En el trabajo dentro de una sociedad capitalista, nos vemos forzados a emplearnos a cambio de un salario. Los empleadores contratan trabajadores, y nos pagan menos del valor del trabajo que realizamos. La cantidad sobrante nos es arrebatada y convertida en capital (beneficios para los accionistas y para la expansión corporativa). De modo que todos los trabajadores estamos explotados. Consecuentemente, todos tenemos un interés común en conseguir una mayor participación en los frutos de nuestro trabajo, así como en obtener mejores condiciones laborales y menos horas de trabajo.
Estas pocas frases forman parte de uno de pequeños artículos introductorios que portal web inglés Libcom.org publicó hace ya unos años para acercarnos a conceptos y herramientas básicas para el entendimiento de nuestra realidad. Qué son las clases sociales, los sindicatos, el capitalismo, el trabajo, la acción directa, cómo empezar a organizarnos en los curros… Todo en pocas palabras, a modo de hilo del que ir tirando. Pero estas pocas palabras definen a la perfección nuestra condición de trabajadores/as, y por tanto de explotados/as. Y es ante este hecho que nos organizamos para tratar de mejorar nuestras condiciones y, a más largo plazo, subvertir la realidad. En ese camino que transitamos desde hace siglos, hemos practicado y aprendido a valernos de numerosas herramientas de lucha, que han ido demostrando su utilidad (o no) con la experiencia. Una de las más valiosas, aunque también de las más desgastadas por un uso algo pervertido, es la huelga. Y de su demostrada utilidad también se deviene la furibunda demonización de la que es objeto por parte de aquellos/as a quienes perjudica, quienes se encuentran al otro lado (entiéndanse las escalas de grises) de esos intereses comunes ya mencionados. Y puesto que estas semanas han sido prolíficas en ataques a la huelga como herramienta y los/as trabajadores/as que la usan, nos ha parecido pertinente dedicarle unas líneas al tema.
Yendo a lo concreto…
Para ponernos en situación, haremos un breve repaso por los tres casos más sangrantes de este ataque frontal a la huelga, o al menos, de los que más se han difundido a través de los grandes medios de comunicación. No cabe duda que el juicio a los 8 de Airbus ha acaparado numerosas portadas en los últimos días. Ocho trabajadores ante la perspectiva de más de ocho años de cárcel por un día de huelga general. Los hechos se remontan al pasado 29 de septiembre de 2010, durante el día de paros que se convocó contra la reforma laboral del socialista Zapatero. Piquetes y antidisturbios a las puertas de la planta de Airbus de Getafe, y la tensión acabó degenerando en empujones y cargas policiales, para concluir con varios disparos al aire por parte de la fuerzas del orden. Varios/as trabajadores/as tuvieron que recibir atención médica, y curiosamente, ocho de éstos fueron denunciados a posteriori por la policía. Las acusaciones que pendían sobre ellos tenían que ver con supuestas lesiones a varios agentes y con una vulneración del artículo 315.3 del código penal, que tipifica como delito “las coacciones en el desarrollo de una huelga”. Finalmente, los ocho acusados fueron absueltos por el Juzgado de lo Penal número 1 de Getafe. De cual nos alegramos enormemente. Sin embargo, creemos que es importe recalcar que esta absolución se debió a la falta de pruebas concretas que pudieran determinar que los ocho acusados cometieran el delito que se les imputaba. Lo que no quiere decir que mañana no nos vuelvan a acusar de esto a cualquiera de nosotros, y que tengamos menos suerte. Estaban ahí y participaron de un piquete a la puerta de su centro de trabajo. Esta vez no ha habido condenas, pero no siempre será así, más si cabe con unas acusaciones tan subjetivas. Por cierto, ¿nadie quiere hablar de las coacciones de un empresario ante una huelga? ¿De los correos sugiriéndonos que trabajemos en días de paros? ¿O simplemente pidiéndonos que avisemos de qué vamos a hacer dicho día? ¿De las amenazas de despido? ¿De las repercusiones del día después? Supongo que no, así es la justicia.
