Los heterosexuales se encuentran cada vez más en peligro y corren riesgo de desaparecer. Y ya si son hombres blancos, ni te cuento. Por suerte, una valiente líder, oriunda de Madrid, la tierra de la libertad, ha escuchado su grito de socorro y ha salido en defensa de esta minoría oprimida.
A principios del mes de noviembre, el Gobierno del PP de la Comunidad de Madrid registró una Propuesta de Ley para reformar la Ley de Protección LGTIB y la Ley de Expresión e Identidad de Género (conocida como la Ley Trans de Madrid), ambas aprobadas en 2016, durante el mandato de Cristina Cifuentes (también del PP). La primera de estas normas se aprobó con el voto favorable del PP, la segunda, con su abstención.
La reforma de Ayuso se ha tramitado por el procedimiento de urgencia (porque sabemos que la opresión que está sufriendo la heterosexualidad en estos momentos merece una respuesta urgente) y supone un claro retroceso en derechos para el colectivo: (1) acaba con la prohibición de terapias de conversión para personas trans, (2) suprime el plan contra el acoso a alumnes LGTBI en los colegios, (3) elimina la formación del profesorado y los contenidos dirigidos a mostrar la realidad LGTBI y (4) desparece el Consejo LGBTI de la Comunidad que, entre otras cosas, velaba por que los libros de texto no tuvieran contenidos LGTBIfóbicos. Básicamente, si eres un niñe LGTBIQ o trans en Madrid, olvídate de que tu centro educativo de proteja, de que el programa escolar te humanice de alguna forma o de que se forme a tus profes sobre cómo te pueden apoyar.
Haciendo gala de un neolenguaje propio de Orwell en 1984, Ayuso asegura que su reforma protege a la infancia LGTBI y al resto de la población madrileña de la influencia de los lobbies queers, da más seguridad jurídica y defiende la presunción de inocencia, la libertad de expresión y de cátedra. También ha explicado que su finalidad es que deje de propagarse la maldita “ideología de género” y consagrar la transfobia, puesto que el borrador de su nueva ley cuestiona la “autodeterminación de género, alejada de la Ciencia y el Derecho”.
Lo más llamativo es que la presidenta, que gobierna con mayoría absoluta, no ha necesitado sufrir la presión de Vox para acometer una reforma así. La ha impulsado por iniciativa propia, adelantando por la derecha a sus colegas, haciendo suyo el programa discriminatorio de la extrema derecha. Una jugada que representa perfectamente cómo la derecha liberal está virando cada vez más hacia el fascismo en todo el mundo y haciendo suya las reivindicaciones de la ultraderecha.
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