Autor: Jorge Semprún. Editorial Planeta, 1977. 343 páginas.
Esta es una reseña sobre un libro descatalogado, y que sin embargo es sumamente fácil de encontrar de segunda mano. La razón estriba en las numerosas reimpresiones y ediciones que se sacaron. La más reciente de estas es la realizada por el diario Público en 2010.
Jorge Semprún es un personaje complejo donde se cruzan buena parte de los terrores, anhelos y contradicciones que definieron la segunda mitad del siglo XX… hijo de una familia de alta alcurnia y con una educación privilegiada fue colaborador de la Resistencia francesa, preso del campo de concentración de Buchenwald, dirigente comunista, guionista de cine (para directores como Costa-Gavras o Alain Resnais), escritor y ministro de cultura del PSOE. Autobiografía de Federico Sánchez es un peculiar, y bien escrito, ajuste de cuentas con el Partido Comunista de España que le expulsó de sus filas, junto a Fernando Claudín, en 1964. El libro tiene una estructura no cronológica que incluye distintos análisis de documentos, agudas descripciones de sus años de clandestinidad en Madrid, digresiones intimistas y una buena cantidad de ataques a personajes centrales de la historia del PCE como la Pasionaria, Enrique Líster y, sobre todo, Santiago Carrillo. Pero más allá de del interés histórico que suscitan estas páginas o de la atracción que puede suscitar tamaña exhibición de trapos sucios (algo que sin duda está detrás del éxito editorial que en su momento obtuvo la obra), lo realmente crucial de esta autobiografía se encuentra en la crítica realizada por el autor al devenir de los partidos comunistas y su forma de organizarse, analizar la realidad y actuar. Una escritura que toma el camino de la autocrítica, pues él mismo fue parte importante del engranaje comunista español en los años de inspiración estalinista (“años de traicionada fe, de sumisión cadavérica a los imperativos categóricos y alienantes de una solidaridad que ya no era de clase, sino de clan”).
Muchas de las reflexiones realizadas por Semprún desbordan el contexto social y político en el que se fraguó el libro, y merecen ser tenidas en cuenta hoy en día. Destacan las nefastas consecuencias del personalismo, la inherente verticalidad que implica la figura del líder (los párrafos dedicados a los breves momentos que pasó el autor junto a Fidel Castro son bastante ilustrativos al respecto) y la lógica desconexión de la calle y sus pulsiones. También se analiza el subjetivismo a la hora de diagnosticar la realidad y definir una estrategia política, que se traduce en confundir deseos y contingencias, desplegando un lenguaje épico (recordemos que el PCE pasó décadas anunciando el inminente colapso del régimen franquista) u obtuso según convenga. Y queda abordada desde distintos flancos la falta de memoria y la reconstrucción continua de la historia para “ajustarla a las necesidades tácticas del momento político”. Sin ella se cae en el inmovilismo, se destierra el debate y la diversidad, y es imposible hablar de revolución: “Un partido, por ejemplo, incapaz de asumir la verdad de la liquidación del POUM, del aniquilamiento de las colectividades anarco-sindicalistas, de la alianza estaliniana con las fuerzas reformistas y burguesas, […] un partido así será siempre incapaz de elaborar la perspectiva estratégica de la autonomía proletaria”.
La construcción de organizaciones piramidales donde se supeditan una y otra vez los medios a los fines desemboca no solo en una aberración ética, sino inoperativa a largo plazo desde una perspectiva emancipadora. Que al fin y al cabo es la meta de todo intento de transformación social.
Pingback: [Ensayo] Anarquismos por venir - Todo Por Hacer
Pingback: Federación Anarquista Noticias anticapitalistas y informaciones libertarias