Saltando de tema, tampoco queremos olvidarnos de Metro Madrid, esa gran empresa que tan acostumbrados nos tiene en los últimos años a los despropósitos en materia laboral (aunque bueno, como usuarios/as del transporte tampoco es que la situación sea mucho más boyante). En esta ocasión, a mediados del pasado mes saltó la noticia. Desde la dirección de Metro andan planteando propuestas de cara a un nuevo convenio de empresa, y entre estas ideas brillantes, eldiario.es 1 destacó una de ellas, la que propone que los trabajadores del suburbano renuncien a su derecho a la huelga durante la vigencia del nuevo convenio, para así “buscar medios alternativos a la resolución de discrepancias”. La hostia, y se quedan tan anchos. Eso sí, nos aclaran que esta renuncia a la huelga se realizaría “en los términos y condiciones que se acuerden”. Coletilla imprescindible para no acabar cayendo en contradicciones constitucionales. De primeras, te echas las manos a la cabeza, pero cuando indagas algo más, ves que no es algo tan raro en diversos convenios colectivos, de cara a evitar paros que pretendan subidas salariales o movilizaciones en favor del paso a fijos de parte de la plantilla que se encuentra contratada temporalmente. Aun así, un gran paso atrás.
Y ya finalizar con este recorrido por la flor y nata del panorama actual en materia de conflictos laborales, nos detendremos ante el más mediático; los paros que llevó a cabo la plantilla del TMB en Barcelona durante las pasadas semanas. Una huelga que se convocó con motivo de reclamar, entre otras cosas, una subida salarial lineal para todos los/as trabajadores/as (en el contexto de cuatro años seguidos de congelación salarial, con la consiguiente pérdida de un 3,3% de media en el poder adquisitivo), que se hagan indefinidos/as a quienes llevan años encadenado contratos temporales y que se cubran todas las plazas derivadas de jubilaciones. Y sí, se realizó coincidiendo con el Mobile World Congress de Barcelona, lo cual entra dentro de toda lógica ya que si la idea es presionar a la empresa, el momento es el idóneo. Pero, como no, nadie ha perdido la oportunidad de echarse al cuello de los/as huelguistas. Era de esperar. Ante las reclamaciones por unas mejores condiciones laborales, la respuesta dada por la empresa, los medios de comunicación o el Ayuntamiento es clara: así no se negocia. No es el momento, se está dañando la imagen de Barcelona. Vamos, más de lo mismo. Y a todo ello le sumamos un nuevo chantaje: “queréis mejoras, pues tendremos que subir el precio del transporte”. Que mejor forma de tratar de contraponer los intereses de los/as trabajadores/as de TMB con los que los/as usuarios/as del mismo (en gran medida, recordemos, también trabajadores/as que vamos y volvemos del curro diariamente). Una desfachatez, más si cabe teniendo en cuenta las desorbitadas subidas en los precios de los billetes que ya se produjeron en el transporte público barcelonés en 2013. Sólo un dato más, parte de este discurso (y práctica) de acoso y derribo contra la huelga de TMB ha provenido, como es lógico dada su posición, del equipo de gobierno del Ayuntamiento de la ciudad condal. Los gobiernos del cambio, los del “sí se puede, pero no quieren”. Curiosa circunstancia. Tampoco nos rasgaremos las vestiduras, pues no es más que una muestra de la incapacidad de la política institucional para actuar dentro de la lucha clases en un sentido contrario al establecido.
…para pensar en lo general
Visto lo visto, reiteramos lo dicho en un principio: la acción colectiva de los/as trabajadores/as en lucha está siempre en el disparadero. Por mucho que hablemos de precariedad en el mundo laboral, de un paro endémico, de jornadas cada vez más largas por menos dinero, de congelaciones salariales… o se ponga el foco de vez en cuando sobre los tejemanejes de los grandes empresarios patrios (véase a Villar Mir y su cercano trato con Hacienda2), al final lo violento e incivilizado son las huelgas y los piquetes. Que si coaccionan, que si molestan, que si impiden el derecho al trabajo. Venga ya, cuántas gilipolleces. Cientos de familias de cabeza al paro no son nada relevantes al lado de dos directivos con la camisa rota y una carrerita de más. Dónde va a parar. Pero ésto siempre ha sido así. No debemos hacernos pajas mentales con la paz social y el bien común para España. Si ahora nos aprietan más las tuercas es porque pueden, porque la balanza se inclina cada vez más hacia su lado. Y de ahí que de vez en cuando vuelvan desde las instituciones con la cantinela de implementar nuevas leyes sobre las huelgas, o de que se presionen nuestras luchas en materia laboral cada vez más con multas o juicios. Pero para que todo esto sea factible, es imprescindible también ir al mundo de la palabra, machacar constantemente sobre el tema desde radios, periódicos y televisiones, a fin de cuentas, generar un estado de ánimo entre la propia clase trabajadora favorable a esta demonización de las luchas. En ello están.
1www.eldiario.es/madrid/Metro_de_Madrid-huelga-sindicatos-derechos-recortes_0_482601890.html
2 www.eldiario.es/economia/Hacienda-Villar-Mir-Tribunal-Cuentas_0_488551660.html