Detroit, ciudad situada al noreste de Estados Unidos, es quizás el gran ejemplo de colapso y quiebra de una gran ciudad. Cuando hablamos de colapso, nos referimos a que el modelo de ciudad que representaba Detroit ha sido totalmente destruido a causa de su propia inercia, es decir, es el propio modelo el que ha fracasado por su propia idiosincrasia, sin necesidad de determinantes agentes externos que hayan propiciado la caída de Detroit. El ejemplo del sueño americano, una ciudad que estaba en la cima y que fue máximo exponente del modelo productivo capitalista se ha hundido, y de sus (literalmente) cenizas surgen, de mano de las comunidades más desfavorecidas, proyectos vecinales que tratan de hacer de la ciudad, por primera vez, un espacio habitable.
El motor que gripó
Las cifras relativas a Detroit son espectaculares, una deuda de 18.500 millones de dólares que obligó a declarar la bancarrota y siendo a mediados del siglo XX la cuarta mayor ciudad de todo EE.UU, a día de hoy ronda el puesto 18, todo un paradigma para una gran ciudad, ya que la tendencia de toda urbe es a crecer en extensión y población. En los años 50 el censo era de 1.900.000 habitantes, en los 90 se redujo a 1.000.000 y para estos últimos años ronda los 700.000, en 50 años ha perdido más de la mitad de su población. Las razones de esta pérdida de población se entremezclan con las causas de la crisis propia de Detroit y sus consecuencias, pero todo queda bajo el mismo paraguas de un modelo productivo que cayó y se llevó consigo todo por delante.
La ciudad comenzó a crecer gracias a la inmigración a principios del siglo XX debido al auge del empleo y al establecimiento de grandes fábricas en ella. Detroit es conocida mundialmente como “Motor City” (la ciudad del motor), puesto que la producción de automóviles era uno de sus buques insignia, con las grandes empresas del sector totalmente asentadas en ella, General Motors, Chrysler o Ford. Como anécdota, señalar también que Detroit fue la cuna y laboratorio del llamado “fordismo”, el cual realiza una transformación de la producción hacia una mayor especialización y un trabajo en cadena encaminado a la reducción de costes, lo cual produce productos más baratos y de fácil acceso a las clases trabajadoras, poniendo los cimientos de la incipiente clase media. Los frutos de la etapa de expansión capitalista y el aumento de los beneficios se ve reflejado el el boom urbanístico con la construcción de grandes rascacielos y un distrito financiero de referencia. A pesar de todo ello, a la par que la economía crecía, las desigualdades también, con el máximo exponente del racismo que se respira en Detroit. Estamos hablando de los años 70, con una clase media blanca acomodada en el centro de la ciudad, y un creciente descontento de la población negra, con el gran referente de los grandes disturbios raciales de 1967 que obligaron a intervenir al ejército. Ambas comunidades vivían completamente segregadas, y a medida que la población negra iba mejorando sus condiciones, pequeñas minorías negras comenzaban a progresar económicamente saliendo de los suburbios al centro de la ciudad. Estos desplazamientos causan en la población blanca racista incomodidad, lo que llevó progresivamente a un abandono del centro a la periferia de la población blanca, el reflejo en la economía de estos movimientos fue una gran pérdida de capacidad recaudatoria de la ciudad a través de los impuestos, ya que el sector más adinerado (blancos/as de clase media) habían huido de la ciudad. Detroit pasó a ser la primera gran ciudad de mayoría negra.
Simultáneamente se empiezan a dar los primeros grandes pasos hacia el colapso definitivo, las grandes empresas automovilísticas empiezan a marcharse de la ciudad, fruto de los procesos de deslocalización de la producción, buscando territorios más baratos donde explotar de mayor manera a la población. El paro aumentó hasta el 12%, cifra mucho mayor que la media en EE.UU, y hablamos de los años 70-80, hoy la cifra ronda el 20%. Entrando en los 90 el desastre se acrecenta, las últimas fábricas se van definitivamente, y la crisis se expande hasta la población blanca que empieza a huir en masa de la ciudad, básicamente la tónica a partir de aquí es que todo aquel que puede permitirse irse se va. Al desastre de la producción de automóviles, motor económico de la ciudad, la despoblación, la bajada en la recaudación(solo el 53% paga sus impuestos), el paro y la creciente deuda se suma la estocada final del comienzo de la crisis en los años 2007-2008, Detroit definitivamente ha implosionado. 80.000 edificios abandonados(en los que se incluyen colegios,
museos, teatros…), más de la mitad de parques cerrados, el 40% del alumbrado sin alumbrar, retirada del suministro de agua y del servicio de basuras, barrios despoblados y llamamientos del ayuntamiento a los/as vecinos/as a agruparse en torno a barrios más poblados, para aumentar la densidad de población de determinadas zonas para que los servicios básicos sean viables económicamente. Se dan más licencias para demoler que para construir edificios.
