Extraído de Medio Multimedia
El barrio de Embajadores se vistió de gala para recibir la primera Bienal Anarquista de Madrid. El proyecto es hermano de la Feria del Libro Anarquista.
Puede que la ciudad no esté revestida del misticismo ácrata que tiene Barcelona, la rosa de foc. Tampoco salieron de ella tantos nombres fundamentales para el movimiento como en el caso de Aragón. Pero todo esto es secundario: durante cuatro días, Madrid se convirtió en la capital del anarquismo.
Los activistas llegaron de todos los puntos del estado. Algunas a cuestas con los periódicos, fanzines o libros de sus editoriales; otros con el micrófono traído directamente de radios libres; unos pocos, con los nervios de quien tiene que impartir una ponencia. Sin importar cuál fuera su tarea, en la mente de todo el mundo estaba hacer de la primera Bienal Anarquista de Madrid un evento para el recuerdo y, sobre todo, para repetir.
Apoyándose en principios clásicos como la autogestión o el apoyo mutuo, el encuentro quería ser un lugar de difusión para “acercar teorías y prácticas libertarias a la calle, salir de nuestros espacios y presentar alternativas reales en estos momentos de desmovilización”.
El lugar escogido fue la céntrica calle de Peñuelas, en el barrio de Embajadores. Concretamente, las dos sedes fueron la Fundación Anselmo Lorenzo, espacio de estudio del histórico sindicato CNT, y el Ateneo La Maliciosa, punto de encuentro de la editorial autogestionada Traficantes de Sueños.
Una descarga no es una venta perdida
Todo en La Maliciosa sigue oliendo a nuevo. Normal, sus puertas abrieron hace menos de tres meses. Entre sus pulcras estanterías de madera hay cientos de libros que cuentan, entre otras cosas, la historia de los movimientos sociales alrededor del globo. A un lado hay un área de juegos para las criaturas, con publicaciones del estilo “El pequeño Durruti”.
En la entrada se sitúa un modesto cartel que anuncia la Bienal. En él, una flecha escrita a mano nos dirige al interior, donde se sitúa la feria del libro, con paradetas al más puro estilo Sant Jordi. Justo ahí atiende a este medio Beatriz García, militante vecinal con lustros de experiencia y miembro del colectivo que gestiona Traficantes de Sueños. Entienden que “la cultura la produce la sociedad en su conjunto”, por lo que deciden publicar con licencias libres como forma de “devolver a la sociedad y al tejido social esas producciones para que puedan alimentar otras”.
En la misma dirección apuntan desde Ochodoscuatro ediciones. En señal de protesta, la firma toma su nombre del número de millones de animales consumidos en un año dentro del Estado español. Sus libros hablan de veganismo, liberación animal y lucha contra toda opresión.
Al abrir las páginas de cualquiera de ellos se aparece una advertencia que reza: queda terminantemente recomendada la difusión total o parcial de esta obra. Señalan que su principal objetivo es la difusión y el debate de estas ideas, por lo que utilizar licencias libres es la forma más coherente de publicar: “el conocimiento nunca es un producto individual, como tampoco lo es ningún proceso productivo”, comentan.
Virus es una de las firmas anarquistas con más historia. Entre las páginas de sus ediciones aparecen los escritos de un privilegiado elenco de firmas libertarias entre las que se encuentran, entre otros, Kropotkin, Goldman o Graeber. Cumple ya su tercera década en activo utilizando, de forma consecuente, la licencia Creative Commons. Cuenta Héctor, miembro de Virus, que esta decisión tiene un trasfondo político para que, en la medida de lo posible, todo el mundo pueda tener acceso a sus contenidos.
Si uno quiere utilizar una obra de cualquiera de estas editoriales, no necesita más que acceder a su web y buscar el libro en PDF o, como señalan desde Ochodoscuatro, hacer unas fotocopias como toda la vida. Aunque no todo podía ser positivo. Desde las tres firmas coinciden en señalar la misma problemática: la negativa que reciben por parte algunas autoras o agencias que no aceptan estas condiciones.
Todo esto tiene lugar en un mercado durísimo y polarizado. Desde Traficantes de Sueños recuerdan la enorme desigualdad entre editoriales grandes y pequeñas, con el ejemplo de la fusión entre Planeta y Penguin Random House, que aglutinan el 50% de las ventas. Por ello, el hecho de estar en internet lo consideran el primer paso para que se compre el libro ya que “antes que nada, la gente tiene que saber que existe”.
Los medios de comunicación siempre presentes
De periódicos como Tierra y Libertad o Mundo Obrero a radios como La Pirenaica. La izquierda y el movimiento obrero siempre han sido conscientes de la necesidad de tener sus propios medios dedicados a cambiar el foco informativo.
Pese a unos recursos limitados, Todo por Hacer lleva más de una década con su publicación anarquista mensual. Resisten desde todos los frentes, ya que siguen apostando por una publicación escrita que se reparte gratuitamente y que, por no responder a criterios económicos, se puede permitir analizar los temas sin prisa.
Comentan que la principal dificultad viene por esa misma vertiente económica. Desde el comienzo han tenido entre ceja y ceja la autogestión, por lo que crearon un sistema de suscripciones encaminado a conseguirla. Aún con todos los esfuerzos que supone, vale la pena por “servir de altavoz a los movimientos sociales y contar sus pequeñas victorias como ejemplo para otros territorios”. Lo hacen, desde siempre, pensando en “no dirigirnos únicamente al ghetto político, también a personas que no sean necesariamente anarquistas”.
En otro rincón de La Maliciosa tocaba que guardar silencio. El piloto rojo estaba encendido durante ya que miembros de varias radios libres emitieron en directo durante más de cuatro horas. Algunas eran tan importantes como La Linterna de Diógenes, con más de 50.000 oyentes mensuales.
Juanfran participa en Agora Sol Radio, que nació en la capital al calor del movimiento 15M. Era un instrumento para comunicar a la sociedad lo que ocurría en las asambleas, pero se refundó como una radio libre. También se establecen al margen de los medios convencionales y de las radios piratas, ya que las libres “insisten en la no financiación y conciernen a las políticas de barrio concretas”. Hunden sus raíces en la década de los 80, por lo que el movimiento de cultura libre no se adopta desde un principio. Sin embargo, en la actualidad “algunos proyectos políticos sí hayan querido excluir contenidos de copyright”.
Satisfacción y ganas
En un momento en el que se mira a la pandemia por el retrovisor, todas las partes coinciden en la alegría que representa poder juntarse a compartir experiencias tras tanto tiempo. Granada, Manresa, Gran Canaria o Euskal Herria son algunos de los territorios que acudieron a explicar distintas realidades, desde la crisis climática al sindicalismo, pasando por la pedagogía alternativa o el movimiento de la vivienda.
La sensación general era de que “hacía falta”. El lema escogido para la Bienal pertenece al activista anticarcelario gallego Xosé Tarrío (1968-2005), y reza “ante la adversidad, rebeldía y amistad”. Antes de que termine la jornada, Beatriz García se acercó con el libro “Cultura libre de Estado”, editado por Traficantes de Sueños. La conversación había versado alrededor de ello, por lo que decidieron regalárnoslo. Desde luego, se puede decir que los participantes del evento son consecuentes con lo que promulgan.
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