Los Juegos Olímpicos son un escaparate deportivo mundial que muestran un reflejo internacional de debates sociales, conflictos y resistencias en muchos niveles. Está atravesado por tantísimas cuestiones que sería imposible abordarlas todas sin hacer una tesis, y ese no es nuestro objetivo, sino dar algunas de las claves en un sentido crítico y que nos parecen importantes rescatar.
La cita olímpica como termómetro histórico de luchas y conflictos sociales
Para luchar contra la mercantilización del deporte, hay que fomentar la actividad deportiva popular y de base, un deporte colaborativo donde el apoyo entre los participantes sea el eje central de la misma actividad, aunque el deporte en sí mismo pueda ser una sana competición. Si bien estas citas olímpicas veraniegas están colmadas de esa mercantilización deportiva, cerrar los ojos y pensar que por no seguir el evento en nuestro gueto no está sucediendo, tampoco es una estrategia de utilidad.
Históricamente los Juegos Olímpicos modernos han sido la punta de lanza de visibilizar luchas, de eventos que han determinado hitos políticos internacionales: Hitler en el Estadio Olímpico de Berlín en 1936 viendo cómo vencía el atleta afroamericano Jessi Owens delante de sus narices. El puño en alto de los atletas negros estadounidenses en los Juegos Olímpicos de México 1968, precedidas esas olimpiadas, además, de la masacre del gobierno mexicano en la Plaza de las Tres Culturas contra centenares de estudiantes. La acción directa palestina contra la Israel sionista en Múnich 1972, o el boicot de países africanos en Montreal 1976 contra Nueva Zelanda por su apoyo a la Sudáfrica del Apartheid.
Si bien estamos acostumbradas a que el mundillo del arte y cine es ‘progre’, y el mundo deportivo es de derechas y rodeado por el halo de la españolidad; esta edición de los Juegos Olímpicos ha mostrado que sí que hay deportistas de izquierdas, es decir, con discursos y con acciones que van contra el imaginario de la derecha rancia española. Esto quiere decir que ciertas tendencias feministas, de cuestionamiento de masculinidades, de antirracismo, y contra otras discriminaciones están calando socialmente.
Muchas veces hemos visto con preocupación que ciertas herramientas de emancipación se conviertan en moda y que entren en los circuitos de normalización y descafeinados del sistema. Por mucho que ciertas tendencias se conviertan en moda de una manera que no es la idónea porque se obvia un análisis desde la raíz, no deja de ser una batalla cultural que hay que seguir librando, cuanto más acorraladas las opresiones, mucho mejor. Pero cuidadito, no olvidemos que las estructuras sociales autoritarias no solamente se tiran abajo con un brochazo de estética, debajo de esa punta de iceberg avistada, hay todo un sistema que sigue operando bajo las dinámicas desiguales de siempre, o más bestialmente si cabe. No sabemos bien si nos planteamos de verdad que los discursos feministas o contra al racismo no son un simple elemento cultural, son espacios de lucha que deben ampliarse porque la vida de millones de personas están en juego por culpa de ese sistema de dominación. Seamos radicales, pero nunca marginales; y es por eso que se pueden rescatar algunas de las noticias más comentadas socialmente tras los pasados Juegos Olímpicos de verano.
Contra la homofobia y las discriminaciones
Más allá de lo moda que se ponga la bandera arcoíris cada vez que llega el mes de junio de cada año, la realidad es que en el mundo sigue existiendo una homofobia latente y criminal. Y esa batalla social tan solo se va venciendo si se difunde en todos los frentes una lucha incondicional contra la homofobia. Porque parece una obviedad decirlo a estas alturas, pero quienes creen que la homofobia es una opinión como otra cualquiera, están legitimando la difusión de esa idea y de las consecuencias reales que tiene en nuestro mundo. La imagen del participante olímpico Tom Daley tejiendo tranquilamente en la grada de la piscina tuvo más repercusión que el oro conseguido por el británico desde el trampolín de 10 metros en la prueba de salto sincronizado. Es saltador anunció públicamente que se ‘sentía orgulloso de decir abiertamente que era gay y también campeón olímpico’, un gesto con el que buscaba apoyar a todas las personas discriminadas por su orientación sexual, o por la expresión de su rol de género, en un más que necesario cuestionamiento de las masculinidades.
Similar a esto anterior sucedió con Raven Saunders, lanzadora de peso que consiguió la medalla de plata y desde el podio cruzó los brazos por encima de su cabeza en muestra de apoyo por todas las personas oprimidas. El COI, institución que marca la normativa de este evento, aseguró que investigaría este gesto de la atleta estadounidense porque los gestos simbólicos de protesta no están contemplados en el acto ceremonial de entrega de medallas. El camino deportivo de Saunders ha estado repleto de episodios de discriminación y violencia, a raíz de su orientación sexual y su color de piel. “Era joven, negra y homosexual. Hay muchos estigmas alrededor de eso y llegué a pensar que no iba a encontrar una salida. El atletismo me distraía, pero los problemas persistían”. Días después el COI rectificó porque la madre de Saunders había fallecido recientemente, con lo que interpretaron motivos sentimentales del gesto y retiraron la investigación, no querían meter el dedo en la llaga, pero dejaban clara su postura reaccionaria ante alzados de voz simbólicos.
