Bitcoin y criptomonedas: es el Mercado

Aunque el Bitcoin no es algo nuevo, nació en 2009, es desde hace aproximadamente un año que comenzó “la fiebre” de esta criptomoneda, y de muchas otras.

Las criptomonedas son monedas digitales, no respaldadas ni avaladas por una entidad oficial que centralice su política económica. Es decir, no existe un Banco Central que regule su emisión y/o valor. El valor depende de varias variables, pero al final es un mercado libre, basado en oferta y demanda, el que autorregula el valor. La tecnología en la que se basan las criptomonedas es la conocida como Blockchain, o Cadena de Bloques. Esta tecnología garantiza la seguridad de las transacciones y la no falsificación de la moneda. Básicamente, la cadena de bloques es una serie de algoritmos que se generan en cada transacción y que deben ser resueltos para confirmar un intercambio. Y aquí es donde entra el último factor clave dentro de las criptomonedas: los Mineros. Sí, al igual que el oro se extraía picando en una mina, en las criptomonedas se realiza este símil pero en versión digital. Los mineros son los ordenadores encargados de descifrar la cadena de bloques, resuelven los algoritmos, y al resolverlos se quedan con una pequeña recompensa.

Estos son los tres conceptos básicos para poder conocer las criptomonedas: No centralización, tecnología Blockchain y minería.

Es el mercado, amigos

Hace unos años Bitcoin era una moneda oscura, con fama de ser utilizada por hackers o en negocios ilegales como forma de lavar dinero de drogas, armas… Su valor permanecía, más o menos, estable hasta mediados de 2017 donde pasa de un valor de 1500€ en marzo al pico de casi 20000€ en diciembre. Estos grandes aumentos de valor en un plazo de tiempo tan corto son el campo de juego preferido por inversores y especuladores. Lo que originalmente se concebía como una moneda descentralizada para la compra de bienes y servicios en internet, se ha convertido en un producto de inversión y especulación. Y al no haber ningún tipo de regulación de la moneda, quienes dominen el mercado imponen sus normas. Hoy la mayoría de gente que usa Bitcoin no lo hace por el anonimato o por una suerte de desacato a las grandes entidades financieras, se hace como producto de pura especulación, generando una burbuja de valor que ya ha tenido su primer pinchazo reduciéndose su valor más de un 50% de diciembre de 2017 a marzo de 2018.

Minado a gran escala

Otro factor que muestra la deriva del Bitcoin hacia un horizonte que poco tiene que ver con liberarnos del capitalismo y el mercado es la situación de sus formas de minado. Originalmente se concebía que cualquier persona en su casa podía poner su ordenador a minar, a resolver algoritmos, y con ello sacar un pequeño beneficio. Era como un trabajo de autoempleo, yo doy fuerza de trabajo (capacidad de computación de mi ordenador personal) y obtengo un salario (una comisión de cada transacción). La situación actual es que se ha vuelto imposible realizar esa tarea de forma no profesionalizada, sale más caro el gasto energético en resolver la cadena de bloques que la recompensa en Bitcoin por resolver el algoritmo.

Y aquí es donde entran en acción las “granjas”. Hoy son grandes naves industriales con miles de ordenadores enfocados solo a realizar labores de minería las que realizan esta tarea a nivel global. Muchas de estas granjas se encuentran en países como China, lo que provoca una centralización del minado, y con ello la pérdida de parte del espíritu original del Bitcoin: la descentralización.

Granja de bitcoins

Esto provoca dos cuestiones fundamentales. La imposibilidad de que “pequeños productores” compitan contra gigantes y que en el momento en el que el Estado Chino genere regulaciones legales específicas para esas granjas de minado se producirá un gran cambio de valor en la moneda. Un impuesto o una subida de la tarifa de la luz puede hacer inviables económicamente estas granjas. Y aquí llegamos al punto crucial y peor pensado en la formación original del Bitcoin: el consumo energético.

Una moneda nada verde

Cada vez es más complejo resolver los algoritmos de la cadena de bloques, esto implica cada mayor capacidad de computación y esto en última instancia significa un mayor consumo energético. A escala global el consumo energético anual producido por las transacciones en Bitcoin es equivalente al de países del tamaño de Ecuador, Nigeria o Islandia. Es decir, el Bitcoin es una moneda insostenible energéticamente, enormemente contaminante y por tanto incompatible con las necesarias formas de vida basadas en una reducción drástica del consumo energético si es que aspiramos a hacer frente a la crisis ecológica que tenemos encima.

Alternativas

Bitcoin ha profundizado en una mayor financiarización de la economía y no ha llevado la economía a una escala local y sostenible. La crítica anticapitalista que aboga por un control democrático, político y social de la economía es incompatible con el Bitcoin, que está muy alejado de las monedas sociales existentes en los circuitos de la economía social y solidaria. Quizás la única criptomoneda que se acerque a estos postulados sea la conocida FairCoin una moneda gestionada por FairCoop, una cooperativa a escala mundial impulsada por la Cooperativa Integral Catalana.

Al margen de las alternativas, de lo que debemos ser conscientes es de que la transformación económica no tiene como eje principal la cuestión monetaria, si no las formas de producción y consumo. Generar formas de producción colectivas y cooperativas, con redes de consumo basadas en la cercanía, son las formas de sentar las bases para un cambio posible a nivel económico.

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