Del colapso a la iniciativa comunitaria
A pesar de todos estos datos y de la aparente falta de futuro alguno para Detroit, todavía queda lugar para la esperanza y el aprendizaje. De todo colapso surgen formas alternativas de vivir, la gente tiene que seguir comiendo, trabajando, socializando. La vida en Detroit, a pesar de todo, continúa. Pero lo sorprendente es cómo está continuando. De las cenizas de una ciudad en ruinas, surgen los huertos comunitarios y una reinvención de la ciudad, impulsada por las comunidades locales pasando por encima de la autoridad del propio ayuntamiento. La realidad es que fruto de la necesidad, los habitantes de Detroit se las han tenido que ingeniar para poder continuar con sus vidas, y teniendo en cuenta que hay zonas en las que la tienda de alimentación más cercana se encuentra a 1,6 kilómetros, el ingenio se agudiza, pero también decrece la esperanza de vida y aumentan los infartos y las diabetes.
La necesidad de satisfacer las necesidades básicas ha convertido a la agricultura urbana en un pilar fundamental de la reconversión de la ciudad, esto sumado a la gran cantidad de solares abandonados ha dado una nueva oportunidad para la autoorganización y la solidaridad vecinal. Se da el caso de que la organización Detroit Black Community Food Security Network están llevando a cabo la labor de revitalizar solares abandonados pero con tierras tóxicas a través del cultivo de especies que regeneran la tierra, hay cerca de 1.200 huertos y granjas de animales urbanas de los que además del autoabastecimiento se están llevando a cabo labores socioeducativas, creando en definitiva una gran comunidad de vecinos/as. Aun siendo Detroit una ciudad sumida en su propia crisis y sus consecuencias (delincuencia, robos, exclusión…) existen gran cantidad de estos proyectos comunitarios que no son siquiera vallados y que no sufren ningún tipo de actos vandálicos. Además de estas iniciativas comunitarias han surgido proyectos de economía social como Grown in Detroit, una cooperativa dedicada a comercializar la producción de los/as agricultores/as urbanos de Detroit, distribuyéndolos por los comercios locales. También podemos mencionar Brother Nature Produce, una agrupación de granjas que distribuyen sus productos mediante un sistema de bolsas (similares a las de los grupos de consumo de aquí), el mercado de productos locales más grande del país, Earstern Market, u Open City proyecto orientado a la financiación de locales y negocios socialmente comprometidos. Con todo ello, Detroit se está convirtiendo en una de las ciudades más autosuficientes del mundo, produciendo alrededor del 15% de los alimentos que consume y si sumamos al centro urbano las localidades periféricas el porcentaje llega hasta el 50%.
De todo este relato creemos que podemos sacar bastantes conclusiones y aprendizajes. Por lo pronto, Detroit es la muestra del fracaso de la ciudad del capitalismo industrial, añadiendo el gran papel que juega el racismo aún en los EE.UU y la incapacidad de los gobiernos de hacer frente a los problemas de la población, y que cuando los gobiernos dejan de responder es la población quien se hace cargo de sus propias necesidades respondiendo en la mayoría de los casos en una forma cooperativa y social, con el importante hecho de ser comunidades asentadas en el territorio quienes llevan adelante los proyectos. El protagonismo social y la reinvención de dinámicas comunitarias son los cimientos de cualquier transformación social. En situaciones de colapso es posible, pese a las dificultades de que lo colectivo y común prevalezca sobre el individualista sálvese quien pueda.
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Deconstrucción del sueño americano: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/10/27/actualidad/1414446521_896333.html