La campaña electoral acaba de arrancar y eso, por desgracia, significa que vamos a tener que soportar las ocurrencias de Pablo Casado más de lo habitual. En los últimos tiempos le hemos tenido que aguantar oír hablar de okupación, caza, toros y otros sinsentidos, además de marcarse un mansplaining de campeonato cuando, en plena ofensiva antiabortista, se ofreció a explicar a las mujeres embarazadas lo que llevan dentro (un ser autónomo, nada menos).
Pero nada nos ha indignado más que cuando, a mediados de marzo, el PP añadió a su propuesta de ley de apoyo a la maternidad que las inmigrantes sin papeles embarazadas que decidan dar a su hijo en adopción no sean expulsadas del país durante el periodo de gestación. Una estancia un poco más larga en nuestro maravilloso país de paella y toros a cambio de un hijo.
Faltan calificativos para este proyecto, pero vamos a intentar aportar algunos: xenófobo, racista y clasista. Ligan maternidad, aborto, inmigración y recursos económicos en un polémico proyecto e insisten en que la adopción no supondría “ningún blindaje” para la mujer inmigrante en situación irregular, que sería expulsada, si cayera en una redada, tras dar a luz. A ver si vamos a creer que se han vuelto “blanditos” (como les llama Abascal, el candidato de Vox) en materia de migración. Y es que, como ya explicamos en septiembre en nuestro artículo “El avance de la ultraderecha y la consolidación del discurso xenófobo sobre la migración”, las posiciones más descabelladas de los sectores más reaccionarios están marcando el discurso hegemónico de progresistas, liberales y conservadores por igual.
La propuesta del PP recuerda, salvando las distancias, a El Cuento de la Criada. Las mujeres como máquinas de parir. Es tan bestia que, unos días después de su publicación, Casado lo tachó de “fake news” y de “error de comunicación”. Pero, en cualquier caso, ya vemos por dónde vienen los tiros: en una Europa envejecida el sistema de pensiones necesita personas jóvenes para sustentarse y, dado nuestros bajos índices de natalidad, tienen que ser las personas extranjeras las que se incorporen al mercado de trabajo. Pero la ultraderecha no quiere importar valores y culturas foráneas, con sus manerismos e idiosincrasias. Que las extranjeras den a luz aquí y que se vuelvan a su país, ya cuidaremos nosotros de sus hijos.
Ya basta de comerciar con nuestros cuerpos. Ya basta de racismo y machismo. Ya lo dijimos en enero, en nuestro artículo “Las buenas y malas víctimas del feminismo”: tenemos que “apostar por un feminismo emancipador para todas las mujeres, por un feminismo interseccional, que contemple el discurso y las prácticas de clase y racialización, así como las luchas por la tierra, el cambio climático, y que se mantenga en todo momento en el lado de las oprimidas”.