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Cómics sobre la limpieza étnica de Israel contra Palestina

El genocidio que el Estado de Israel está llevando a cabo contra el pueblo palestino se puede contar de muchas maneras: mediante la crónica periodística, películas (medio en el que destacan obras como Paradise Now, Omar, Vals con Bashir, El limonero, Cinco Cámaras Rotas, Gaza Mon Amour, Farha, Hanna K., etc), novelas y, por supuesto, cómics.

Muchas novelas gráficas se han escrito intentando retratar la realidad del conflicto palestino-israelí. Algunas lo hacen describiendo los días de la Nakba (“catástrofe”) –el momento en el que, en 1948, se creó el Estado de Israel y se produjo la masacre de miles de palestinas y el desplazamiento forzoso de 750.000 árabes–, como lo hace Jerusalén (Boaz Yakin y Nick Bertozzi) –el relato de una familia judía, afectada por las circunstancias que rodean la creación de Israel y en la que cada protagonista toma caminos diferentes– o Café Budapest (Alfonso Zapico).

Otros cómics, incluso, se remontan a los años anteriores a la creación de Israel, como es el caso de Banda Stern (Luca Enoch y Claudio Stassi), una obra que nos traslada a la Palestina bajo control británico de los años 20, en la que la organización sionista Lehi (conocida como Banda Stern) cometía asesinatos políticos con el fin de lograr la creación de su ansiado Estado.

El cronista norteamericano-maltés Joe Sacco quizás sea el que mejor ha buceado en el conflicto y el genocidio contra el pueblo palestino mediante el formato de la novela gráfica. En su Notas al Pie de Gaza viaja a los pueblos palestinos de Rafah y Khan Younis y, mediante entrevistas, desvela el trauma histórico que se vive en la zona, donde en 1956 más de cien palestinos fueron asesinados por soldados israelíes. La experiencia de retratar la sociedad palestina a través de sus viajes la repite en Palestina –la descripción de un viaje que hace en 1990– y en Reportajes –una recopilación de relatos, de su paso por Bosnia, Irak y Palestina, entre otros lugares–. por el Territorio Palestino Ocupado, gracias a Acción contra el Hambre y la Agencia de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Durante su estancia en los territorios ocupados, Sacco ha logrado captar el débil pulso de una región maltratada, donde no se percibe otro futuro que la violencia, la miseria y la humillación. Su perspectiva no es la de un analista político, sino la de un testigo que deambula por las calles y entra en las casas (en todos los hogares hay muertos y/o presos políticos, todos ellos torturados por el Shin Bet), escuchando historias de dolor y desesperanza. No plantea soluciones. Solo intenta contar lo que ha visto y oído, en una enorme cárcel al aire libre.

En el prólogo que escribió para la obra, Edward Said señala que los cómics de Sacco sobre Palestina “proporcionan a sus lectores una estancia lo suficientemente larga entre la gente cuyo sufrimiento y destino injustos se ha ignorado durante tanto tiempo y que ha tenido tan poca atención política o humanitaria. Los dibujos de Sacco tienen la facultad de detenernos, de evitar que erremos con impaciencia intentando no perder el hilo de una frase importante o una historia lamentablemente previsible de triunfo y realización. Y posiblemente sea este el mayor de sus logros”.

El estilo autobiográfico de Sacco es similar al del quebequés Guy Delisle, autor de Crónicas de Jerusalén. Delisle vivió durante un año en Jerusalén mientras acompañaba a su mujer, miembro de Médicos Sin Fronteras, y tras su experiencia escribió una obra que refleja las restricciones a la libertad de desplazamiento, los cacheos e interrogatorios sistemáticos y los enfrentamientos entre las diversas comunidades cristianas que gestionan el Santo Sepulcro, entre otras cuestiones. Se trata de un relato ligero, contado con humor, de una manera similar a lo que hace Sarah Glidden en Una judía americana perdida en Israel. Ésta también es una obra biográfica, en la que la protagonista, judía, activa la opción de “derecho por nacimiento» y se traslada a Israel. Pero, al llegar, descubre que nada es como se imaginaba y critica de manera ácida al Estado sionista. Quizás menos de lo que nos gustaría, pero se trata de un relato interesante.

Mucho más duro es Vals con Bashir (Ari Folman y David Polonsky), una adaptación de la película de animación con título homónimo. En esta obra, el protagonista descubre que su mente ha borrado sus recuerdos de su intervención en la Guerra del Líbano de 1982 (en la que participó como soldado a los 19 años), como reacción al trauma frente a las atrocidades que cometieron las Fuerzas de Defensa de Israel. Busca a sus antiguos compañeros de unidad y va reconstruyendo unos hechos aterradores.

Por último, Vidas Ocupadas (José Pablo García) es su relato de su paso por el Territorio Palestino Ocupado, como cooperante de Acción contra el Hambre. En su viaje de Nablus a Gaza, que tiene lugar 50 años después del inicio de la ocupación, se entrevista con personas que han sufrido las consecuencias la misma.

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