Charlottesville y Barcelona: dos caras de la misma moneda

La semana que arrancó el 14 de agosto fue, sin duda, una de enorme tristeza. Ese mismo día, organizaciones ultraderechistas de la Alt Right se manifestaron junto al Ku Klux Klan – antorchas en mano – y a grupos neonazis – portando enormes esvásticas – por las calles de Charlottesville, Virginia, en protesta por la propuesta de retirada de una estatua del General confederado y esclavista Robert E. Lee. Grupos antifascistas, junto a vecinas/os de la ciudad, organizaron una contramanifestación que buscaba detener la marcha de los nacionalistas blancos, que terminó en disturbios. En respuesta, James Fields, un militante fascista, embistió su coche contra una multitud de antifascistas, hiriendo a 19 personas y matando a la a ctivista por los derechos civiles Heather Heyer.

Tres días después, el 17, otra furgoneta arrolló a una multitud, acabando con la vida de 15 personas e hiriendo a decenas más. Esta vez fue en Les Rambles de Barcelona y al volante se encontraban otro tipo de fascistas: los miembros de un grupo yihadista que habían hecho suyos los postulados del ISIS.

Historia de dos ciudades

Qué tiempos serán los que vivimos, que hay que defender lo obvio” – Bertolt Brecht

Unos/as serán nacionalistas blancos/as y otros/as serán fanáticos/as religiosos/as, que se han criado en contextos muy distintos (de privilegios unos, de discriminación otros) y a miles de kilómetros de distancia, pero no nos engañemos: son caras de la misma moneda, consecuencia de la violencia y el odio que despertaron las derechas radicales en varias partes del mundo. Ambos ataques son motivados por una sensación de que sus comunidades (raciales o religiosas) se encuentran en peligro y reflejan el recrudecimiento del racismo y de la xenofobia. La extrema derecha blanca percibe que las minorías étnicas en EEUU suponen casi el 50% de la población, que los mayores núcleos urbanos del país son no-blancos y que el establishment, controlado por judíos/as, no les protege. La extrema derecha yihadista recuerda la humillación constante sufrida a manos de Occidente en los últimos 1.000 años y dirige su odio hacia la población civil.

Llamemos a las cosas por su nombre. Los ataques de Barcelona no se llevaron a cabo en nombre de una religión, sino que forman parte de una guerra de poder, en la cual nos encontramos en medio. Téngase en cuenta que el 87% de los atentados yihadistas llevados a cabo desde el año 2000 se han efectuado en países de mayoría musulmana. Seamos más precisas: 63.000 de los/as 72.000 muertos/as por estos ataques son de origen musulmán.

Podemos poner más números sobre la mesa, por si no fueran suficientes: el total de la población mundial musulmana es de 1.600 millones de personas. Se estima que de ellos/as, unas 10.000 personas están afiliadas a Al Qaeda (0,000625%), 36.000 son talibanes (0,0025%) y entre 80.000 y 100.000 pertenecen al ISIS (0,00625%). En total, no suponen ni un 1% de la población musulmana. No se trata, en definitiva, de un “ellos” contra “nosotros”, como nos intenta vender la derecha y los cuñados que inundan Twitter. Muchas/os, de hecho, tratan de huir de ese terror que sufren a diario. Son las/os famosos/as refugiados/as que rechazamos en las fronteras de Europa o se ahogan en el Mediterráneo. Por eso hoy, más que nunca, decimos Refugees Welcome.

Las ¿condenas? a los atentados

El fascismo es capitalismo más asesinato” – Upton Sinclair

Las condenas a los atroces hechos de Barcelona no tardaron en llegar. Personas de todas las ideologías alzaron su voz contra el atentado y dejaron claro que no tenim por (“no tenemos miedo”). Las condenas de distintas organizaciones libertarias, por cierto, las hemos recopilado en el siguiente enlace: www.todoporhacer.org/organizaciones-libertarias-atentado-barcelona

