – con el colofón del indulto (tras la sentencia condenatoria de tres años a ocho personas, entre las cuales me encuentro, emitida por el Tribunal Supremo; revocando la absolución que previamente dictaminó la Audiencia Nacional). Señalo esta etapa punitiva porque la judicial la seguiremos peleando en el TDH de Estrasburgo por tal de que algún organismo con dos dedos de frente (nunca pensé que escribiría esto) deshaga esta grave jurisprudencia grabada en el Estado Español: las leyes no tienen por qué perdurar mientras que las sentencias consolidadas sientan cátedra.
El proceso de indulto no fue fácil, ya que muchas de nosotras contábamos con resabios de la teoría anarquista que considera dicho paso como pedir perdón al Estado, fiel e incuestionable enemigo. Además, como desde un principio decidimos llevar el proceso bajo el “mandato” del consenso, imagínense ustedes ante tal papeleta vital. El consenso es el arte de la cesión, del término medio, del equilibrio entre tensiones contrapuestas. La maestría del compañerismo, del saber hacer político y de la flexibilidad. Así las cosas, decidimos no aferrarnos a cuestiones discursivas puras –además de que la duda estaba en todas y la pulsión de librarte de la cárcel también, obviamente- y forzar a las compañeras del “sí-sí” a un futuro inmediato de… (espacio en blanco para las barbaridades que les vengan a la cabeza).
Con todo esto, demandamos un indulto a nuestra medida, producto del dichoso consenso: total (rebaja de condena a cero –otorgada exclusivamente a policías, políticos, banqueros y hasta pederastas-) sin atenernos a motivos personales de arraigo y buen ciudadano (despojándonos así de las veladas lacras racistas y clasistas propias de la hegemonía bienpensante). Como esta petición no iría acompañada de voluntad de arrepentimiento alguna, tras días de dolores de cabeza, horas de vigilia y miradas esquivas, nos convencimos de que el indulto era una herramienta y estrategia judicial más al abasto de cualquier persona política frente a su martirio judicial. Metiéndolo en el saco de cualquier otro instrumento obligado en los procesos represivos: defensa legal, pago de fianzas o reconocimiento del tribunal de excepción. Instrumento que no debe ser de recurso fácil, que debería ir acompañado siempre de debates internos y externos y que en ningún caso debiera sustituir una campaña de agitación y solidaridad activas, a mi parecer, que conste.
Nota aclaratoria al margen, son muchas las voces que consideran el indulto como una torpe intromisión del poder ejecutivo en el judicial. Tras años de periplo, llega ahora el Congreso y hace o deshace a su antojo (arbitrariedad perfecta para seguir arropando a los suyos). Pero como nosotras no vamos a ser más papistas que el papa, tiramos para adelante con sus contradicciones democráticas.
Cuál fue entonces nuestra sorpresa la semana pasada cuando nos llegó vía policía catalana el requerimiento a comparecer frente a ella -una vez más, qué manía- por orden de la Audiencia Nacional para que nos arrepintiéramos del delito cometido.
Ahora sí comprendimos que el plácido verano era solo una tregua estatal para permitirnos coger un poco de oxígeno. Aire entrecortado con angustiosas bocanadas.
Con este gesto, la demostración de que la maquinaria sigue su curso protocolario propio de épocas pretéritas. Guiño autoritario que sigue colocando al indulto como un rígido perdón postrado de rodillas ante el monarca parlamentario y sus ministros de la Ley, burguesa o patricia. Orden que busca cabezas sumisas reclamando clemencia ante la dubitativa indulgencia del Poder.
Ilusión frustrada de las condenadas y de su asamblea de apoyo ahogada por la verdadera realidad. Batacazo psicológico y político que zarandea nuestros malabarismos discursivos encaminados a la libertad formal.
Este nuevo episodio nos lleva al 22 de junio de 1633 en el que Galileo fue obligado por la Inquisición a negar que la Tierra giraba alrededor del sol, desdecirse así de su descubrimiento y arrepentirse a cambio de su propia vida. Absurdo objetivo conseguido a pesar de que la Tierra “sin embargo se sigue moviendo”.
Hubiéramos podido echar mano de tan lúcida respuesta, sabiendo sin ambages que volveríamos a bloquear a los parlamentarios frente a otra validación de políticas antihumanas –a ver cuándo la calle toma impulso verdadero post reestructuración capitalista-. Hubiéramos podido cerrar así el círculo estratégico escogido previamente de no responder verdades ante tribunales o ejecutivos puesto que al enemigo ni se le habla con sinceridad ni se juega a su juego.
Pero, queridas lectoras, no nos ha dado la gana. No sé si ha sido por el cansancio acumulado, por la serenidad estival que hace bajar la guardia, por la sorpresa impactante o simplemente porque la palabra y el concepto de arrepentimiento es tan intenso, que hemos decidido contar la verdad: ¿Cómo nos vamos a arrepentir de una acción legítima, necesaria y casi inaudita en nuestros lares? Es que ni siquiera consideramos delito –faltaría más- que miles de personas luchen sin intermediarios en pos de la dignidad de una clase explotada y ninguneada.
Una cosa es ir delegando en las abogadas el desarrollo jurídico del caso, con recursos, alegaciones, peticiones e indultos –donde no percibes al Estado como interlocutor, sino sólo su burocracia represiva- y otra bien distinta es que te llame directamente por teléfono o por carta y te exija tu perdón para desplegar las plumas de la caridad.
Informo de este hecho y nuestra reacción (que de momento no es unánime) para que se sume a la lista infinita de estrategias anti represiva. Informo de este hecho sin pretender que es así como se debe actuar, sino para comunicar que es así como hemos actuado.
No pretendemos demostrar nada a nadie, ni dotarnos de pátinas heroicistas ni victimistas. Sí creo que un arrepentimiento publicitado –seguro que los medios comerciales de comunicación estaban cual hienas esperando su probable filtración-hubiera hecho un flaco favor a toda la solidaridad, cuidado y movimiento que ha generado el caso “Aturem el Parlament”. No seremos nosotras las que alimentemos la imagen de un Estado indulgente y bonachón, oxímoron de campeonato.
Simplemente -desde nuestra subjetividad política- consideramos que esto ya está pasando de castaño oscuro. Y que acabe como tenga que acabar.
PD: hablo en mi nombre aunque utilice la primera persona del plural. Esta carta no está consensuada con ninguna de mis compañeras, pese a que posiblemente sea la opinión de muchas.
Y estemos atentos porque esto no acaba aquí. No porque queden días de juicios o sentencias y recursos… sino porque después de vivir esta experiencia es imposible dejar de luchar. Comunicado de los/as encausados/as durante el juicio ante la Audiencia Nacional
Más info sobre el caso en la web www.encausadesparlament.wordpress.com
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