Tal y como manifiesta el autor en su prólogo, este ensayo no debe entenderse como un intento de estigmatización de quienes salen a correr, sino como un bosquejo de aquello que sobre nuestra sociedad nos cuenta la práctica masiva del running.
Con el telón de fondo de la ciudad postindustrial, Contra el running nos anima a mirar este deporte, de partida tan individual, desde una óptica crítica con respecto a su proceso de construcción social, mediatizado por las grandes marcas y tendente a canalizar la frustración que genera el estado del malestar contemporáneo.
Editado por Piedra Papel Libros www.piedrapapellibros.com
En tu libro, nos cuentas que una cosa es salir a correr y otra el running. ¿Por qué?
Es así al menos en el ensayo. Yo he considerado el running no como mera práctica deportiva sino como última moda masiva que es utilizada por las élites para –consciente o inconscientemente- difundir la ideología dominante. Dicho así puede sonar exagerado pero si nos fijamos en anuncios de Iberdrola con corredores, leemos entrevistas a directores de grandes consultoras en las que hacen gala de sus tiempos o vemos a líderes políticos corriendo en campaña… Se trata de un deporte cuyo imaginario se ha convertido en una metáfora permanente de productividad personal y el liderazgo. Luego está correr, que simplemente es…salir a correr.
Reflexionas sobre la cada vez menor práctica de deportes colectivos o de equipo y el auge de deportes individuales. ¿Es reflejo de una sociedad más individualista?
Pienso que es reflejo del capitalismo contemporáneo sí, que tiene su reflejo en todos los ámbitos de nuestro día a día (y por lo tanto también en la forma en como practicamos deporte).
Los deportes de equipo y competitivos se desarrollan coherentemente con su momento. Sirven de encuadramiento social para los equipos en las fábricas y, desde un punto de vista moralista, para sacar al obrero de la taberna y llevarlo al tajo. Por otro lado, hasta la Segunda Guerra Mundial hay un debate intenso entre amateurismo-obrerismo (con competiciones organizadas por instituciones obreras y en los barrios) y profesionalismo-espectáculo, esta visión del deporte es la que ganará y la que sufrimos.
Con la pérdida de centralidad de las fábricas en el capitalismo occidental se produce un fenómeno parecido: las prácticas deportivas que suben son las individuales (el gimnasio y correr), aunque el deporte, que se extendió por todo el mundo a través del Imperio Británico, sigue siendo hegemónico como gran espectáculo comercial.
Pese a tratar el individualismo que promueve el running, dejas la puerta abierta a intersticios donde pueden desarrollarse dinámicas sociales, ¿Qué aspectos comunitarios pueden surgir de la práctica del running?
Cuando un grupo de amigos queda con la excusa de correr, plantan sus manteles en el campo y sacan la comida para compartir, o acuden a la celebración festiva que es la San Silvestre Vallecana, correr está situándose entre las prácticas sociales y populares. Luego están las carreras populares organizadas por los movimientos vecinales y sociales, de gran tradición tiempo atrás y que ahora parece que vuelven tímidamente (como es el caso de las carreras anti represivas que hemos visto últimamente). Yo sitúo esta forma de correr enfrente de las carreras caritativas tan de moda, en las que toda la carga política reside en que lxs participantes lucen un lacito del color de turno.
Tampoco quiero que parezca que denosto cualquier práctica que se haga en solitario. A veces se hace muy necesario estar a solas, pero me parece reseñable que se promuevan masivamente.
Haces mención al clasismo que la ideología del running lleva aparejada, ¿a qué te refieres?
En principio correr no es particularmente clasista, no necesita de mucha equipación. Sin embargo el running, asociado el concepto con el imaginario al que me he referido antes, es clasista en tanto en cuanto transporta esta ideología de clase que salta de los manuales de las escuelas de negocio a los libros de autoayuda. Luego, conecta muy bien con la clase media aspiracional, es un poco como Ciudadanos, que es el hijo pijo que querrían tener muchos padres trabajadores.
El ensayo habla de running, pero en el subtítulo se menciona la ciudad: “corriendo hasta morir en la ciudad postindustrial”
Así es. El libro nace como un reto de Juan Cruz López, de la editorial Piedra Papel Libros. Y nace así: la relación del running con la ciudad hoy. Más allá de haber empleado la figura del runner en un párrafo –que creo que Juan leyó- yo nunca me había planteado escribir sobre este dúo, pero me pareció muy interesante y lo hice mío. El título, por cierto, también se le ocurrió a él, y, aunque bromeamos con que nos va a hacer perder amigos me encanta, porque me recuerda a las conferencias de Agustín García Calvo: Contra la fe, Contra el hombre, Contra el arte, etc.