Sin embargo, los/as carroñeros/as post-atentado no se hicieron esperar. La derecha más rancia reflejó su insensibilidad en Twitter con tuits como “Malditos seáis, islamistas hijos de… Ya os echamos una vez de aquí y volveremos a hacerlo” (Isabel San Sebastián) y “Quizá habría que pedir ahora cuentas a los políticos que potenciaron la emigración a Cataluña de no hispanohablantes” (Alfonso Rojo). Editoriales como la de El País y El Mundo aprovecharon que el Pisuerga pasa por Valladolid para responsabilizar a los/as independentistas del terrorismo y el director de El País en Catalunya, Lluis Bassets, señaló con el dedo a “los descerebrados” que hacen pintadas contra el turismo masivo e invasor. Mayor Oreja se quejó porque los Mossos d’Esquadra habían informado sobre los atentados en catalán (obviando que lo habían hecho también en castellano e inglés) y los/as nazis del Hogar Social salieron a la calle y reventaron el minuto de silencio por las víctimas frente al Ayuntamiento de Madrid, denunciando la “islamización de Europa”. “Como buitres carroñeros, se han estado aprovechando de la debilidad de los momentos posteriores a un atentado para difundir su política discriminatoria. Y demuestran, una vez más, que quienes menor respeto profesan a las víctimas precisamente son quienes más la piden”, escribió Moha Gerehou, de SOS Racismo, en ElDiario.es

En Barcelona, por cierto, La Falange se concentró contra el Islam, pero vecinos/as y antifascistas acabaron expulsándoles de la calle.

Por su parte, el presidente de EEUU, Donald Trump, también condenó el atentado vía Twitter, aunque 45 minutos después contrarrestó cualquier efecto positivo que hubiera podido generar publicando un tuit un tanto bizarro en el que recomendaba que las autoridades combatieran el terrorismo islamista de la misma forma que lo había hecho el General Pershing en Filipinas hace cien años. Esto es, ejecutando a musulmanes con balas bañadas en sangre de cerdo y enterrándoles junto a cuerpos de porcinos, para evitar que vayan al Paraíso. Una apología de crímenes de guerra en toda regla.

Sin embargo, la condena de Trump a los hechos de Charlottesville no fue tan clara, ni enérgica, como la de Barcelona. Condenó, visiblemente a su pesar, la violencia “venga de donde venga”, “ejercida por ambas partes”, aseguró que tanto fascistas como antifascistas “comparten la responsabilidad de lo sucedido” y que caminando junto a los nazis y el KKK también había buenas personas en la manifestación. Ante esto, David Duke, un histórico líder del KKK, alabó su “valentía y honestidad a la hora decir la verdad y denunciar el terrorismo izquierdista”.

Los extremos NO se tocan

Esa hipócrita equidistancia de la que se sirven tantos pretendidos críticos que se creen imparciales y que presumen de neutrales recurriendo al facilón recurso de dar una de cal y una de arena” – Alberto Reig Tapia

Las polémicas declaraciones de Trump, por fortuna, generaron un aluvión de críticas por todo el mundo, dejando claro que no existe ninguna equidistancia entre el fascismo y el antifascismo. Sin embargo, son también muchos los medios que equiparan a nazis y sus opositores/as. Para explicar este hecho, a continuación reproducimos un extracto del artículo “Charlottesville: equidistancias y otras miserias”, publicado por Antonio Maestre en La Marea:

No resulta extraño cuando en una manifestación de nazis y supremacistas blancos se producen hechos violentos ver en la prensa española titulares que dicen: Estado de emergencia en Virginia por disturbios entre grupos radicales” (El País, 14 de agosto). Es una posición editorial muy extendida equiparar a los que creen que su raza es superior y quieren exterminar a todos aquellos que no cumplen con sus cánones raciales con quienes defienden la diversidad y los combaten.

La intelectualidad conservadora patria, ahora autodenominada liberal, siempre ha equiparado fascismo y antifascismo para justificar ante sí misma que no ve tan mal la ideología que mantenía reprimido el gen rojo. El anticomunismo siempre ha dejado al desnudo sus costuras. El tratamiento informativo de Charlottesville en los medios españoles sólo cambió cuando en rueda de prensa Donald Trump habló de violencia por ambos lados y dejó en evidencia todas las vergüenzas periodísticas.

La progresía española se ha contaminado de ese pensamiento por un complejo de inferioridad, y corre a denunciar cualquier conato de violencia sin pararse a valorar cuál es el contexto. No se atreve a exponer y analizar que no es lo mismo que un nazi agreda a un negro por su color que el hecho de que un antifascista agreda a una nazi que se dedica a apalear a minorías y colectivos vulnerables en cacerías por simple diversión y motivadas por su odio ideológico. Una postura pusilánime que no se arriesga a analizar y especificar el contexto determinado de un acto violento por temor a ser acusados de compartir el método. Porque no todas las violencias son iguales, las hay que por su fanatismo extremo no conocen más antídoto que el poder punitivo, del mismo modo que otras son legales o proporcionan excusa jurídica. Desde un punto de vista editorial y periodístico especificar el contexto de la violencia contra colectivos fascistas es imprescindible.