La salud mental en el deporte y en el centro de la vida
Justo antes de la final por equipos, la gimnasta estadounidense Simone Biles anunció que se retiraba de la prueba y mandaba un mensaje de apoyo a sus compañeras, deseando que tuvieran una excelente actuación. Aseguraba que su prioridad era su propia salud mental, y que desde su actuación en los últimos Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro en 2016 donde ganó cuatro medallas, las expectativas sobre ella y su éxito futuro fueron enormes. Fue reconocida la mejor gimnasta del mundo, y lo que tiene ser reconocida lo mejor en algo, es que se genera una sensación de que no se pueda fallar lo más mínimo las expectativas sociales. En el caso de personajes tan relevantes como deportistas internacionales es aún más evidente, y es que a veces ese halo heroico que rodea a la competición olímpica, les sitúa a los deportistas en la figura de semidioses. Simone Biles reconoció el deterioro mental que puede resultar ese peso para una persona, y su gesto puso en valor la importancia de la salud mental en cualquier deporte, y en nuestras vidas mismas, sobre todo para que deje de ser un tabú o estar estigmatizada. En una rueda de prensa, en este sentido que estamos mencionando, la propia gimnasta afirmó lo siguiente: “Después de la actuación que hice, simplemente no quería seguir. Tengo que concentrarme en mi salud mental. Creo que la salud mental ha tomado más relevancia en los deportes en este momento […] Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”. También relacionado con la salud mental en el deporte, destacó la imagen de las nadadoras de distintas nacionalidades abrazándose en un gesto de sororidad y reconocimiento mutuo. Frente a la hipersexualización del cuerpo femenino: jarabe feminista.
Si bien no directamente en la competición olímpica, sino en la competición continental europea en Bulgaria y muy mediático también este verano, fue que las jugadoras noruegas del equipo de balonmano playa fueron sancionadas tras decidir que no saldrían a jugar sus partidos con bikini según exige la normativa para ese deporte en mujeres. Fue en el partido que las enfrentaba precisamente a las jugadoras españolas, y la Federación Noruega había comunicado que las jugadoras saldrían en pantalón tipo short. Las normas establecen incluso el máximo de centímetros de ancho que deba tener la parte inferior de la indumentaria, lo cuál nos recuerda a imágenes estrambóticas de policías del siglo pasado midiendo el bañador de las mujeres para comprobar si cumplían las normativas de baño en playas. De bastante mal gusto cuando se presentan esa clase de cuestiones relacionándolas con el pasado, y no viendo la inmensa relación con el presente que sigue siendo igual de patriarcal pero ligeramente refinado si se quiera pensar. El equipo de gimnasia femenino alemán en los JJ.OO. de Tokio 2020, optó por usar trajes de cuerpo entero; para ellas, esta decisión fue tomada para contrarrestar «la sexualización del deporte». Además de promover la libertad de elección y alentar a la mujeres a usar lo que las haga sentir cómodas para practicar cualquier disciplina. Ya nos quedaba claro en la anterior cita olímpica de Rio de Janeiro 2016 cuál era el análisis patriarcal burdo que se hacía de una imagen que dio la vuelta al mundo: dos jugadoras de voley-playa, una alemana con top y braga de bikini, y otra egipcia con bañador completo y hiyab. El machismo estaba a ambos lados de la red de voley, y no por las mujeres en sí mismo, sino por nuestra propia mirada patriarcal del mundo que queremos esconder bajo particularidades culturales.
Antirracismo o barbarie: ‘No somos de color, somos negros’
La medallista olímpica Ana Peleteiro, gallega de nacimiento y negra, soltó esa frase en una entrevista junto al también medallista español y negro, Ray Zapata, cuando él se refirió a ellos mismos como gente de color. Ana, ni corta ni perezosa, interpeló que ella no se consideraba de ‘color’ sino negra; y sabía que a mucha gente en España su medalla no le hacía ni pizca de gracia por su visión racista. Este hecho dio mucho que hablar en las redes sociales, muchos seguidores de Vox comenzaron a afirmar que no era española por no ser hija de ambos padres españoles. Y otra mucha gente se pitorreó de ellos diciendo que entonces el rey Felipe V, ‘El Preparao’, no era tampoco español por esa regla de tres. Los políticos de derechas demostraron que solo felicitaban a los medallistas si eran españoles de pura cepa, tampoco valían izquierdista; como por ejemplo, el escalador Alberto Ginés, que se considera así mismo antifascista y ha metido mucha caña en redes a la extrema derecha. Y es que el racismo y el fascismo se combate, como venimos diciendo, en todos los frentes; incluido por supuesto, en el deporte internacional.