La ciudad es algo más que el escenario donde se desarrollan nuestras prácticas (como el deporte), lo que hacemos la construye cada día y la forma en cómo se construye, a la vez, nos condiciona. Por eso el running servía como hilo conductor para hablar del capitalismo hoy: porque es rápido, competitivo (aunque sea con uno mismo), frecuentemente individualista…Es coherente con una ciudad donde cada vez se nos impide más estar parados y estar juntos.
Frente a los bailarines urbanos o la gente que practica parkour, que convierten aristas pétreas de la ciudad pensadas para hacer difícil sentarse a hablar, en su territorio, el running es un deporte obediente, que ocupa el lugar asignado en la ciudad para él. ¿Cuándo ocupa el lugar de los coches? Cuando la policía municipal corta, durante unas horas, la calle para una carrera oficial. Es algo así como la ficción de la subversión en el Carnaval: permitir la transgresión un día para que todo siga igual.
De todas formas, esto quiere decir que veo, hoy y tal y como se practica masivamente, menos potencial político a correr que a otras prácticas, no que me parezca mal en sí mismo.
De la novela «El país de las últimas cosas», de Paul Auster:
Otras muertes son más dramáticas. Están los «corredores», por ejemplo, una secta que corre por las calles a la mayor velocidad posible, sacudiendo los brazos de una forma salvaje, golpeando el aire, gritando con todas sus fuerzas. Casi siempre van en grupos, seis, diez, incluso veinte, arrojándose juntos a la calle, sin hacer un solo alto en el camino, corriendo y corriendo hasta caer de agotamiento. La cuestión es morir lo más pronto posible, forzarse a sí mismo hasta el punto en que el corazón no pueda más. Los corredores dicen que nadie se atrevería a hacer esto en solitario. Al correr juntos, cada miembro del grupo es arrastrado por los demás, animado por los gritos, conducido al frenesí de una resistencia autodestructiva. Resulta irónico, pero para poder matarse corriendo, primero hay que entrenarse para ser un buen corredor, de lo contrario nadie tiene la fuerza para llegar lo suficientemente lejos. Los corredores, sin embargo, sufren una ardua preparación antes de alcanzar su destino y si se caen antes de llegar a ese destino, saben cómo levantarse de inmediato para proseguir. Supongo que es una especie de religión. Tienen varias oficinas en la ciudad, una en cada una de las nueve zonas censadas, y para unirse a ellos es necesario cumplir con una serie de complicados requisitos previos: aguantar la respiración debajo del agua, hacer ayuno, poner la mano en la llama de una vela, no hablar a nadie durante siete días. Una vez que uno ha sido aceptado, debe someterse a las reglas del grupo, lo cual supone de seis a doce meses de vida comunal, un programa estricto de ejercicios de entrenamiento y la reducción progresiva del consumo de alimentos. El individuo está preparado para la carrera de la muerte en el momento en que alcanza, de forma simultánea, su mayor grado de fortaleza y debilidad. En teoría, podría correr indefinidamente; pero, al mismo tiempo, el cuerpo ha consumido hasta sus últimos recursos. Esta combinación produce el resultado deseado: el día señalado, uno sale temprano con sus compañeros y corre hasta que logra escapar de su cuerpo, corre y grita hasta que remonta el vuelo fuera de sí mismo. Por fin, el alma se escabulle hacia la libertad, el cuerpo cae al suelo y uno muere. Los corredores proclaman que su método resulta infalible en más del noventa por ciento de los casos, lo cual significa que casi nunca es necesario repetir la carrera de la muerte.
A ver, no pretendo ser grosero pero me parece que estás exagerando un poco. No se puede pretender ser tan funcionalista en estos temas: El running o correr es un deporte individualista o colectivista , depende de como prefieras correr si en grupo o en solitario. A mi me gusta ambas: A veces corro solo para evadirme y a veces corro en grupo para tener un buen tema de conversación. Tú puedes hacer una crítica al running o correr, está bien, pero hay otra gente que le gusta este deporte. Yo muchas veces corro por sensaciones, no me gusta coger tiempos, si estoy cansado dejo de entrenar y listo, no soy profesional luego si no autorizado seguir entrenando lo dejo;solo te pido que no intentes generalizar sobre el running.o