Manuel Jabois, periodista en El País, tuvo la osadía de hablar del contexto informativo en un caso de violencia contra colectivos nazis. Fue el pasado mes de enero, con motivo de la paliza dada por un grupo de antifascistas a una chica nazi en Murcia llamada La intocable. Lo hizo en una columna radiofónica en La SER llamada Información y verdad: “La información ayuda a colocarse mejor moralmente delante del suceso. Para un oyente no es lo mismo escuchar que le han dado una paliza una chica porque es de derechas o porque lleva una pulsera de la bandera de España (y esa es la información que se dio, y se sigue dando en muchos lugares) que oír que la paliza la reciba alguien neonazi que se encarga de dar esas mismas palizas”.

Jabois hablaba de un caso que desde el punto de vista periodístico y moral marca una pauta habitual en los medios de comunicación españoles. La primera opción siempre es criminalizar a una determinada ideología de izquierdas. Ese sesgo político prima sobre la información, la deontología y el contexto. Si en las primeras noticias sobre la paliza se dice que la víctima era una nazi conocida de Murcia con diversos antecedentes que se dedica a dar palizas a inmigrantes lo más normal es que no consiga epatar a la inmensa mayoría de la opinión pública y la noticia pase desapercibida. Pero si dices que un grupo de violentos de extrema izquierda apalea a una chica de 19 años por llevar una pulsera de la bandera de España consigues el objetivo político marcado. Unos cuantos días marcando la agenda, el ministro del Interior tomando parte por la nazi agredida, y con un buen número de míseros y equidistantes haciendo buena la cita falsa de Churchill sobre los fascistas del futuro. Se consigue de manera efectiva igualar a los miembros de una ideología criminal con aquellos que la combaten. Ni nazismo, ni antinazismo, igualdad.

[…] La ideología nazi, supremacista o fascista no es respetable. No es una ideología equiparable a otra, no hay que darle voz, no hay que dejar que muestra sus ideas en ningún foro público. Su ilegalización sólo es debatible desde el punto de vista pragmático, para evitar que la victimización la haga crecer. La única manera con la que hay que dirigirse a ellos es mediante un combate frontal, directo y sin concesiones a sus ideas. No hay debate posible ni aceptable. No existe ninguna fobia que permita desde un punto de vista moral aceptar una posición neutra entre aquellos que consideran que hay que exterminar o subyugar a un ser humano y entre aquellos que los combaten. Sólo existe una posición moral aceptable, y es el antifascismo. Si en un combate ideológico, e incluso físico, entre fascistas y antifascistas no eliges la trinchera de los que defienden la diversidad y el respeto a las minorías, entonces ya has elegido. Eres uno de ellos”.

El 20 de agosto, la horrible semana finalizó con una multitudinaria manifestación antifascista en Boston, convocada para frenar una convocatoria de los fascistas de la Alt Right “por la libertad de expresión”. Ese día quedó claro que la única posición moral aceptable es la antifascista.

Más información

Nos gustaría abordar muchos más temas relacionados con los que hemos abordado en este artículo, pero por cuestión de espacio no podemos tratarlos en estas líneas. Por ejemplo, podríamos hablar de por qué la CUP se negaba a acudir a la manifestación contra los atentados si la encabezaba el Rey, el cual tiene relaciones comerciales con Arabia Saudí (de la cual, a su vez, se comenta que financia a ISIS e inspira su doctrina), o cómo el Pacto Antiterrorista se ha utilizado para perseguir a titiriteros, tuiteros/as y los jóvenes de Altsasu, por no hablar de quién armó a los yihadistas en primer lugar (spoiler: fue EEUU para luchar contra la URSS) o cuestiones como la circulación de imágenes gráficas y morbosas por redes sociales o medios de comunicación de cloaca. Por ello, para ampliar información recomendamos leer los siguientes artículos: “Alt Right: radiografía de la extrema derecha del futuro”, por Marcos Reguera (CTXT), “El dinero del wahabismo de Arabia Saudí y Qatar en España”, por Antonio Maestre (La Marea), «Por qué las ideas religiosas saudíes han sido el terreno más fértil para el terrorismo yihadista«, por Íñigo Sáenz de Ugarte (ElDiario.es), «El asesor de seguridad del presidente Jimmy Carter: ¡Yo cree el terrorismo yihadista y no me arrepiento«, por Nazanín Armanian (Público), «Bravo por la CUP«, por David Bollero (Público) y “De equidistancia y banalidad”, por Daniel Bernabé (La Marea).

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